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LA CORTE SUPREMA DE EE.UU. ANULO LA SENTENCIA CONTRA EL CORDOBES VICTOR SALDAÑO
El “error” de la condena a muerte

En su fallo, la Corte reconoce que en la sentencia que condenó a Saldaño a morir con una inyección letal se cometió un error, al admitir criterios de discriminación racial: consideraron que era más peligroso por ser hispano. Ahora se deberá convocar a una audiencia en Texas para imponer una nueva condena.

Por Eduardo Videla
t.gif (862 bytes)  Víctor Hugo Saldaño (28) le ganó la pulseada a la muerte. Le torció el brazo nada menos que a la Justicia de los Estados Unidos, que tuvo que reconocer, a través de un fallo de la Corte Suprema, que en la sentencia que lo condenaba a morir por medio de una inyección letal se había cometido un “error”. El máximo tribunal les dio la razón a los abogados del argentino, que cuestionaron el fallo por haber sido aplicado con criterios de discriminación racial: por su condición de hispano, era un individuo peligroso y debía morir. Saldaño, acusado de asesinar a un hombre, ya estaría muerto –la pena debió cumplirse el 18 de abril último- de no ser por la tenacidad de sus dos abogados norteamericanos y la actitud del gobierno argentino, que en cuatro meses lograron revertir la historia. Ahora, la Corte estadounidense le ordenó al estado de Texas convocar a una audiencia para imponer una nueva pena.
“No dejes de venir a verme. Ya no creo en las instituciones sino sólo en las personas”, le dijo Saldaño ayer a la tarde a Horacio Wamba, el cónsul argentino en Houston, que lo fue a visitar a la prisión de Huntsville para comunicarle la novedad. Wamba fue el verdadero motor de esta pulseada: llegó a Texas hace cuatro meses con la obsesión de salvar al compatriota condenado a muerte. Y lo logró.
Saldaño fue condenado a muerte en julio de 1996 en la ciudad de Mc Kinney. Ocho meses antes, en noviembre de 1995, junto a un compinche mexicano, había asaltado a Paul King, un vendedor de computadoras, en un almacén de Dallas. El hombre apareció muerto en un bosque, con cinco balazos. Le habían robado un reloj de plástico y 50 dólares.
Asistido por un defensor oficial que no hablaba castellano y que sólo tuvo con él dos audiencias antes de la condena, Saldaño llegó a la sentencia en el mayor de los desamparos. Y la pericia psicológica realizada por el psiquiatra filipino Walter Quijano arrojó que el cordobés era “peligroso para la sociedad” e irrecuperable, sobre todo, por su condición de latino.
En ese argumento se basaron los fiscales para pedir la condena a muerte, y el tribunal se hizo eco de la demanda. Tras la apelación, la Corte en lo Criminal de Texas confirmó la sentencia en noviembre de 1999.
El argentino era un habitante resignado del corredor de la muerte cuando, a mediados de 1998, recibió el primer gesto sensato para sacarlo del pozo: los abogados Juan Carlos Vega y Carlos Harabedian, en representación de su familia, presentaron ante la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos una demanda contra los Estados Unidos “por haber dictado una sentencia en un juicio viciado por múltiples defectos, entre ellos, la violación de la convención contra la discriminación”, explicó el abogado Vega a Página/12. En marzo de este año, la CIDH decidió iniciar una causa contra el estado norteamericano, la primera iniciada por un ciudadano extranjero.
En febrero de este año, la vida de Saldaño ya tenía plazo fijo: el tribunal dispuso que debía ser ejecutado el 18 de abril. Pero días después, los prestigiosos abogados norteamericanos Stanley Schneider y Thomas Moran, contactados por el cónsul argentino en Houston, se hicieron cargo del caso –trabajando ad honorem– y presentaron un doble recurso ante la Corte Suprema Federal: pidieron la suspensión de la ejecución y, a la vez, la anulación de la sentencia. A principios de marzo, el máximo tribunal aceptó revisar el caso y suspendió la ejecución.
Luego sobrevino lo increíble: el propio estado de Texas, a través de su Procuración, admitió a principios de mayo que se había equivocado. Lo que parecía imposible estaba a punto de concretarse. Y el milagro ocurrió ayer: la Corte ordenó que se convoque a una nueva audiencia para revisar la sentencia. “Es injusto que la fiscalía utilice estereotipos raciales y étnicos para conseguir una pena de muerte”, dice el fallo.
En la Cancillería argentina anotan la resolución como un éxito propio. “Hemos revertido una situación de descuido total por la suerte de unapersona y hemos apostado a salvarle la vida”, dijo a Página/12 el embajador Leandro Despouy, representante especial para los Derechos Humanos de la Cancillería.
En su haber, los funcionarios apuntan además la presentación realizada por la Argentina hace un mes, con el apoyo de doce países de América latina, ante la Corte Suprema, con lo que el Gobierno se convirtió en querellante.
Para los abogados cordobeses de la familia de Saldaño, queda el honor de haber tirado la primera piedra. “Fuimos los primeros que denunciamos que en esta condena hubo discriminación racial”, destacó Vega. “Es que el sistema judicial norteamericano es el más garantista del mundo –concluyó-, pero las garantías no son iguales para todos.”

