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Por Eduardo Febbro Desde Berlín Alberto Flamarique vino especialmente de Ginebra para sumarse a la delegación argentina que asiste a la �cumbre de los modernizadores�. Un día antes de partir a Ginebra para asumir de nuevo la presidencia de la Asamblea de la OIT, Organización Internacional del Trabajo, Flamarique, al igual que lo había hecho en la víspera Fernando de la Rúa, apuntó los cánones gubernamentales contra el insurrecto impositivo Hugo Moyano y propuso una democratización del sindicalismo nacional. �Usted parece haber propuesto para la Argentina una suerte de reforma de la militancia sindical, en especial del sindicalismo encarnado por Moyano. �No, el sindicalismo no es un problema nuestro. Nosotros queremos fortalecerlo y buscar un rol de un sindicalismo dinámico, ligado a la productividad, a la defensa de los intereses de los trabajadores. Queremos un sindicalismo que profundice la relación entre desarrollo, competitividad y empleo. Evidentemente, lo que dijo Moyano no nos parece inocente ni fruto de un error porque ya son varias. A principio de enero dijo que había que abandonar la convertibilidad y ahora llamó a la desobediencia civil para no pagar los impuestos. Pero Moyano sabe que con el dinero de los impuestos lo que se paga son todos los gastos de la acción social directa, los gastos de la salud y la educación. Moyano sabe a lo que está llamando. Se trata de un llamamiento anarquista. Entonces, es evidente que esto es contra el Estado. Además, mire, Moyano juntó menos gente que Duhalde en Racing. �¿Usted piensa que se trata de una frase meditada? �Es una cosa pensada porque a Moyano lo asesoran y quienes lo asesoran piensan de esa manera. Fueron los asesores de Alan García en Perú, por ejemplo (Daniel) Carboneto, y después de lo que dejó Alan García vino Fujimori. Es un planteamiento, una concepción de cómo se construye el poder en la sociedad. Eso es lo que está detrás de Moyano. �Usted pone el ejemplo de una suerte de verticalismo sindical. �Claro, cuando llega la anarquía del Estado lo que llega después son los personalismos o las dictaduras y no el respeto democrático. �Entonces, ¿cuál es el modelo que más conviene? �En la Argentina existe un modelo sindical que se está desarrollando. Lo que deberemos interrogarnos es cómo profundizar la democratización del modelo sindical. La corporación sindical en la Argentina no es una democracia plena desde el punto de vista de que los trabajadores no pueden elegir el sindicato que los representa porque está fijado por la ley. Es una norma que plantea el unicato sindical. A lo mejor ha llegado la hora de empezar a pensar en profundizar la democracia sindical y la existencia del sindicato con la libre inscripción por empresa. La democracia como sistema tiene que llegar a todos los actores. Esta es una democracia donde un sector importante, fíjese nada más y nada menos que la representación de los trabajadores, que es la fuerza fundamental de los sistemas de producción en el país, tiene que tener una representación de democracia plena. Me parecería bien que avanzáramos hacia eso. Hay que instituir en la Argentina un diálogo social. Tenemos que interrogarnos sobre qué país queremos, cuál es el país de los próximos 15 años. �Pero la política del gobiernos, las reformas y los ajustes suscitan lógicamente la acción sindical. �Nosotros sabemos que este gobierno ha venido a cumplir una política de saneamiento fiscal, de saneamiento del Estado, saneamiento de las cuentas públicas. Hay mucho más que transparencia y austeridad. En los últimos diez años de gobierno no hubo una política de saneamiento ni de contención del gasto público. Así hemos llegado a lo que tenemos en este momento: los 11.500 millones de déficit proyectado para el año 2000 que nos dejó lagestión anterior. Y además, para este año es la primera vez en la historia de la Argentina que un gobierno tiene que cumplir con una ley de responsabilidad fiscal, una ley que plantea la convertibilidad fiscal: la Argentina no puede acumular para este año más de 4500 millones de déficit. Es la primera vez que se gobierna con una ley como ésta. �Pero eso acarrea costos: la reforma laboral, el ajuste... �No, la reforma laboral no es un costo de eso. La reforma laboral es una manera de promocionar el empleo estable en la Argentina. La reforma tiene dos aspectos: promueve fuertemente los nuevos puestos de trabajo llevando a la Argentina a abandonar los contratos basura. Antes, para generar nuevos puestos de trabajo era necesario precarizar la relación laboral. En este modelo de reforma lo que se privilegia es el puesto nuevo de trabajo. Si un establecimiento tiene 10 empleados se promociona el puesto número 11. Además se privilegia y se avanza en la descentralización de la negociación colectiva. �Estamos en una cumbre de los normalizadores y uno de ellos es el primer ministro francés, Lionel Jospin. Uno de los grandes hallazgos fue haber instaurado la semana laboral de 35 horas sin pérdida de salario. ¿Usted piensa que ese método contra el desempleo es válido en la Argentina? �Yo creo que hay que verlo funcionar. Creo que es para los países ricos, no creo que cualquier economía resista seguir manteniendo los mismos niveles salariales trabajando menos horas. Sé que la economía Argentina no lo resiste. Pero claro, he visto que en Francia esta medida ha tenido su importancia, sobre todo en las empresas de más de 10 trabajadores, donde el impacto fue importante. Pero claro, la economía francesa es una economía con una diferencia sustancial muy importante. En la Argentina, por ahora, lo que tenemos que hacer es cumplir con las ocho horas. En nuestro país hay sobreempleo, hay una gran exigencia sobre el trabajo, muchas veces no se reconocen las horas extras trabajadas. En realidad, lo que debemos hacer es una vigencia plena del cumplimiento de las ocho horas.
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