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OPINION

El más neoliberal

Por James Neilson


Gente hábil, habilísima, estos neoliberales. Con astucia realmente asombrosa, se las han ingeniado para ubicar a uno de los suyos, Hugo Moyano, a la cabeza de la protesta contra el... neoliberalismo. Como todo estudioso de este fenómeno sabe, lo que más quieren los ultras es desacreditar de una vez por todas la idea de que quienes tienen deberían pagar impuestos al Estado para que ayude a los demás. En los Estados Unidos, los republicanos de la derecha extrema han hecho campaña en tal sentido durante muchos años, y han disfrutado de cierto éxito –en su país los impuestos son considerados malos por antonomasia– pero con la excepción de algunos fanáticos milicianos que se han hecho fuertes en lugares como Montana, ni siquiera ellos se han animado a proponer la desobediencia fiscal en escala nacional. Sí lo ha hecho Moyano, y aunque su planteo todavía no ha convencido a todos los rebeldes contra el ajuste de turno, por lo menos ha logrado incluirla en la lista de las alternativas factibles, hazaña ésta que lo haría el ídolo de la internacional anarcoliberal si no fuera por el hecho de que no sea de su interés desenmascararlo.
Claro, aquel grito supuestamente espontáneo no ha sido el único aporte del camionero, cacique de un gremio cuya sucursal norteamericana fue liderada por el benemérito Jimmy Hoffa y que en Chile contribuyó de manera decisiva a la destrucción del gobierno de aquel zurdo, Salvador Allende, al plan de adoctrinamiento neoliberal. Ya hace meses propuso rebajar de golpe los salarios de los obreros –y enriquecer a los especuladores–, devaluando para echar así la convertibilidad al basural en que se amontonan los esquemas estabilizadores fallidos. A los neoliberales no les gusta en absoluto la convertibilidad. Saben que el valor de la moneda debería ser fijado por el mercado, no por algún conjunto miserable de parlamentarios, y que si la economía argentina no está en condiciones de sostener una divisa a la vez independiente y firme sería mejor que el pueblo votara informalmente por la dolarización, algo que sin duda haría luego de un par de días de caos inflacionario. Es lógico, pues, que los neoliberales estén retorciéndose de risa: tienen motivos de sobra para festejar el buen trabajo de su representante local más activo. Gracias a él, pueden esperar que la Argentina pronto deje de ser lo que los peronistas llamaban una comunidad organizada porque se habrá convertido en una utopía en que, gracias a una rebelión fiscal popular, no quede ni un vestigio de aquel invento maligno y colectivista, el Estado nacional.

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