UNO Juro que esto es verdad. El hombre conecta un gancho a la mandíbula de la mujer que va a estrellarse contra los estantes de Corn Flakes, Choco Krispies, Zucaritas, Froggies, All Bran y todo eso. Yo los miro de reojo mientras hago las compras y �ya me lo advirtieron� no me meto. No es asunto mío y el hombre �de unos setenta años� me noquearía sin gran esfuerzo. �Sois todas unas putas�, le dice el hombre vertical a la mujer horizontal y no creo que la frase tenga que ver con el reciente descubrimiento de que Mónica �concursante en el programa de televisión �Gran Hermano�� era también, al igual que la concursante María José, lo que aquí se conoce como �chica de alterne�. No, el hombre se refiere a otra cosa, a algo mucho más ancestral y sagrado. Difícil que la mujer golpeada �que no llora, que se levanta con la eficiencia de años de entrenamiento y vuelve al ring de su vida� sea prostituta. Es una mujer grande. Una señora. Una abuela. Un lugar a donde van a jugar los puños. DOS Hay algo extraño en los noticieros españoles de estos días. Por un lado la sucesión de buenas noticias (¿los noticieros no eran para dar nada más que malas noticias?) donde se nos habla del espectacular crecimiento económico de España, de las estadísticas que conducen hacia la utopía real del pleno empleo, de un futuro perfecto y regular. Por otro las visiones entre prehistóricas y milenaristas de una casi decena de hijos que asesinan a sus padres o amigos como forma de trascendencia mediática, de cientos ilegales africanos ahogándose en el estrecho cuando sus endebles embarcaciones naufragan rumbo a la nueva Tierra Prometida y de, sí, miles de maridos que maltratan físicamente a sus esposas. Impresionante y literalmente doloroso. Crónicas con rostro diferente, pero trama similar donde mujeres que no tienen las piernas de Julia Roberts en Durmiendo con el enemigo un día salen corriendo y lo pierden todo para no perder la vida. Esas son las mujeres con suerte, las mujeres infelices con final feliz. Las que alcanzan a llegar corriendo y con lo puesto a alguno de los centros de acogida de ubicación secreta y cuentan su historia �con anteojos oscuros y pelucas exageradas y modificando el temblor de su voz� para no ser reconocidas por la bestia que quedó suelta y afuera y ahora las demanda por abandono del hogar. Son mujeres con suerte en su desgracia. Las otras �las que no alcanzan a probarse la peluca ni esconder los ojos� caen sonriendo desde balcones, reciben puñales como si fueran caricias y �a no quejarse� son derribadas de un golpe en el supermercado en el cruce de la avenida Kellog�s con la calle Nescafé como si fuera lo más normal del mundo. Otro de esos accidentes domésticos que les ocurre a los animales domésticos. TRES Hay cariños que matan. Las cifras son inverosímiles, pero reales. En España hay dos millones y medio de esposas castigadas por sus esposos. Y éstas son, apenas, las que se atreven a asentar una denuncia. En lo que va del 2000, veintiocho de ellas murieron a manos de ese que juró aquello de �hasta que la muerte nos separe�. El 30 por ciento de las mujeres asesinadas el año pasado en España fueron casos muy fáciles de resolver porque el asesino vivía en la misma casa. Las hipótesis son varias: reacción machista a los avances de la mujer dentro de una sociedad de hombres, desesperación milenarista, quién sabe. Los números �como el crecimiento de España� siguen subiendo y resulta conmovedor ver esos programas de actividades ofrecidos por los centros municipales de los pueblos donde se ofrecen, gratis y rápido, nociones elementales de judo, defensa personal, tiro al blanco, lo que venga. Allí �yo las vi por televisión� mujeres entrenándose como marines a la espera de sus victoriosos días D o cada vez más cerca de sus apocalipsis. Ahora. CUATRO El momento más desgarrador, claro, es cuando la conductora pregunta �¿Por qué no lo has abandonado antes?� y la peluca con anteojos negros responde, con pasmosa seguridad, que �No lo sé. Tal vez porque no quería quedarme sola, no quería dejarlo solo a él. No tengo idea�. La semana pasada, en el marco de la sesión extraordinaria de la ONU Mujeres 2000, se vivió el extraordinario gag y la triste ironía de miembros de la delegación española abandonando la conferencia titulada �El papel de los hombres y los jóvenes en la erradicación de la violencia de género� porque no había traducción simultánea al español. Al día siguiente, un juez español explicaba que no era �particularmente degradante o vejatorio� atar y violar a una mujer y destacó la actitud humanitaria del agresor al ofrecerle un vaso de agua a su víctima cuando notó que ésta se ahogaba después de que él hubiera eyaculado en su boca. Ahora, aquí, en el supermercado, el hombre le da un beso a su mujer en el sitio exacto donde un minuto atrás le dio otra cosa. Ella sonríe agradecida y, juntos, del brazo, caminan hacia las cajas registradoras para pagar lo que deben. La plata la lleva él. Ella está contenta porque podría ser peor. El otro día, en el estacionamiento de un centro comercial de Madrid, un hombre enfurecido sacó un hacha y �como si fuera un árbol� derribó de un tajo en la cabeza a su mujer. Por las dudas, le cortó también varios dedos a su hijita cuando intentó defenderla. Cuando le preguntaron por qué lo hizo, contestó �golpe a golpe, verso a verso� lo mismo que algunas mujeres: �No sé. No tengo idea�. Es verdad. Ella lo vio en el noticiero.
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