Por Luis Matías
López
Desde Moscú
Por primera vez en la historia, un presidente norteamericano se dirigió
a la Duma (Cámara baja del Parlamento) y, a través de ella,
a todos los rusos, que pudieron seguir su discurso por televisión.
Casi sin leer, Bill Clinton señaló que el tránsito
de Rusia hacia la democracia y la economía de mercado es uno de
los acontecimientos más importantes de los que ha sido testigo
en su vida, y sin duda marcará la historia del siglo XXI. Estados
Unidos, añadió, ayudará a Rusia a recorrer ese largo
y complicado camino. Los diputados, que le oyeron expresar muchas opiniones
que no comparten, retribuyeron su puesta en escena con aplausos corteses,
aunque no entusiastas.
El presidente de EE.UU. aludió al tema clave de la cumbre, sobre
el que no ha habido avances sustanciales, al defender la necesidad de
que su país se dote de un sistema antimisiles para defenderse de
países potencialmente terroristas. Estimó, no obstante,
que eso no tiene por qué socavar, como teme Moscú, las raíces
del tratado ABM antimisiles balísticos (aunque obligaría
a enmendarlo) ni poner en peligro la estabilidad estratégica y
el proceso de desarme.
Clinton señaló como logros importantes de su cita en la
cumbre con Vladimir Putin los acuerdos para crear un centro de detección
temprana del lanzamiento de cohetes y de reconversión de 68 toneladas
de plutonio susceptibles de facilitar la fabricación de miles de
armas nucleares. Defendió la actuación de la OTAN en Kosovo
(una herida que sigue abierta) y criticó como amigo
una guerra, la de Chechenia, que causa demasiadas muertes de civiles sin
que haya ni rastro de que se busque una solución política.
También prometió respaldar la candidatura de Rusia al ingreso
en la Organización Mundial de Comercio, que ya abre sus puertas
a China, con objeto de que se supere la anomalía de que sea el
único gran país industrializado que quede al margen de este
sistema económico global.
Su valoración sobre el actual rumbo económico fue positiva.
Pero aconsejó que se reduzca la excesiva dependencia del petróleo
y de las materias primas. Es precisamente gracias al aumento espectacular
del precio internacional del crudo por lo que la economía de Rusia
ha podido despegar desde la crisis de agosto de 1988.
Por su contenido y por su tono fue un discurso de tono paternalista que,
por ejemplo, hizo exclamar al ultranacionalista Vladimir Zhirinovski:
Que levante el bloqueo de Irak, se retire de Yugoslavia y deje de
intervenir en los asuntos internos rusos. La prensa rusa era ayer
pesimista en su valoración del resultado de la cumbre ruso-norteamericana.
Los problemas no han sido resueltos, señalaba Vremia
Novosti. Una visita innecesaria, concluyó Vedomosti.
Adiós a Chernobyl
Desde Moscú, Bill Clinton viajó directamente
en visita oficial a Ucrania. Y el presidente Leonid Kuchma aprovechó
la llegada de su colega norteamericano a Kiev para un anuncio
que era muy esperado en Europa: el 15 de diciembre la central
nuclear de Chernobyl, donde se produjo el peor accidente en la
historia de la utilización pacífica del átomo,
dejará de funcionar para siempre. Clinton, por su parte,
anunció que dará 78 millones de dólares para
ayudar a reforzar la seguridad en la central ucrania. El 26 de
marzo de 1986 explotó el reactor número cuatro de
la central nuclear ucrania de Chernobyl. La radiactividad liberada
alcanzó, según cálculos de los especialistas,
niveles 100 veces más altos que después del estallido
de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Las víctimas inmediatas
de la explosión fueron relativamente pocas: 32 personas.
Pero Chernobyl continuó matando silenciosamente. Un reciente
informe de la ONU constató que la contaminación
se extendió en un áerea de 155.000 kilómetros
cuadrados, repartidos entre Bielorrusia, Ucrania y Rusia y a un
provisorio total de siete millones de personas.
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