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HOY COMIENZA UNA NUEVA TEMPORADA DE �THE SOPRANO�, LA REVELACION DE 1999
Mafiosos de la era globalizada

La serie, que aquí se ve por satélite, ya se hizo un lugar en el Olimpo de las series festejadas por el público y la crítica, gracias a una trama y una imagen que tiene mucho del estereotipo, pero a la vez introduce elementos novedosos, como un capomafia psicoanalizado.


Por Esteban Pintos
t.gif (862 bytes) La inicial explicación para el básico interrogante �¿de qué se trata?� encierra, en el caso de la segunda temporada de �Los Soprano�, una contradicción. Ahí va: �Los Soprano� cuenta la historia de un jefe mafioso con ataques de pánico que, ya superado completamente por las circunstancias de su difícil vida de gangster, decide recurrir al psicoanálisis. De ahí en más, se dispara una serie de subtramas y relaciones entre personajes colaterales y no tanto, que han hecho pensar y decir a más de un crítico televisivo estadounidense que se trata del �mejor programa del año�, �de la década� o, en el colmo de la exaltación, �el mejor trabajo de cultura popular del último cuarto de siglo� (copyright The New York Times). 
Pero a partir de hoy, cuando comience a emitirse en Argentina �a las 22 por HBO, señal premium de DirecTV� la segunda tanda de 13 capítulos de la mentada serie, la novedad es que... ya no hay psicoanálisis. El jefe, que no se parece en nada a Michael o Vito Corleone ni a cualquier otro de los que han merecido un protagónico dentro del género, ha dejado terapia, toma Prozac en dosis automedicadas y parece shockeado por su cada vez más compleja relación con la mamma. Está todo mal y se da cuenta de eso, pero no lo soporta. Irónicamente, las primeras imágenes de esta segunda parte, retrospectivas de la vida de algunos de los más emblemáticos personajes del programa en cámara lenta, están acompañadas por la canción �It was a very good year� (�Fue un muy buen año�) en la voz de Frank Sinatra. 
En una de las escenas más fuertes de este estreno �que curiosamente coincide con la reemisión en Estados Unidos, el miércoles 7�, Tony Soprano, �el hombre� (una notable interpretación físico-dramática de James Gandolfini, un segundón que ahora se ganó un lugar en las ligas mayores), irrumpe en un bar para intentar un acercamiento con su analista, después de una forzada pausa en el tratamiento a partir de varios sucesos críticos vividos en los últimos capítulos del �99. Ya probó por teléfono e incluso se procuró una cita con otro psicoanalista que, gentilmente y después de escuchar sus lamentos, miedos y obsesiones (�todo comenzó cuando me enteré de que mi madre instigó mi asesinato�, le dice como si nada), sabiendo de quién se trata, le espeta un lacónico �no estoy recibiendo nuevos pacientes�. Pero en el bar, la mujer, que primero escuchó el verso de �trabajo en el negocio del reciclaje de basura� y que no tardó en darse cuenta de qué se ocupaba verdaderamente su voluminoso paciente italonorteamericano, está harta del peligro que encierra esta particular terapia. Es la primera vez que el personaje habitualmente contenido de Lorraine Bracco eleva su tono de voz. La licenciada no quiere más y cierra la discusión con un terminante �y ciertamente intraducible al español� �¡fuck you!�. Fin (¿fin?) de la relación.
Hay varias razones que pueden explicar el enorme prestigio de que goza �Los Soprano�, traducido en las 16 nominaciones para los premios Emmy -dicho sea una vez más, �los Oscar de la televisión��, y en un record especial: de las cinco candidaturas para �mejor guión�, cuatro eran por otros tantos capítulos de la serie ideada y producida por David Chase. Hay una razón básica, sin embargo. Es de mafia, pero no parece a nada que se haya hecho sobre la mafia. O sí. La asociación ilícita por excelencia que legó la comunidad italiana en �la tierra de las oportunidades� �todo un subtexto que flota en el desarrollo de la historia: italianos �buenos� e italianos �malos�� dejó de ser tema central de creación dramática ficcional, fundamentalmente a partir de su propia decadencia como factor de poder en la sociedad capitalista moderna. La monumental saga El Padrino retrataba la carrera de éxitos y sinsabores de dos generaciones de gangsters que todavía se manejaban con códigos de pueblo montañoso (pero en plena gran urbe), siempre como épica de un tiempo pasado de esplendor que iba desde la venta clandestina de alcohol, el juego clandestino, los casinos, Cuba, Las Vegas hasta llegar a la venta de drogas. �Los Soprano�, en cambio, recrea el aquí y ahora de la cosa nostra. El jefe se pone a llorar si una bandada de patos abandona la pileta de su casa. Va al psicólogo. Uno de sus coroneles prueba suerte como manager de una banda semigrunge, y después intenta escribir un imposible guión sobre... gangsters. Por si fuera poco, la familia está acorralada por el FBI y con pocas probabilidades de crecimiento en la compleja superestructura virtual que domina el mundo de los negocios. No es casualidad, entonces, que uno de los más interesantes personajes de la serie �Christopher, el sobrino de Tony, a cargo de Michael Imperioli� debute en el 2000 como corredor de bolsa. Pero sin traicionar el estilo: un �voluntario� hizo el examen de admisión por él. Y la misión de la casa es estafar ancianos con acciones vencidas. No todo cambia.

 

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