 

El camino de Saldaño

El 25 de noviembre de 1995, Víctor Saldaño junto a un amigo mexicano secuestró al vendedor Paul King y lo mató de 5 balazos. Medio año después, fue condenado a muerte por inyección letal, sentencia que se fijó para el 18 de abril de 2000.
En mayo de 1999, el consulado argentino en Houston contrató a un nuevo equipo de abogados, en el que figura Stanley Schneider, experto que ya liberó a tres condenados a la silla eléctrica, para presentar nuevos recursos en favor de Saldaño.
En el mes abril de este año y en una sucesión de procedimientos que hicieron respirar hondo al cordobés, la Corte Suprema de Estados Unidos suspendió la ejecución para analizar los argumentos de la defensa. En una actitud sin precedentes, la corte del Estado de Texas reconoció que hubo irregularidades en el juicio, ya que la sentencia fue dictada en base a la pericia psicológica, que menciona el ser latino como un factor agravante por el que Saldaño merecería la pena de muerte. Además, en el jurado, sólo un miembro era de nacionalidad latinoamericana contra 11 norteamericanos y el abogado de oficio que el gobierno estadounidense le asignó, no hablaba español, no presentó testigos y sólo tuvo una entrevista con su cliente.
El 21 de mayo del 2000 el Papa se sumó a la defensa del argentino, además de 12 países latinoamericanos que firmaron un escrito en apoyo de Saldaño, como parte interesada en el juicio.

LIDIA GUERRERO, LA MADRE DE SALDAÑO, EN BUSCA DE JUSTICIA
“Nunca pensé que lo fueran a matar”

Por Mónica Gutiérrez
Desde Córdoba

Víctor Hugo Saldaño ya no está condenado a muerte. Lidia Guerrero, su madre, lo supo ayer a las cuatro y media de la tarde, cuando regresó a su casa del barrio SEP, en la capital cordobesa, y su hija Sandra le dio la noticia. “Estoy muy contenta porque se ha hecho justicia en Estados Unidos”, le dijo a este diario. La acción de funcionarios y abogados han logrado mover la estructura de la Justicia norteamericana, pero nada hubiera pasado si ella, cuatro años atrás, no hubiera comenzado una lucha denodada por demostrar que Víctor había tenido un juicio injusto. “Cuando volví de presenciar el juicio en EE.UU. yo sostuve que el proceso había sido un circo, que mi hijo no había tenido defensa y que se había cometido una gran discriminación”, señaló, recordando que la condena que Saldaño recibió en julio de 1996 por haber asesinado a un comerciante en el estado de Texas. En aquel momento tuvo un defensor oficial que no hablaba español, que sólo vio dos veces al acusado y que toleró la discriminación racial como argumento para justificar una condena a muerte: según el tribunal, por ser latino Saldaño era peligroso para la sociedad norteamericana.
Lidia Guerrero no se dio por vencida y comenzó una travesía judicial prácticamente imposible: “Yo debía luchar por lo que me indicaba mi sentido común, porque no soy una técnica en leyes y no entiendo inglés. Pero esto me da la satisfacción de que no estaba equivocada”. Eternamente agradecida a los abogados cordobeses Juan Carlos Vega y Carlos Hairabedian, la madre de Saldaño sabe que se acaba de producir un milagro, ya que el pronunciamiento de la Corte norteamericana es extremadamente inusual. “Mis abogados me apoyan gratuita y desinteresadamente, sólo por afán de justicia”, aclaró. Su hijo está preso en la cárcel de máxima seguridad de Terrell, donde comparte con cientos de condenados a la pena capital la llamada “death row” (fila de la muerte). La anulación de la condena podría cambiar la situación de Saldaño y ésa es la esperanza de la madre: “Lo que a mí me interesa es que mi hijo sea pronto sacado de la fila de la muerte y pase a una cárcel donde pueda vivir más humanamente y poder ir a verlo si el gobierno argentino colabora”. La gestión de ayuda oficial para que Guerrero viaje a visitar a su hijo está hecha desde antes de abril, cuando todos pensaban que, como estaba previsto, el fatídico 18 se cumpliría con su ejecución.
Sin saber de leyes, la madre cree que el nuevo juicio podría apoyarse en que “en el momento de cometer el hecho no estaba en sus cabales, estaba ebrio y también drogado, eso no se mencionó en el juicio que tuvo. Mi interés es que mi hijo tenga defensa, como todo ser humano; quiero mostrar que no es una persona irrecuperable, porque considero que para aplicar la pena de muerte debe haber pruebas contundentes que demuestren que esa persona es peligrosa e irrecuperable para la sociedad”.
Mientras atiende su pequeño negocio en el mismo barrio donde vive con su hija y al mismo tiempo charla con los periodistas, Lidia parece tener más fuerzas y certezas de las que demuestra. “Si tengo que decirle la verdad, aun cuando era pública la fecha de ejecución del 18 de abril, yo en ningún momento sentí que a mi hijo lo fueran a matar, tengo una gran fe en Dios y yo lo he puesto en manos de él para que haga lo que sea su voluntad.”

 

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