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Por Patricia Chaina El título deja bien claro el concepto: entender la música como elemento portador de diferentes culturas. Así se define �Todas las músicas... la música�, el ciclo de documentales ideado y realizado por Inés Molina, que la señal Film & Arts emite los sábados a las 20. �La idea es ir a la búsqueda de otras culturas a través de la música�, sostiene la joven realizadora. Y una muestra de esa premisa se podrá ver durante junio, cuando el programa presente una serie producida a partir de la celebración del II Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana, Misiones de Chiquitos. �En este encuentro de músicos se interpretaron las partituras que se mantuvieron a través de los siglos como formas de la cultura viva de los indios chiquitanos, ex habitantes de las misiones jesuitas del oeste boliviano�, cuenta. Esa cultura sincrética indojesuita, conservada como símbolo de identidad, es el cuerpo central de esta nueva serie de documentales. Sucede que en un tiempo ya muy lejano, cuando la conquista había terminado y comenzaba la evangelización en Latinoamérica, los jesuitas se instalaron en esa zona casi tropical de Bolivia y construyeron iglesias y pueblos alrededor de esos templos. Y desarrollaron en las comunidades catequizadas una aptitud musical cuyas características aún despiertan el interés de los musicólogos más avezados. Es que gestaron �el archivo del repertorio misional o catedralicio más grande de Latinoamérica�, explica Molina. �¿Cómo se mantuvieron esos archivos vigentes a través del tiempo? �Como se mantuvieron los instrumentos, los santos para las procesiones y las propias obras musicales. Porque los indígenas los reprodujeron y así se conservaron. Es común ver en la región a un viejito tocando un instrumento, frente a un atril con partituras y a un niño dando vuelta las páginas pentagramadas, aunque el hombre no lea la música. En el espíritu que mantiene vivo ese rito, está el porqué de que se conservaran los elementos de una cultura que cuando los jesuitas fueron expulsados, en 1767, pudo desaparecer del espacio de las culturas vivas y quedar entre las reliquias de un museo. �¿Qué posibilitó la recuperación de este patrimonio cultural? �La decisión de la Unesco, que declaró patrimonio cultural de la humanidad a seis de esos pueblos misionales. Esto llevó a la reconstrucción de las iglesias. Y en una de ellas, la de San Rafael, mientras estaba siendo restaurada el arquitecto Hans Roth encontró una caja con pedazos de música, partituras. Había 5000 hojas, el archivo del repertorio misional o catedralicio más grande de Latinoamérica. Esas hojas fueron reconstruidas por musicólogos y junto a otras que los indígenas copiaron durante 250 años, desde la expulsión de los jesuitas. Ese material formó el repertorio que fue interpretado en el Festival de Música Renacentista y Barroca Americana, donde me encontré con que lo menos interesante era el Festival en sí mismo, y que lo mejor era la permanencia de esta cultura mestiza. �Al irse los jesuitas, ¿quiénes siguieron componiendo estas melodías? �La música se utilizó como método para que los indígenas memorizaran las oraciones. Y se sabe que uno de los misioneros, el padre Martín Smith, fue compositor. Pero no se sabe si los indígenas compusieron o no, tocaban bien y construían bien los instrumentos. Esto se mezcla con que las obras son anónimas, no hay firmas porque no tenían la mentalidad del autor. Si hacían algo era para la alabanza de Dios. �Dios hablaba a través tuyo�, dice uno de los antropólogos entrevistados para el programa. Y no hay firmas porque no tenía por qué haberlas. El tener un talento significaba sólo que Dios se expresaba en él.
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