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El embargo que los mismos americanos están rompiendo

Teóricamente, hay un embargo norteamericano contra Cuba. Pero, según explica esta nota, los propios estadounidenses están acabando con él, desde la gente común hasta los hombres de negocios.

Fidel Castro con el senador brasileño Antonio Magalhaes.
En 1999, 28.000 residentes de EE.UU. fueron a Cuba �por izquierda�.


El País de Madrid
Por Mauricio Vicent
Desde La Habana

t.gif (862 bytes) La escena tiene lugar en la barra del famoso restaurante El Floridita. Es domingo, y Alejandro, joven maestro de cantineros, prepara un daiquiri doble sin azúcar. Un �Papa�, el trago que Hemingway creó e inmortalizó al consumirlo por barriles en La Habana. Hay varias personas acodadas en el mostrador; algunas hablan inglés, entre ellas una chica rubia de California que toma notas mientras apura su vaso. No tiene reparos en admitir que ha llegado aquí violando el embargo: �Quería conocer Cuba, y como no se puede legalmente, he venido por mi cuenta, a través de un tercer país�.
Al igual que Jenny, en mayo un millar de ciudadanos norteamericanos viajaron a la isla ilegalmente. Una buena parte de ellos pasaron por esta catedral del alcohol en busca de las huellas de Hemingway (el mito obliga). �Cuando a uno le prohíben algo, siente más curiosidad�, dice Thomas, otro yanqui audaz que se encuentra en Floridita. Bajo los efectos dulzones del daiquiri, la gente se desinhibe, habla: �Ni embargo, ni política, ni nada. ¿Por qué los norteamericanos somos los únicos ciudadanos del mundo que no podemos pasar unas vacaciones en Cuba?�, articula Thomas. Su �reflexión�, empapada en ron, adquiere más sentido cuando a uno le cuentan que, si el embargo se levantase mañana, un millón de turistas de EE.UU. podría visitar la isla el primer año.
A los funcionarios de EE.UU. les gusta decir que los norteamericanos no tienen prohibido viajar a Cuba. El problema, dicen, es que no pueden gastar dinero, a no ser que obtengan una licencia del Departamento del Tesoro a la que sólo tienen derecho ciertas categorías de personas (periodistas, artistas, científicos, funcionarios en misión de trabajo, académicos y cubanoamericanos). Y hasta estos �privilegiados� tienen como límite máximo de gastos 100 dólares diarios, incluyendo hotel, comidas y taxis. Las sanciones a las que se arriesgan los violadores son severas �multas de miles de dólares y penas de hasta 10 años de cárcel�, pero éstas no impidieron que el año pasado viajaran 28.000 residentes en EE.UU. violando el embargo. La cifra es de John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial EE.UU.-Cuba, organización que se dedica a proporcionar información a empresarios norteamericanos sobre las oportunidades de negocio que ofrece Cuba. Según Kavulich, el año pasado visitaron la isla 150.000 norteamericanos o residentes en EE.UU., y de ellos, un 19 por ciento lo hizo sin autorización oficial.
El interés de los turistas norteamericanos no es menor al que tienen los empresarios por hacer negocios en Cuba. Kavulich afirma que el año pasado 2800 norteamericanos viajaron a La Habana por asuntos de negocios, mientras que la cifra podría llegar a 3400 este año. Las estimaciones del presidente del Consejo EE.UU.-Cuba son quizás demasiado optimistas (de los 150.000 residentes o ciudadanos norteamericanos que viajaron a Cuba el año pasado, el 92 por ciento era cubanoamericano), pero lo cierto es que son reflejo de una realidad incuestionable: cada vez es mayor el interés de empresarios y políticos en EE.UU. por normalizar las relaciones entre ambos países y acabar con la política anacrónica de embargo, que perjudica sobre todo a los hombres de negocios norteamericanos.
Hace algunos días viajó a la isla una representación de la Cámara de Comercio de EE.UU. La delegación se entrevistó con funcionarios del gobierno cubano, y, antes de concluir su visita, su jefe, Craig Johnstone, declaró que tras presionar por la normalización del comercio con China, ahora la prioridad número uno de la cámara será que se flexibilice o se elimine el embargo. �Es más que hora de concentrarse en este tema�, dijo Johnstone. Señaló que el Congreso y el Senado norteamericano deben analizar esta semana sendos proyectos de ley para autorizar la venta de alimentos y medicinas a Cuba, algo que, a su juicio, sería un �buen comienzo� para desmantelar el embargo comercial que Washington mantiene sobre Cuba. Sin embargo, aunque la medida saliese adelante �algo improbable dada la furibunda oposición de los legisladores republicanos más vinculados al exilio anticastrista�, el cambio de política sería difícil de aplicar en la práctica. Sin ir más lejos, habría que revisar la prohibición que impide que los barcos que tocan la isla viajen a EE.UU. antes de seis meses, o la que afecta a las transferencias bancarias directas entre Cuba y Estados Unidos. Pero, si los obstáculos para derribar el embargo son grandes, también lo es el interés en EE.UU. porque eso ocurra. �La isla dedica anualmente 800 millones de dólares a comprar alimentos y insumos médicos en el extranjero. En condiciones normales, estas compras se harían en EE.UU., tanto por la cercanía como por la competitividad de los precios�, indica un economista cubano.
Muestra de este interés son los �viajes políticos�. En lo que va del año, cerca de 50 congresistas y senadores de ambos partidos han viajado a la isla. Y lo mismo han hecho numerosos grupos empresariales. La semana pasada estuvieron los representantes de la poderosa asociación de cultivadores de arroz de Arkansas EE.UU., y esta semana viajó a Cuba una delegación de la US Wheat Asociates, organización que se dedica a la promoción de la venta del trigo norteamericano. Para más evidencias, ayer comenzó en la localidad mexicana de Cancún �y seguirá los días 9 y 10 en La Habana� la cuarta Cumbre EE.UU.-Cuba de hombres de negocios, en la que participarán 65 empresarios norteamericanos, entre ellos el presidente de la Pepsi-Cola, Roger Enrico, y altos funcionarios de Caterpillar Inc., entre otras importantes compañías. �Es interesante que haya gente al otro lado del estrecho buscando acabar con el bloqueo �declaró Castro la semana pasada al recibir a un grupo de congresistas de EE.UU.�. Supongo que hay ciertas cuestiones que por su cuenta comienzan a erosionarse�, agregó el mandatario. Afirmó también que son los propios empresarios estadounidenses los que más desean abrirse nuevos mercados, y por eso exigen a Washington que ponga fin a su política de hostilidad hacia Cuba.
Sean chicas de California o senadores por Arkansas los que presionan, cuando están en Cuba, uno los puede ver tomando tragos de ron el domingo en el santuario de Floridita. Con el daiquiri en la mano, pobres y políticos influyentes coinciden en que si EE.UU. en verdad quisiera que Cuba se abriese, terminaría ya con el embargo. 

 

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