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Una reunion de chicos latinoamericanos integrados al �circo social�
Cambiar de vida sobre un trapecio

Gerli era dealer en una favela. Daniel vagaba en las calles de Cali. Ahora participan aquí de un encuentro que cuenta cómo el circo puede cambiar la vida.

Gerli da Silva, carioca de 20 años, hace capoeira con un compañero.

Por Eduardo Videla

t.gif (862 bytes) �Ladrón de circo, secuestrador de corazones�, se define Gerli da Silva, un carioca de 20 años que abandonó los sobresaltos de su vida como dealer en las favelas de Río cuando mataron a su mejor amigo, y se metió de lleno en �Se essa rua fosse minha� (Si esa calle fuera mía), una escuela de circo para chicos de la calle. Su cambio es, tal vez, el más dramático, pero sintetiza el significado que los malabares y la acrobacia tienen para cada uno de los pibes que participa del 2º Encuentro Latinoamericano de Circo Social. Junto a los chicos brasileños de Río, Recife y Pernambuco, estuvieron las delegaciones de Perú, Chile y Colombia, más los pequeños artistas locales de la Villa 24, de Barracas (ver aparte). En su presentación �que no fue abierta al público�, demostraron que los chicos no sólo van al circo sino que, también, lo hacen.
Los circos sociales, destinados a niños y adolescentes en situación de riesgo �chicos de la calle o de barrios carenciados, desamparados o abandonados por sus familias� fueron brotando al calor de políticas sociales en distintas ciudades de América latina. �En Buenos Aires, la experiencia surgió a partir de un taller de zancos y malabares en el comedor de la Villa 24 hace cuatro años�, dice Manuel Bendersky, director del programa �La Calle Crea�, de la Secretaría de Cultura porteña. 
Daniel tiene 13 años y hace ya cuatro que dejó de matar el tiempo vagando por las calles de tierra del barrio. Ahora es un experto malabarista de la Escuela de Circo Escalando Altura, de Barracas, e imagina que su futuro no está en la construcción, como su papá, sino en la acrobacia. Carina, del mismo grupo, tiene 8 y ya saborea la pequeña dosis de fama que le dan sus actuaciones en la escuela y en el barrio. �Ahí viene la del circo�, bromean sus compañeros. �Hasta me piden autógrafos�, cuenta ella, con un discreto maquillaje de brillos y el traje de ocasión, lista para su actuación en el trapecio. 
Ellos son los más chiquitos del grupo y se hicieron amigos de Diego Miyasato Kin, de 6 años, habitante de un barrio pobre de Lima y benjamín de La Taruma, la Escuela de Circo de Perú. �Yo no parezco ninguna mujer�, discute con sus amigos, que bromean sobre su traje amarillo de lycra ajustado al cuerpo. Con esa indumentaria, mostrará su destreza con los zancos y en pruebas de acrobacia, al son de la marimba y el cajón.
Daniel tiene 15 años y una historia densa como habitante de las calles de Cali, Colombia, adonde fue a parar cuando se fue de la casa, harto de su familia. En la calle compartía drogas y arrebatos con sus compinches, hasta que encontró refugio en un hogar para chicos vagabundos. �Ahí me enganché en los talleres de acrobacia y malabares. A partir de entonces, dejé las malas compañías, ya no me gusta perder el tiempo en la calle�, dice, convertido en un proyecto de atleta, gracias al entrenamiento que recibe en la Fundación Circo para Todos, de Cali. Después, Daniel muestra su destreza con los zancos, la acrobacia y los malabares con antorchas encendidas, que arrancaron el aplauso de todas las delegaciones. 
�En la escuela hay unos 60 chicos, un grupo heterogéneo integrado por muchachos de la calle o con problemas familiares, que se han ido de su casa, o que no tienen contención en su hogar�, dice Jorge Zamudio, entrenador del grupo y tercera generación de artistas de circo. 
Gerli da Silva comenzó a los 12 años en el proyecto de �Se essa rua fosse minha�, pero al principio no se comprometió con el proyecto. �Volvía a la calle y a la favela. Ahí tenía dinero fácil, tenía poder. Yo manejaba a un grupo de chicos que distribuían droga�, recuerda. �No era una buena vida �reconoce�. Pero recién me di cuenta cuando mataron a mi mejor amigo. Dicen que fue un ajuste de cuentas�. Entonces volvió con todo a �Se esa rúa...� y se convirtió en uno de los líderes del grupo, o monitor, como llaman en el ambiente circense a coordinadores y maestros. Poco modesto, asegura que desde entonces es una suerte de �secuestrador decorazones�, con su trabajo, mitad payaso, mitad acróbata, con el que pretende arrancar �sonrisas a la gente�.
El grupo de jóvenes artistas latinoamericanos comparte siete días, con sus noches, en el 2ª Encuentro que se lleva a cabo en Puerto Pibes, un complejo del gobierno porteño ubicado en Costanera Norte. Allí, cada grupo organiza talleres destinados al resto, y entre todos intercambian experiencias. También hay días destinados a ensayos y a las funciones de cada delegación. El encuentro finaliza hoy, con una creación colectiva, que tampoco es pública. 
Los chicos de la Villa 24 se mudaron también, por una semana, a Puerto Pibes. Sus padres y hermanos fueron a verlos a las funciones, donde lo pibes demostraron cómo aprendieron a volar, no ya con la imaginación sino montados al trapecio o a las telas que cuelgan de la carpa, a más de cinco metros del suelo.

