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Por Darío Pignotti Desde San Pablo �Me gusta Fujimori, ha cambiado el Perú, sabe cómo hacer las cosas y no comete ilegalidades.� La cita es textual: así definió el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso a su re-reelecto colega peruano. Las palabras fueron publicadas exactamente 33 días antes del fraude anunciado, algo que el periodista sugería en la pregunta que Cardoso contestó con estas palabras. Y no se trata de alguna respuesta de circunstancia, sino parte de una entrevista durante una cena (que se extendió hasta las 2 de la madrugada) ofrecida por Cardoso, en el Palacio de Alvorada, a la revista Epoca del todopoderoso grupo Globo. Cada paso de la diplomacia brasileña, siempre sigilosa y pulcra, ha seguido la doctrina contenida en la palabra presidencial. Basta con leer gestos, acciones y omisiones. Entre el 9 de abril (primera vuelta) y el 28 de mayo (autoballottage) Fujimori se batió contra la presión internacional casi unánime. En este lapso, y mientras el candidato opositor Alejandro Toledo era recibido por el Departamento de Estado y el gobierno argentino, Brasil condecoraba con la Orden del Cruceiro del Sur, la más alta del país, a Alberto Bustamante, Efraín Goldenberg y Edgard Mosqueira, ministros de la fujimocracia. En línea con ese gesto, Cardoso mantenía contactos con el secretario general de la OEA, César Gaviria, para proponer una fecha de ballottage intermedia. La premisa brasileña era evitar cualquier sobresalto que pudiera sacudir la estabilidad peruana y regional, aun al precio de reconocer a Fujimori con o sin fraude. Analizaban que una victoria de Toledo tampoco garantizaría tranquilidad. Peor: consagraría a un aliado estadounidense como presidente de un país cuyas fronteras con Brasil se extienden por casi 2000 km de selva y narcotráfico. En esos días, Washington le cobraba a Brasilia su falta �de liderazgo en la región�. En términos del Departamento de Estado: tolerancia con Fujimori y amistad con el presidente venezolano Hugo Chávez. Estados Unidos recibió una respuesta a dos voces, estampadas en sendas entrevistas de los diarios Valor y Folha de la última semana. La voz del canciller Luiz Felipe Lampreia diciendo que su país no acepta consejos, y la de Cardoso ironizando con que �algunos� se han vuelto excesivamente escépticos y ven amenazas a la democracia en cualquier parte. Para periodistas que conocen los humores de Itamaraty, entre los cuadros diplomáticos brasileños hubo disgusto con la actitud argentina, y con su puesta en escena: juzgaron innecesario que el candidato opositor Toledo se fotografiara junto al presidente Fernando de la Rúa. Pero De la Rúa actuó casi a coro con su colega chileno Ricardo Lagos (por otro lado, tal como sucedió en la ONU cuando la votación sobre Cuba). En esas dos intervenciones diferenciadas también se insinúa una nueva balanza regional que colocaría a la entente Chile-Argentina en puja con Brasil. Cardoso lo sabe y no se amedrenta. �Es que en el tablero regional las jugadas brasileñas se fundan en una razón superior: construir su liderazgo en contraste con los mandamientos estadounidenses y eso va de Fujimori a la construcción de una alternativa al Nafta�, explicó a Página/12 Félix Sánchez, titular de Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de San Pablo. �Brasil obra más con la razón estratégica que por la razón democrática, y en eso influyen algunos militares que arrastran esa tradición geopolítica brasileña. Es muy influyente la opinión del ministro de Seguridad, el general Alberto Cardoso�, concluyó el analista. Por lo pronto, los pleitos diplomáticos quedan diferidos hasta que se reúna en Canadá la Asamblea General de la OEA, en los primeros días de junio. Allí se verá si Brasil interviene declaradamente en favor deFujimori o, lo que parece más probable, actúa entre bastidores preservando bajo perfil. Lo cierto es que en la escena peruana queda un relato de final abierto. Para Brasil, lo peor sería un golpe militar como el que alentó este domingo Elliot Abrahms en la CNN. El ex subsecretario para Asuntos Latinoamericanos de Reagan se apuró a añadir que �claro que los militares debieran convocar a elecciones en 6 meses�.
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