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ARGENTINA

Ganó Bien

Argentina ganó bien. Es decir: está bien que haya ganado Argentina y no haya sido empate ni victoria boliviana. Porque lo mereció, y aunque los mereciómetros no existen, cualquiera sabe de qué estamos hablando. Por eso, cabe puntualizar diez motivos o reflexiones para no abrirse las venas de depresión pospartido.

Por Juan Sasturain, El Bueno

1 Si la hubiéramos embocado de entrada, hubiera sido distinto. Incluso si hubiera entrado no al principio del partido –que tantas oportunidades no hubo– sino en el comienzo del segundo, en que durante cinco o seis minutos fuimos (por una vez) una maquinita. Un gol ahí, de Ortega o del Piojo, que las tiraron alto, hubiera simplificado todo. Y eso es cuestión exclusiva de suerte. En otros partidos, entra; ayer, no.

2 En partidos así se suele terminar peor que ayer. Los partidos “así” son los mismos que Boca o River pierden de local una o dos veces por campeonato ante rivales débiles: Gimnasia de Jujuy o Argentinos o Ferro, etcétera. Después de todo, el gol de Gustavo López fue legítimo, de buena factura, no hubo un bombeo ostensible a favor del brasileño Rezende –el “penal” de Ayala no fue tal– y comparado, por ejemplo, con el agónico triunfo con penal de Albrecht tras múltiples amagues en esa misma cancha, hace treinta años por la frustrada eliminatoria del ‘70, lo de ayer fue un paseo...

3 El Piojo López no jugó mal como otras veces en que hace goles. Es cierto que López jugó un partido entero con Argentina apretándolo en el último tercio o cuarto de la cancha, cuando él necesita una cancha de polo para rendir mejor. Sin embargo, y pese a eso, no se puso en offside, picó con oportunidad un montón de veces haciendo la paralela al área y trató de variar las habilitaciones, cortas y largas; no centreó ciegamente como otras veces. Y pateó al arco con bastante precisión. Bien: pese a todo, no la embocó, como ha sucedido en partidos en que jugaba horrible.

4 El equipo no tiró pelotazos. Aunque lo hizo mal (lento o excesivamente apurado, sin cambio de ritmo), Argentina siempre buscó la maniobra coordinada. Faltaron –por suerte– esas habituales seudo habilitaciones desaforadas de Ayala o Samuel desde la casa, o los tres dedos o dos y medio del Verón más displicente que en su momento hemos deplorado. No hubo nada de eso: se trató de jugar, de encontrar el resquicio con cortadas y desbordes con centro atrás, con disparos de afuera. No se dio, pero los principios estuvieron.

5 Batistuta no jugó mal, como otras veces que juega solo y suele convertir. Se fue primero de la cancha y con bronca el goleador. Pero no estuvo mal durante los noventa. Se movió, no chocó ni pateó tapado o ciegamente como algunas veces. Cuando tuvo sus tiros libres los ejecutó con precisión y uno de ellos, el segundo, que dio en el travesaño, debió ser golazo y gloria. Por lo menos en cuatro oportunidades no alcanzó la pelota por un pelito: de cabeza, con la suela, en las manos del arquero, ahí... Si hubiera hecho dos goles –y fue una cuestión de centímetros– diríamos qué grande Bati y qué grande Argentina.

6 El equipo ganó pese a que ni Verón ni Orteguita ni Zanetti estuvieron en el nivel de los últimos tiempos. Es un handicap muy grande que los presionadores, los desequilibrantes y los conductores de partidos anteriores hayan estado por debajo de lo habitual. No uno sino todos ellos. Y es un mérito colectivo haber podido sobrellevar esa circunstancia, porque fue evidente que la Brujita no estaba ni tan activo ni tan preciso como en los últimos partidos, y que al Burrito le costaba desequilibrar. También Zanetti hizo muy pocas veces lo que suele cuando se toma el avión en ataque. Es que la comparación se establece con el partido –el primer tiempo– contra Chile, y con esa referencia se entiende que todo haya costado más. Y no obstante se ganó.

7 En ningún momento se enloquecieron. Se puede decir, acaso, que faltó precisamente un poco de decisión de salida para presionar y un poco de desafuero, de vértigo y urgencia sobre el final, cuando había queconvertir: algo de locura para ir a buscar sí o sí. Sin embargo, muchas veces se ha criticado esa actitud de “a la carga, Barracas” que ayer no se vio. Los recursos de ataque siempre fueron los mismos y no hubo “heroicas ni demagógicas” ni desequilibrios por arranques individuales sino intento de jugar, dentro de la ortodoxia.

8 Bolivia hizo bien lo suyo, y fue más que Chile y Venezuela. Parece que sí, nomás. Ya a Uruguay lo complicaron en el Centenario y merecieron ganarle a Colombia en La Paz. Ayer, sin Platini Sánchez, igual intentaron jugar y no se tiraron atrás sino cuando los empujaron. Argentina no los pudo presionar como a Chile. Y el diestro Baldivieso, el Diablo –al principio– y Cristaldo la supieron tener de a ratos y habilitar a dos puntas que obligaron en el mano a mano. El arquero, además, se atajó todo. Ante ellos, Argentina dominó siempre y debió hacer más goles.

9 Los jugadores estuvieron distendidos. Simeone no jugó con un cuchillo entre los dientes sino con una cuchara; y eso es saludable para los principios del fair play. Esa actitud relajada aunque no displicente hizo que el partido no tuviera un componente angustioso, pese a que el resultado tardó en concretarse. Argentina pareció desdramatizar el desarrollo más allá de que los bolivianos se caían como bolos y querían enterrarse en el pasto cada vez. Y, pese a todo, se llegó al triunfo.

10 Argentina entrenó demasiado. Es una buena y última razón para comprender lo que pasó. Ya lo hemos dicho otras veces: “No se entrenen que es peor”. El exceso de tiempo disponible para preparar estrategias y movimientos, mirar videos y escuchar al siempre persuasivo Bielsa hace que los jugadores sepan demasiado. Y como ha explicado sabiamente Chesterton, eso no hace precisamente la felicidad. Y, sin embargo, un equipo que ayer no fue feliz jugando, igual ganó. Démonos por satisfechos.

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