 


 

UN PROYECTO QUE NACIO EN LA VILLA DE BARRACAS
�En una torre, se necesita del otro�

Por E.V.

Los malabares y el equilibrismo, si se quiere, también tienen que ver con cada historia personal. �Todo el tiempo tenemos que resolver situaciones de conflicto. Cuando vemos que los chicos no van a la escuela, hablamos con la familia, lo mismo que cuando ellos se van o se escapan de su casa. Tratamos de hablar con ellos y con sus familias�, dice a Página/12 Mariana Luna, una de las docentes de la Escuela de Circo Social de Barracas.
La historia, allí, comenzó hace cuatro años, en el comedor Amor y Paz, un refugio para los chicos de la Villa 24. Hasta allí llegaron, con Mariana, Silvana Lorenzutti y Pablo Holgado, docentes y artistas de circo, con la modesta idea de un taller de zancos para un pequeño grupo de pibes de la villa. El proyecto fue creciendo, pero el impulso final llegó cuando el grupo fue invitado al Primer Encuentro Latinoamericano, que se hizo en noviembre de 1998 en Santiago de Chile. El entusiasmo cundió y así nació �Escalando Altura�, la escuela creada por la dirección de Promoción Cultural, de la Secretaría de Cultura porteña.
¿Por qué el circo en las villas? �Porque el circo tiene un lenguaje que entusiasma a los chicos, porque tiene que ver con el juego, pero también con la disciplina y con la solidaridad: cuando se arma una torre humana, uno necesita permanentemente del otro�, explica Mariana. 
El gran interés que el proyecto despertó en los chicos hizo que el comedor quedara chico para las actividades: hacía falta un espacio mayor, apto para las destrezas en la altura. Entonces, la Secretaría de Promoción Social construyó un galpón de 7 metros por 12, �una suerte de carpa de mampostería que se inauguró en diciembre del año pasado�, explica Manuel Bendersky, responsable del proyecto. 
Ahora trabajan unos 60 chicos y jóvenes, desde los 3 a los 22 años, �una cifra que se puede incrementar, porque la idea es llevar el proyecto a otras villas�, dice Bendersky. La propuesta, explica, es atender las necesidades culturales de la población con mayores carencias �para fortalecer la autoestima de los alumnos y orientar el uso de su tiempo libre�. 

 

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