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ENTREVISTA A LA TITIRITERA ADELAIDA MANGANI
Los otros muñecos rabiosos

La directora del Grupo de Titiriteros del San Martín explica la importancia del estreno de una obra para adultos, �Gaspar de la noche�.

Dato: �Los títeres me permitieron indagar. Me captura ese mundo inanimado, especie de recipiente de proyecciones internas. Es fascinante�.

Mangani sucedió en la dirección del grupo al mítico Ariel Bufano.
Actualmente hay varias obras de títeres orientadas al público adulto.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) ¿Cómo dudar de la fascinación que ejercen los títeres? Ellos pueden jugar sin límites cualquier escena, volar y quitarse la cabeza, o entrar y salir por infinitos espejos, como en los cuentos para niños a quienes se los asocia, aun cuando no sean exclusividad de la gente menuda. Aunque menos frecuente, el teatro de títeres para adultos existe. Actualmente hay varias piezas en cartel en Buenos Aires, a las que a partir de hoy se suma otra, Gaspar de la noche, versión libre de la obra homónima del poeta Aloysius Bertrand (1807-1841) realizada por Adelaida Mangani, titiritera, actriz y directora del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, equipo formado en 1977, bajo la tutela del fallecido Ariel Bufano, maestro en este arte.
Mangani dice haber hallado finalmente una metáfora que la conformó para llevar a escena la prosa poética de Bertrand, �heredero de la tradición romántico-fantástica del siglo XIX� y capaz de ilustrar un �universo onírico impregnado de cultura medieval�. Mangani, quien acredita un interesante repertorio de obras con muñecos para adultos, desarrolla su puesta en un plano atemporal, en un espacio donde confluyen unas mujeres insomnes, inquietas y doloridas, acaso por un desaire amoroso. �El insomnio se relaciona con el deseo insatisfecho�, precisa. Mangani tiene otro proyecto en mente: montar El pájaro azul, del poeta, filósofo y dramaturgo belga Maurice Maeterlinck (1862-1948), una apuesta que reuniría a actores, bailarines y músicos. En cuanto a Gaspar..., asocia las fantasmagorías de esta obra con las imágenes que le ha inspirado el film de Ingmar Bergman La hora del lobo. �La hora en que aparecen los fantasmas, las tres de la madrugada�, precisa.
�Para otros es la medianoche...
�Quizá por eso Gaspar... comienza con doce campanadas. 
�¿El títere es un buen aliado para transmitir ese clima?
�Sí, se puede representar lo fantasmagórico más profundamente que con el propio cuerpo, aunque acá trabajamos mucho la fusión entre cuerpos, títeres y máscaras. De todos modos, las obsesiones y los tormentos aparecen �jugados� por los títeres.
�¿Desarrolla nuevas técnicas?
�Nunca hay nada enteramente nuevo, pero sí técnicas diferentes para resolver una escena: combinaciones, adaptaciones, pequeños detalles. Por ejemplo, una de las titiriteras atraviesa con su mano el cuello del personaje Ondina y llega por dentro hasta la cabeza. 
�Algo que no se podría hacer con una actriz...
�Exacto, y que impresiona. En otros momentos usamos máscaras, como si fuesen las de un doble, y podemos mostrar un personaje con dos cabezas, o simular que sobre la cabeza hay un enano. Es una obra rara, tampoco está contada de manera convencional.
�Usted ha compuesto música para sus montajes. ¿Cómo es esa conexión entre música y obra?
�Soy pianista, pero pronto supe que no iba a convertirme en una intérprete profesional. Me atreví en cambio a componer pequeñas cosas para las obras. No de modo sistemático, sino como improvisaciones. La paleta musical que elegí para Gaspar... es casi en su totalidad impresionista y romántica: mucho piano y música de cámara. No tanto orquestal, aunque introduzco un fragmento de Pavana para una infanta difunta, de Ravel.
�¿Qué significan para usted los muñecos?
�El títere me ha permitido indagar en el teatro, despegándome del naturalismo y de lo realista. Me captura ese mundo inanimado, especie de recipiente de proyecciones internas. Para los que elegimos esta tarea, y al mismo tiempo deseamos crear mundos, el títere se transforma en algo fascinante porque nos permite armar una cosmogonía con códigos propios.
�¿Eso no los encierra? 
�No, porque si bien es cierto que uno transfiere al objeto algo interno, después, al verlo afuera, eso toma identidad. Se produce entonces un fenómeno de desdoblamiento poderoso que nos realimenta y genera nuevas emociones. Además, el títere, como �objeto� en escena, se relaciona con otros, de modo que surgen nuevos vínculos, inesperados y hasta arrasadores. Esto se ve sobre todo en los alumnos: se emocionan profundamente, y a veces se asustan. Siempre recuerdo lo que nos decía Ariel Bufano sobre estos fenómenos emocionales: �¿Qué cosa los títeres, no? Son apenas unos muñequitos, cositas nada más, y sin embargo tan descubridores�.
�¿Quizás porque no hay prevención ante ellos?
�Exacto. Creo que la emoción fluye más fácilmente porque hay menos inhibiciones y en cambio mucho placer.

 

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