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OPINION

Convulsiones

Por J. M. Pasquini Durán

La fórmula conservadora De la Rúa-De Santibañes ¿hubiera triunfado en las elecciones presidenciales del 24 de octubre? Ya es tarde para especular. Importan los hechos: cuando el economista radical Ricardo López Murphy propuso una rebaja del diez por ciento en los salarios de los empleados estatales, escandalizó a los candidatos de la Alianza, que lo escondieron durante la campaña como si fuera el chiflado de la familia. Pero tuvo su revancha: los sueldos en el Estado sufrirán en adelante un corte superior al diez por ciento a partir de los mil pesos mensuales. En compensación para la guadaña, se enunciaron buenas intenciones para una reactivación que tiene más de enunciado que de realidad perceptible. Después del segundo reajuste en seis meses, parece insalvable la evocación de Carlos Menem: "Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me hubieran votado".

  Otra vez el Gobierno prefirió perjudicar a una porción de su electorado antes que tocar las ganancias de los banqueros, de los apostadores de la Bolsa y de los especuladores financieros. Junto con los intangibles del Poder Judicial y las empresas privatizadas, han sido eximidos de contribuir al sacrificio colectivo. Son los que "tienen la sartén por el mango y el mango también", que se reunirán el miércoles, como contracara de la movilización sindical. Para la administración elegida en las urnas, el mal humor social será compensado por el seguro beneplácito de esos empresarios y de los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) que llegarán hoy para otra inspección de rutina. Estos son los que otorgan certificados "de calidad", una suerte de "muy bien felicitado", según el vicepresidente Alvarez, que luego podrían exhibir ante los inversores del mundo para que vengan sin desconfianza a esta tierra de promisión.

  No es tan fácil, porque los "inversores" quieren más que la chancha y los veinte. Nada es suficiente para ellos. Desde esa mirada, todavía los deberes no están terminados. Los trabajadores conservan aún ciertos derechos que son insoportables a los ojos de los calificadores, como el de la indemnización por despido arbitrario, a la sindicalización y otras garantías constitucionales. En la misma línea opinan que el Gobierno, en lugar de diálogo o Plan Trabajar, debió disciplinar a los piqueteros y otros protestones que arman lío. La represión que discipline a los descontentos forma parte siempre de la agenda del capitalismo rapaz. Sin paz social asegurada, los "inversores" no apostarán su confianza y mucho menos su dinero en este extremo de Occidente. Para colmo, ninguno de ellos está dispuesto a jurar que la convertibilidad resistirá el acoso de la devaluación o el reemplazo del peso por el dólar, por más que Machinea lo niegue, porque detrás de ese proyecto anida también la idea de quebrar el Mercosur y desalentar cualquier iniciativa de ese tipo, para reemplazarlo por el libre comercio controlado por Washington, según la propuesta de Bill Clinton.

  Un fundamentalista del mercado, Orlando Ferreres, que piensa como Teresita Ter Minassian, aseguró ayer en este diario que al fin y al cabo las grandes empresas en el país no han recibido nada del actual gobierno, ensimismado como está en auspiciar leyes para las Pymes o reformas laborales para el empleo estable. Malvados aliancistas socialdemócratas, descuidar así al gran capital. ¿Será por penitencia que De la Rúa, insistente en el discurso del "crecimiento con equidad", quiere convidar a Domingo Cavallo al viaje a Estados Unidos? Si viaja con uno de los principales actores de la administración menemista, habrá que ver cómo explica las dificultades argentinas por la nefasta herencia recibida, como hace aquí cada vez que habla. La idea del convite, aunque suene a disparate, no fue descartada de inmediato, porque en el entorno presidencial saben de la vocación por un gran acuerdo con los opositores peronistas y conservadores. Con los gobernadores, la Casa Rosada aplica un método que en su momento le dio buen resultado a Menem: el que quiera ayuda para que no le estalle la provincia en la cara, tiene que hacer buena letra. Para ese mecanismo Menem tenía la ventaja de su liderazgo y De la Rúa la tiene en la desaparición de la jefatura única en el peronismo.

  En la confección de la trama hasta ahora no le fue mal, a juzgar por la oferta de tregua de Carlos Ruckauf, gobernador del primer distrito del país. Habrá que ver si el tejido resiste cuando se aproxime la competencia electoral por los senadores. Dentro de la Alianza, en cambio, la tensión es tan fuerte que parece a punto de desgarrarse. Las dos semanas que le costó al gabinete acumular energía para respaldar el ahorro forzoso expresa en parte el nivel de conflicto interno. Muchos socios del Frente Grande, potenciales aliados en los sindicatos, la izquierda socialista, incluso los radicales que coinciden con el análisis de Raúl Alfonsín,  están convulsos por los sucesivos reajustes, mientras los corruptos, los grandes evasores, el capitalismo salvaje, siguen indemnes. Ven que las esperanzas en "otro país posible" y en "una nueva manera de hacer política" naufragan en la misma pileta donde Menem ahogó al justicialismo. Para colmo, se les han achicado hasta los espacios para desahogarse, porque De la Rúa, igual que su antecesor, los amenaza con decretos de necesidad y urgencia si se ponen difíciles en el Congreso. Un puñado de legisladores aliancistas anunció ayer su oposición completa al reajuste. Otros ya sienten la tentación de renunciar a la disciplina vertical, pero los portazos, si no es para irse a casa, requieren otro proyecto: ¿cuál?

 

 

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