Por Mónica Maristain
Desde México
�El otro día alguien me estaba haciendo notar mi buen humor�, confiesa Fito Páez. Acaba de liderar un show multitudinario al aire libre, en el Monumento a la Revolución, y no tiene ni uno de sus tics del período de star. Antes, había llenado el Teatro Metropolitan, de esta capital. �A veces, en mi vida, me he impacientado cuando las pruebas de sonido, las notas, los conciertos, las salidas hasta no sé qué hora me mandaban a mí, no yo a ellas. Pero ahora me digo ¿cómo no vas a estar feliz si andás por el mundo tocando tu música, con gente amiga, conociendo personas? En esta etapa de mi vida, y no siempre ha sido así, es muy difícil no disfrutar de lo que hago. Además, esta vez tengo un grupo muy vivo, en el mejor de los sentidos, lleno de tensiones también. Y en estas aguas me muevo con mucho placer y creo que eso es lo que se transmite desde el escenario.�
Feliz por haber cumplido finalmente con la asignatura pendiente de ser local en México, Fito supone que le costó llegar al corazón del principal mercado musical latinoamericano porque sus canciones no están hechas a la medida del gusto del público. �La música que hago es un poco compleja en el sentido de la armonía, de las melodías, de los textos�, supone. �O quizá no la pegue nunca del todo aquí porque vine poco, o porque las compañías no me apoyaron casi nunca.�
�Llama la atención el modo en que los mexicanos analizan, escuchan cada una de tus letras. Fito, aquí te creen todo...
�(Risas.) No deberían. De verdad que no.
�Bueno, cuidado con lo que decís porque aquí tu discurso parece palabra santa...
�Hablando en serio, eso siempre asusta un poco. A mí me mete miedo esa situación de responsabilidad. Porque si bien hay momentos en los que estás contando tu época con historias o con crónicas, siempre está la idea de la ficción dando vueltas, ¿no? Entonces, como yo no me tomo en serio en ese aspecto, me gustaría que los demás no lo hicieran. Al mismo tiempo, siempre trato de disolver con humor todo eso en los conciertos.
�Después de �Al lado del camino�, la canción que más pasan en las radios mexicanas es �La casa desaparecida�, que es argentina hasta los tuétanos.
�Eso es increíble. Incluso en el Metropolitan cuando la canté se armó un momento impresionante. Ayer lo vi a Lou Reed en un programa de televisión y alguien había comentado sobre él que lo consideraba un cantante folclórico. El dijo que sí porque él cantaba su época y las canciones folclóricas que uno recuerda son las que contaban historias de la época. Así que haciendo una analogía con las palabras de Lou Reed, creo que con el tiempo �La casa desaparecida� va a ser una canción folclórica. Dentro de muchos años esa canción se va a cantar con una guitarra y un tipo diciéndola a la manera de un payador más moderno.
�Aun siendo tan argentina se transmite y se entiende en otros lados...
�Es que lo increíble es que suceda lo mismo en todos lados. Y salvo un par de guiños como pueden ser los guiños a Perón, a Eva, al Gordo Soriano, a Boca, el resto es muy legible para cualquier tipo que hable castellano.
�Tu grupo parece haberse renovado para bien.
�Sí, la verdad que sí. Esta banda, además, está muy integrada. Creo que eso es labor un poco mía y otro poco de ellos que están muy concentrados en lo que están tocando y aportan, aportan mucho.
�Esta banda también te da resto para permitirte el barroquismo del que hablás como oposición a la austeridad que está de moda...
�Sí, claro, con estos músicos podés hacer cualquier cosa. Y me permite sacar un tema complejísimo como �Cadáver exquisito� y que suene como el primer día, y de golpe me permite hacer un tema como �Tres agujas�, irme de una cosa a otra...
�¿Te hincha un poco la moda de las canciones con tres acordes?
�Sí, la verdad que sí. Me parece que cuando es contundente una canción simple puede servir. Pero no me quiero olvidar de que esto es música y que la música es un lenguaje maravilloso, Entonces... no digo que no a los tres acordes, me encantan las canciones de tres acordes, pero no todo el tiempo. Una cosa es la austeridad y otra la falta de ideas.
�¿En México te fue mejor que en otras plazas?
�No, los conciertos vienen siendo así siempre. Después de las dos giras diabólicas de El amor después del amor y Circo Beat, aprendí que hay que hacer menos conciertos y que en cada uno de ellos tenía que salir a matar. Cuando tenía otro manager, y por la misma inercia de estar haciendo shows sin parar, me pasaba a veces que estaba en sitios donde no quería estar. Ahora logramos implementar un sistema de relación con los conciertos, por la cual cada uno de ellos debe ser extraordinario. Si no, no los hago.
�¿Sabías que estaba el cineasta Arturo Ripstein entre el público?
