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�La fama es lo peor que te puede pasar: provoca envidia y achaques�

Ibrahim Ferrer recorre Europa con el prestigio ganado luego de �Buena Vista Social Club�. Pero a los 73 años prefiere no fiarse del éxito.
Por Miguel Mora
Desde Madrid

t.gif (862 bytes)  Su piel es color betún, pero tiene sangre china (se le ve en los ojos), francesa (en la elegancia) y española (el apellido y la simpatía). Ibrahim Ferrer, cantante desde los 13 años, ha alcanzado el éxito a los 70 años. Ahora tiene 73, y dice que la fama “es lo peor que te puede pasar: provocas envidias y eso te produce muchos achaques”. Pese a todo, el artista cubano comenzó a recorrer media Europa presentando su disco Buena Vista presenta Ibrahim Ferrer, dedicado a su esposa, Caridad Díaz Surita, sus 7 hijos, sus 13 nietos y sus 5 bisnietos. Aunque resulte extraño, se trata del primer CD (distribuido fuera de Cuba, claro) de este cantante sutil, inspirador, capaz de enamorar a cualquier dama. Al menos, eso dice Ry Cooder, su productor, que lógicamente omite los discos que Ibrahim grabó, solo o con conjuntos, muchos años atrás, y que a duras penas sobreviven en grabaciones precarias entre los cubanos. La realidad, además, es que Ibrahim Ferrer se había jubilado de cantar en 1994, de puro cansancio. “Ya estaba limpiando zapatos para pagarme el trago y el puro y completar la pensión que me quedó, cuando Ry Cooder vino a buscarme para Buena Vista Social Club”.
Luego, esa fabulosa mina multimedia de talento y de dinero ha metido a Ferrer (y a otros olvidados, como Rubén González, Compay, Elíades Ochoa u Omara Portuondo) en la senda del éxito mundial. Después de 53 años de cantar para auditorios cubanos, “aunque fuimos una vez a París y a la Unión Soviética” –aclara con orgullo–, después de trabajar 15 días como albañil en la construcción del hotel Habana Libre, y otros 15 en el Túnel de La Habana, Ferrer acaba de recorrer Estados Unidos –”fue muy bien, parece que tienen deseos de que volvamos”–, y está a punto de recorrer Europa (Portugal, Francia, Inglaterra –Royal Albert Hall–, Italia, Alemania y Suiza). La gira arrancó en La Coruña, y pasó por teatros de hasta 6000 localidades (a 29 dólares cada una). En el tramo español hizo, en esta primera fase, tres conciertos, en Madrid, Murcia y Málaga. Sus actuaciones fueron un éxito, y volverá el mes que viene, estando confirmados shows en Huesca, y en Barcelona. Públicos de todas las edades vibraron y se emocionaron con sus canciones, muchas de las cuales están incluidas en su disco: “Canta Marieta” (grabada con la guitarra de Elíades Ochoa), “Bruca Maniguá” (afro/son), “Herido de sombras” (bolero), “Mami me gustó” (son montuno), “Nuestra última cita” (bolero), “Aquellos ojos verdes” (canción), “Qué bueno baila” usted (son), “Como fue” y “Silencio” (bolero, registrado con la gran Omara Portuondo).
Todo empezó hace casi 60 años, en 1941, cuando Ibrahim se quedó “huérfano de mamá” y tuvo que lanzarse “a buscarse la vida”. Había nacido en un baile (“bueno, nací en mi casa, pero empecé a nacer en una fiesta: mi madre era muy bailadora”, dice con ese espíritu entre jocoso y pícaro que supo retratar tan bien Wim Wenders en Buena Vista...), así que decidió subirse al escenario una Nochevieja con un “sextetico” llamado Los jóvenes del Son. “Luego vinieron muchos más. Jóvenes unidos, el Conjunto Wilson, Todo sorpresa, La maravilla de Beltrán, el grupo de Pacho Alonso, Mariano Mercerón, Beny Moré, Los bocucos... Hasta que me cansé. Sí, siempre tuve esperanzas de hacer esto, pero no me dejaron. Ahora espero que el destino no sea cruel y me deje demostrar más todavía. He logrado lo que siempre yo anhelaba: que mi nombre saliera en la portada de un disco. Yo ya me conformo con eso. Pero no sé, chico, esto de la fama es lo peor que hay. Yo soy bruto y no entiendo esta acogida”, dice, mientras todavía suenan los aplausos de su última actuación.

 

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