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La bandera de los políticos la
levantaron el vicepresidente Carlos "Chacho" Alvarez y el
ministro del Interior, Federico Storani. Los otros miembros naturales del
grupo conservaron un perfil más bajo. El ministro de Trabajo, Alberto
Flamarique, participó sólo un día en medio de sus preparativos para
viajar a Ginebra. Graciela Fernández Meijide llegó un poco golpeada
luego del caso Tonietto, mientras que el jefe de Gabinete, Rodolfo
Terragno, nunca estuvo comprometido a fondo con el recorte.
En cambio, el bando de los
economistas lució más compacto. Con diferencia de matices o de énfasis
de acuerdo a los temas, los numerosos especialistas del Gobierno se
alinearon detrás de la tijera de José Luis Machinea. El más frontal fue
López Murphy, pero los demás no le fueron en saga. Un ejemplo se dio
durante la discusión por el ajuste en Télam.
Los políticos plantearon la
inconveniencia de ganarse un enemigo --en este caso la prensa-- además de
los que ya contaban, como un sector de la Iglesia, luego de la homilía
del arzobispo Bergoglio y la adhesión al paro de la CGT rebelde, los
sindicalistas y los estatales. "Llegamos al gobierno por una alianza
social. No podemos ponernos a todos los poderes en contra", evaluó
Storani. La alternativa era dejar Télam para otra ocasión. "Está
lleno de ñoquis, es una muy mala señal dejarla como está",
respondió uno de los economistas.
El objetivo del ala política
era levantar el piso de los sueldos que se recortarían --que el jefe de
la SIDE, Fernando de Santibañes, aconsejaba dejar en 700 pesos-- y
conseguir que las empresas concesionarias de servicios pagaran los cánones
que adeudan, un punto básico para mostrar un ajuste
"equitativo". "¿Cuánto menos se recauda si el piso del
recorte de sueldos es 1000?", le preguntaron a Machinea. "Unos
70 millones", dijo. "¿Y no hay una alternativa?", insistió
Chacho. "Bueno, hay una posibilidad de dudosa legalidad que sería
recortar las jubilaciones de privilegio que nos pasaron las
provincias", dijo el ministro. "Hagamos eso, ¿qué juez se va a
animar a defender a un privilegiado?", clausuró el tema Chacho,
quien debió luchar contra un ataque de asma que lo dejó de cama.
La cuestión de los cánones
generó un cruce entre Machinea y el ministro de Infraestructura, Nicolás
Gallo. Al parecer, el ministro de Economía le recriminó a Gallo no haber
puesto suficiente empeño en cobrar los millones que debe Macri y los demás
concesionarios. Gallo respondió que había privilegiado la negociación
para la rebaja de las tarifas, pero mucho no convenció. Igual, el tema no
apareció en el ajuste por temor a una consecuencia legal.
Hubo más. Una invención de
Storani le permitió recaudar a la nación 50 millones anuales que a
partir de ahora la ciudad de Buenos Aires pagará por los servicios de
seguridad que presta la Policía Federal. Luego, Alvarez consiguió
detener al ministro de Educación, Juan José Llach, quien insistía en
recortarle a la universidad 100 millones. Pequeños logros que al ala política
le permitieron redondear la idea de un empate técnico pese a la poda
feroz. "Podría haber sido mucho peor", explicaba un ministro. La discusión final giró acerca de cómo debía presentarse el ajuste. Mientras comían un pálido lomo a la Strogonoff --"era arroz con unas fetas de carne", se quejó un comensal-- se coincidió en presentar el ajuste como una medida para el crecimiento. Pero había desacuerdos sobre los protagonistas. En el entorno presidencial, comenzando por el publicista Ramiro Agulla, pujaban por que De la Rúa no participara. "Hay que preservar su imagen", dijo Agulla. Chacho zanjó el tema. "No hay nadie mejor para presentar estas medidas que el político de mayor credibilidad", cerró.
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