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OPINION

De Menem al oficialismo

Por Martín Granovsky

El fallo de la Corte terminó con un mito: que el tribunal supremo actuaría siempre como una suerte de rama judicial del menemismo para destruir al gobierno de la Alianza. Los cinco ministros que siempre votaron rodeando de afecto a Carlos Menem �Julio Nazareno, Adolfo Vázquez, Eduardo Moliné O�Connor, Antonio Boggiano y Guillermo López� ayer coincidieron con Augusto Belluscio, Carlos Fayt, Gustavo Bossert y, en parte, Enrique Petracchi, para convalidar el recorte de salarios como una necesidad del Estado. 
Es difícil que los miembros de la antigua mayoría automática de Menem se hayan hecho, de golpe, antimenemistas. Hay una cuestión más de fondo que los juristas veteranos suelen repetir, y es que las cortes son oficialistas para las grandes medidas de gobierno. Salvo en el Chile de Salvador Allende, donde trabaron la propiedad social, en ningún lugar del mundo frenaron o frenan las iniciativas que el Poder Ejecutivo consideran cruciales, lo cual es una forma de cogobierno. Otra forma es cuando, en coordinación más o menos tácita con el Ejecutivo, terminan presionando al Congreso, imponiéndole la necesidad de cambiar la legislación. Ocurrió con el divorcio durante el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando un fallo de la Corte precipitó una ley del parlamento. 
El análisis de los votos revela que el ministro a quien todos divisaban como el más crudo de los menemistas, Vázquez, fue justo el que redactó el voto más simpático al gobierno de Fernando de la Rúa. Rozar la intangibilidad del salario de los jueces cuando a De la Rúa le hubiera encantado recortarlo �no pudo hacerlo por una traba constitucional� equivale a enviar un mensaje: la Alianza puede contar con Vázquez. 
La Alianza sería ingenua, sin embargo, si creyera que la Corte se ha vuelto fanáticamente delarruista. Las cortes no solo siguen la línea de no poner obstáculos a las decisiones importantes de un gobierno, así sean decisiones horribles como el recorte salarial de los estatales. También gozan de un finísimo olfato para diferenciar los gobiernos débiles de los rozagantes. 
Un ejemplo quedó claro a fines de la Administración Menem, cuando el ex presidente buscaba desesperadamente el derecho a ser eterno. Una investigación publicada en marzo del �99 por Página/12 reveló que la mayoría automática de cinco se había fisurado por las dudas de Boggiano. Y que ni siquiera los cuatro más convencidos estaban entusiasmados con el delirio de la re-re. Una frase pronunciada entonces por Nazareno resume el pragmatismo de los supremos: �Yo no soy loco, y voy a votar por la re-re solo si las condiciones del país son favorables�. Cualquier observador de la Corte sabe que debe completar la frase con otra (�favorables al Presidente�) y entonces contará con una traducción ajustada del Nazareno al español. 
En el caso de De la Rúa, el fallo de la Corte revela que ve condiciones favorables al Presidente. Un mes atrás ya había dado una señal, cuando rechazó una demanda para actualizar con retroactividad los salarios militares. El Gobierno dijo que ese fallo ahorrará al Estado entre tres y cuatro mil millones de pesos. El año pasado, todavía con Menem en la Casa Rosada, la Alianza se irritó con un fallo que volvió a enganchar el salario de los retirados con el de los militares en actividad. 
Las dos sentencias podrían inducir al Gobierno a continuar con su actual política de buena vecindad con la Corte. Así se archivarían iniciativas de cuando la Alianza era oposición y sus dirigentes proponían el juicio político a los magistrados �una idea de Carlos �Chacho� Alvarez que, por cierto, De la Rúa nunca compartió� o planeaban crear una presión de la opinión pública contra la Corte tan apabullante que los menemistas de Talcahuano al 500 debieran huir al premio consuelo de una embajada.
Con Menem la Corte fue oficialista y menemista a la vez. La mayoría se comportó como una fuerza de tareas en el Poder Judicial. Ahora será, simplemente, oficialista. 

 

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