�El es un amigo, después nos fuimos de copas como hasta las diez de la mañana. México fue un buen rollo en todo momento. El silencio de la gente en los conciertos para mí fue muy importante. Ver la multitud al aire libre, con el calor al mediodía, pese a que sabemos que México está en plena revuelta, para mí �pagó� toda la gira.
�Sin embargo, no apelaste ni a Chiapas ni a Zapata como suelen hacer aquí, para ganarse a la gente, otros rockeros.
�Es que estoy hinchado con los que se ponen la remera y el gorrito, se disfrazan de latinos y hacen canciones demagógicas. Me hincha un poco las pelotas la onda Manu Chao. Aunque haya gente que se enoje.
EL SORPRENDENTE CRECIMIENTO DEL ARGENTINO �LANZANETAS�
Una camiseta de Central en el D. F.
Que no a la austeridad como concepto moral limitante. Que no a la austeridad como idea que convierte a todo lo demás en barroco. Que no a la austeridad que elogia a las canciones hechas con tres acordes y despreciando a aquellas que llevan un arreglo complejo. Las definiciones de Fito Páez, antes del concierto en el lujoso Teatro Metropolitan, ubicado en pleno centro mexicano, fue un preludio de la puesta en escena de esos conceptos. Y su show lo mostró como un músico esencialmente amante de la música, consustanciado de plano con la materia de la que está hecha su ya extensa trayectoria artística: trabajo y talento.
Desde que en enero un concierto íntimo a piano pelado (al que se sumó en algunos temas el bajo de Guillermo Vadalá), en el Hard Rock Café, dejó con las ganas a sus fanáticos en tierra azteca, Fito comenzó a tener presencia en las radios mexicanas. En México lo llaman el �lanzanetas� (algo así como el �escupeverdades�). Curiosamente, luego de �Al lado del camino�, la canción más escuchada fue la nada condescendiente �La casa desaparecida�. Su reflexión acerca de los argentinos prendió en las mentes de los miles de espectadores que lo siguieron a lo largo de su gira latinoamericana, lo que sorprendió al propio artista: �Cuando me decidí a hablar del barrio no me imaginé que iba a estar hablando de todos los barrios del continente�, manifestó en su gran gala azteca.
La noche del viernes se despachaba brumosa y húmeda. Un aguacero en la tarde había convertido a la ciudad en un pandemonium, pero eso no acobardó a las casi cuatro mil almas que asistieron al concierto. Sin claros en las plateas, superpoblados los pullman y el gallinero, el lujoso y bien sonorizado Metropolitan ardía en las vísperas. A las 21.30, los primeros acordes de �Abre� dieron inicio a lo que sin dudas fue una noche de conquista para Páez.
México, la figurita difícil, se hizo enteramente suyo después del Metropolitan. Y no hubo nada de menos. Desde el furioso traje rojo que vistió el magro cuerpo del rosarino, hasta la abigarrada y selecta banda de músicos que lo acompañó, pasando por invitados como Fabiana Cantilo (en �Loca tuca de Dios�) y el guitarrista Carlos García López (circo a lo Hendrix en �Ciudad de pobres corazones�), la performance-Páez en el DF fue magnífica. Todos los temas de Abre, �Tres agujas�, �Tumbas de la gloria�, �Circo Beat�, �Mariposa Technicolor�, �11 y 6�, �Yo vengo a ofrecer mi corazón� y una versión memorable de �Cerca de la revolución�, de Charly García, entre otras, completaron más de dos horas.
Pero si algo le faltaba a Fito para sacar credencial de azteca, era que el gobierno progresista del DF le entregara las llaves de la ciudad, que en este caso viene en forma de concierto al aire libre. Inhabilitado el Zócalo a raíz de las carpas que instalaron hace dos semanas los maestros, el sitio elegido fue la explanada ubicada al pie del Monumento a la Revolución. �Prepárense los que estuvieron en el concierto del viernes, porque esta vez haremos algo distinto�, manifestó el artista y sentándose al piano atacó �Cadáver exquisito�. La banda, en la que son puntales el uruguayo Nicolás Ibarburu y el bajista Guillermo Vadalá, sonó mejor que nunca: quizá ésta sea la mejor agrupación con la que haya contado Páez en su carrera. Claudio Cardone y Gonzalo Loras en los teclados, Emanuel Couvet en la batería, los cubanos Carlos Huerta, Adrián Elizardi y Juan Larrinaga en metales y Anita Alvarez de Toledo en los coros completan un notable staff de músicos.
Con ellos, Páez encendió los ánimos del público que atestó la plaza. Desde un corpiño negro (�Mi primer trofeo mexicano, gracias�, hizo notar Páez) hasta una camiseta de Rosario Central que el músico se puso de buen grado, pasando por los �Fito, te amo�, las manifestaciones de los admiradores se desplegaron a todo dar. Más de una hora y media de show fue la medida que colocó a Páez en otra frontera. Y otra fecha: principios de junio del 2000, el momento en que Fito armó y ganó su primera revolución mexicana.
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