Por Cecilia Hopkins
Con La movilidad de las cosas terrenas, la actriz Analía Couceyro acaba de hacer su debut como directora. Su espectáculo está basado en la María Estuardo de Friedrich Schiller, drama histórico escrito en 1800. A pesar de su extensión, esta obra constituye mucho más que una referencia, ya que en la propuesta de Couceyro se manifiesta el vector de fuerza que en el original define la relación de los dos personajes femeninos. El gran cambio está en el tono, en el desplazamiento de la dignidad característica de los personajes encumbrados en las tragedias.
Al modo clásico, el personaje de María Estuardo expone sus desdichas con la plena conciencia de estar hablando para un auditorio. De este modo hace el relato de las circunstancias que la llevaron a perder el trono de Escocia y a pedirle refugio a la reina Isabel de Inglaterra. El hecho de que ésta sea su prima no parece que facilite las cosas. La presencia de la joven y carismática reina destronada, cuya historia se complica con muertes dudosas, traiciones y alianzas, no hace más que sembrar en la reina la sospecha de que su lugar de poder peligra si no mueve bien sus piezas y si no cuida sus espaldas. Así que, por el momento, la cárcel es toda su respuesta al pedido de auxilio y protección. Interpretada por Laura Mantel, la Estuardo esgrime sus derechos con sereno hieratismo. Interpretada por Mirta Bogdasarian, el personaje de Isabel consume su tiempo en lograr la legitimización de sus actos de gobierno. Preocupada por continuar en el poder, intenta conformar a un pueblo que apenas intuye tras el lejano sonido de sus tambores, forja una alianza repentina y finalmente decide aniquilar a su enemiga. �La mujer no es frágil� y �debo herir, no recibir golpes� son frases que definen la contundencia de su personalidad.
Uno de los rasgos que singularizan la puesta es la atmósfera de extrañamiento en la que se desarrollan los sucesos, que toman por momentos la forma de comportamientos imprevisibles. Así, en el trance de convencer al público sobre la veracidad de sus reclamos de protección, Estuardo despliega su árbol genealógico sobre el que explicita la fuerza de sus pretensiones. Isabel descarga su ira contra una figura de cartón que representa a su prima, con la complicidad de Leicester (Javier Drolas). Los objetos subrayan una estética austera, vinculada al poder y la opresión, y apoyan sus gestos característicos. Como los correajes que ciñen el vestido de la reina y su extraña cama de elástico extensible, cuyos flejes actúan a modo de guillotina.
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