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Por Horacio Bernades �Yo soy un extranjero aquí�, dice el protagonista de una de sus películas, y esa frase pasó a ser clave para entender vida y obra de Nicholas Ray (1911-1979), cineasta-disidente por excelencia del Hollywood clásico. Proveniente de la arquitectura y el teatro, Ray llegó a aquellas colinas a fines de los �40 y filmó a partir de entonces en continuidad y a ritmo frenético, completando una veintena larga de películas a lo largo de tres lustros. A comienzos de los �60 su carrera concluía, del modo más temprano e intempestivo, al comprender definitivamente que sí, que era un extraño en Hollywood, y retirarse para siempre de allí. En el medio quedaba un film-celebridad (Rebelde sin causa, 1955, editado en video por AVH), otro arrastrado por la ola bíblica (Rey de reyes, 1961, hay ediciones de Gativideo y Cobi Films), varias películas de firma más borrosa y unas cuantas que hicieron de él uno de los favoritos de la crítica francesa en general y de los Cahiers du cinéma en particular. Entre esos rays esenciales, se cuentan necesariamente The Lusty Men (1952), film de rodeo con Robert Mitchum y Susan Hayward y uno de los preferidos de su admirador Wim Wenders, el extrañísimo western femenino Johnny Guitar (1954, editada por Epoca con el título Mujer pasional) e In a Lonely Place, legendario film noir de 1950, con Humphrey Bogart en el protagónico. Esta es la película que ahora lanza el sello Epoca, con el título con el que se estrenó en su momento en Argentina: Muerte en un beso. Para valorar el carácter de acontecimiento de esta edición, conviene tener en cuenta que la última vez que pudo verse In a Lonely Place en Argentina fue en la televisión del doblaje y en blanco y negro... hace unos 25 años. Como James Dean en Rebelde sin causa, como el mismísimo Jesús de Rey de reyes, como todos los héroes de Ray, el protagonista de Muerte en un beso es un insatisfecho, un individualista que no encuentra su lugar. Se llama Dix Steele y es uno de los guionistas más reputados de Hollywood, pero el comienzo de la película lo encuentra sin trabajo. En la boca siempre apretada de Bogart, sus epigramas teñidos de escepticismo lo asemejan a un Marlowe sin pistola, y ésa es posiblemente la razón de que suela considerarse a In a Lonely Place como un film noir. Por lo demás, se trata de una love story imposible, un drama existencial y uno de los más corrosivos films de Hollywood sobre Hollywood, junto con Dos semanas en otra ciudad y La condesa descalza. Esta última también con Bogart, curiosamente. �No te preocupes por mí, soy sólo un Don Nadie�, le escupe Dix Steele a un cazador de autógrafos, al comienzo del film y con toda la bilis. Enseguida, le ofrecen escribir un guión a partir de una de esas novelas a la medida de Hollywood, con heroínas glamorosas y bellos galanes. La chica que atiende el guardarropas en un restorán de la farándula está terminando de leerla, y está absolutamente fascinada con ella. Steele la escucha con semisonrisa cínica, la estudia un poco y la invita a su casa, a la noche, �para que se la cuente�. La chica y la novela resultan demasiado, y al cabo de un rato Steele renuncia a ambas, guardando para mejor ocasión el bourbon y la robe de chambre. A la mañana siguiente, la chica aparece asesinada. Sospechoso principal: Bogart, por supuesto. De aquí en más, Ray sigue el hilo de la investigación criminal y echa sombras de sospecha sobre Steele, un tipo violento y pendenciero y con raptos de locura asesina. Lo interesante es que Ray se identifica claramente con él, pintándolo como un sujeto sensible, culto e inteligente en un mundo de mercachifles. No hay más que pensar en James Dean en Rebelde sin causa para seguir el hilo del personaje. La diferencia es que Steele está de vuelta, y no en el mejor de los sentidos. Como en Rebelde sin causa también, la posibilidad de redención viene dada por el amor. Tan pasional como allí, el amor tienelos rasgos de Laurel, actriz de segunda a la que encarna la notable Gloria Grahame, esposa de Ray por entonces. Todo un icono del cine negro, Grahame compone aquí un personaje femenino absolutamente impensable para el género y para el Hollywood de entonces y de ahora. �Sos distinta�, le dice Bogart. �Ni copetuda, ni bonita, ni cursi.� La relación entre Steele y Laurel, hecha de sobreentendidos, inteligencia y algunos de los diálogos de pareja más filosos que haya dado el cine, es moderna aún hoy. Demasiado anómala para durar, en medio de ese lugar solitario que nombra, poética y melancólicamente, el título original.
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