Por Cledis Candelaresi
El plan de presunto salvataje para Aerolíneas Argentinas que
la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales de España acaba
de presentar al gobierno argentino amenaza transformarse en un dibujo
contable, más que en un verdadero rescate de la compañía.
Según aseguró el ministro de Infraestructura a Página/12,
la SEPI, accionista mayoritaria, propuso capitalizar la tambaleante empresa
en 1200 millones de pesos. Pero el propio análisis de los balances
contables relativizaría la magnitud de ese supuesto auxilio, ya
que casi 500 millones figuran como aportes irrevocables de los accionistas.
Algo ya pusieron, fue el lacónico comentario que Nicolás
Gallo formuló ante este diario.
Tal vez inquietos por la posibilidad de que las declaraciones del ministro
generen expectativas exageradas, portavoces de la SEPI negaron ayer a
la agencia española EFE que hubiesen formulado su propuesta definitiva,
la que, prometieron, estará detallada en días. Sin embargo,
Gallo precisó ante este diario las grandes líneas del programa
salvador, que también incluye un plan de negocios y una serie de
reclamos al gobierno argentino para que abarate los costos aeroportuarios
y levante el embargo que pesa sobre los aviones de la aerolínea.
Pero con una deuda de entre 600 y 800 millones de pesos (según
los conceptos que se computen), lo central es la capitalización.
De los 1200 millones de dólares, el Estado argentino debería
aportar al menos 60 millones, correspondientes al 5 por ciento del paquete
accionario en su poder. La primera incógnita es qué pasará
con el 10 por ciento en manos del personal, que corre el riesgo de licuarse
con esta movida. Pero lo que podría transformar al esbozado plan
español casi en un bluff son los dos aportes de capital irrevocables
realizados con anterioridad.
Uno de ellos tuvo lugar en el año 1994, cuando Iberia realizó
un aporte de 382 millones de pesos para sostener la compañía
que ella misma había cargado de deudas al comprarla. De ese modo,
la firma hispana se quedó con el 85 por ciento de la sociedad,
de la que luego cedió una porción a American Airlines. Justamente,
la segunda capitalización tuvo lugar en mayo del año pasado,
cuando ingresó esta compañía estadounidense a la
sociedad. En esta ocasión, el aporte fue de 100 millones.
Pero para que esos aportes se formalicen, es necesario que pasen por lo
menos cinco años: entonces, lo que contablemente era una especie
de deuda de la sociedad hacia los accionistas, efectivamente se transforma
en capital. Para Luis Piotti, secretario gremial de la Asociación
de Pilotos de Líneas Aéreas, éste es el mecanismo
que le permitiría a SEPI computar casi 500 millones de pesos a
cuenta de aquellos 1200. Cualquier especialista en balances da fe
de que eso es así y que ese dinero debe descontarse de cualquier
propuesta que hagan los españoles, aseguró. El resto
de los gremios del sector, que ayer esbozaron su plan alternativo al de
SEPI, consideraron que éste es más de lo mismo
y también tiene grandes debilidades en su capítulo operativo.
La propuesta del Estado español supone, entre otras cosas, que
Aerolíneas Argentinas se especialice en aquel sector del mantenimiento
en que es más eficiente y contrate el resto. Pero para el personal
técnico de la empresa eso entraña el riesgo de agigantar
el problema actual. Iberia cobra a razón de 60 dólares
la hora hombre para tareas que Aerolíneas puede realizar por 40
dólares. Así se genera parte de la deuda que tenemos con
Iberia, explican los sindicatos.
No es el único sacrificio que Aerolíneas realiza a favor
de Iberia, a la que cedió la cobertura de los rentables tramos
intereuropeos. Por esta cesión, Aerolíneas resignó
utilidades anuales por 70 millones de pesos.
El gobierno argentino aún no tendría una respuesta firme
acerca de la propuesta de los españoles, con quienes negocia resguardado
por la mayor reserva posible. Técnicos de la SEPI estuvieron en
Buenos Aires la semana pasada para entrevistarse con Gallo y su secretario
de Transporte, Jorge Kogan. Pero la visita fue casi de incógnito,
ya que los técnicos españoles eludieron a la prensa y a
los representantes gremiales. Sólo cuando éstos lograron
sorprenderlos en Ezeiza, a punto de partir hacia Madrid, arrancaron a
los funcionarios ibéricos la promesa de darles precisiones en quince
días.
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