Por Martín Pérez
�Señor Stokowsky, señor Stokowsky�, se escucha decir a la vocecita de Mickey al terminar el formidable corto �El aprendiz de brujo�. La imagen muestra la silueta del ratón llamando la atención del gran director Leopold tirando del dobladillo de su smoking. Acto seguido, el ratón Mickey y Leopold Stokowsky se dan la mano en pantalla, en lo que bien se puede considerar como la gran postal de Fantasía (1940), el film con el que Walt Disney pretendió poner la frutilla sobre la torta de su imperio de dibujos animados y, a cambio, recibió el único fracaso comercial de la edad de oro de su estudio.
Criticado por los puristas en el momento de su estreno y recuperado por los hippies allá por la década del sesenta a la hora de la lisergia de los hongos bailarines, Fantasía siempre fue un capricho de papá Walt, y por lo tanto cuando su hijo Roy recuperó el control del estudio y vivió el reverdecer de sus laureles en la década del noventa, era de esperarse que quisiera tener su propia Fantasía. Y finalmente aquí está: a seis décadas del estreno de aquel derroche de artesanía animada al servicio de la música clásica, Fantasía 2000 �que tuvo su estreno mundial cerca del fin de año pasado, con una orquesta en vivo tocando una exhibición pensada para los cines Imax� se transforma en una suerte de megafestejo corporativo de la empresa que domina el mercado mundial de la animación para niños.
Con presentaciones a cargo de maestros de ceremonia (Steve Martin y Bette Midler, entre otros, con un doblaje que aquí hace su presencia ridícula), el film parece en buena parte un especial televisivo exhibido en pantalla gigante. Sin la manifiesta artesanía de aquellos tiempos dorados, y con una vocación de imitación antes que de búsqueda de nuevos rumbos, el film de la factoría de Roy Disney sufre también con el hecho de que su intención de ilustrar la música encuentra en este fin de siglo innumerables competidores. Otra era la realidad allá por 1940, época en la que �pese al fracaso comercial y a un dejo de pretenciosidad�, el film original permitía al menos asomarse a un mundo imposible. Todas las imágenes parecen competir hoy por la misma música, y ése es el escenario en el que Fantasía 2000 deviene en su conjunto en un muestrario del potencial de un estudio que, pese a que le debe todo al dibujo animado, aún piensa que es necesario elevarlo artísticamente poniéndolo al lado de la música clásica.
Dejando mucho que desear a la hora de entretener �e incluso de elevar culturalmente� en comparación con los últimos trabajos de Disney (aun a pesar de que sus mejores logros artísticos en los últimos años han venido de la mano de la firma Pixar), los siete nuevos capítulos de Fantasía 2000lucen como una inconexa reunión de talentos. Por un lado se presentan ampulosas creaciones deudoras de la animación computada y la new age, y por el otro toda la descollante fantasía de la mano de Eric Goldberg, el creador de Aladino y Hércules, que imagina un inolvidable flamenco con yoyo que es de lo mejor del film. También es de su responsabilidad su rendición urbana de Gershwin con el estilo del caricaturista Al Hirschfeld, que recuerda mucho al argentinísimo Calé.
�Fábulas ecológicas� y �Soldaditos de plomo� terminan de completar un menú escaso �tanto en contenido como, por suerte, en metraje: la Fantasía original duraba casi dos horas�, reservándole un protagónico a Donald que languidece al lado del corto de Mickey original, único sobreviviente de aquel primer film. Pero Donald no es el único en no dar la talla ante �El aprendiz de brujo�: tal como sucedía en el original, Mickey humilla aquí también desde esa obra maestra de 1937 en la que Ugo D�Orsi supo estudiar cuadro a cuadro el movimiento del agua para darle realismo a una animación perfecta. Y así es como Mickey en Fantasía 2000 vuelve a saludar a Stokowsky como la primera vez, pero esta vez apenas recordando al público que había una época en la que el saludo entre un ratón y un director de orquesta era todo un logro.
La NUEVA SENSACION TELEVISIVA de los ESTADOS UNIDOS
Un millón para el que sobreviva
Por Rocío Ayuso
Desde Los Angeles
Estados Unidos tiene un nuevo fenómeno televisivo: el programa �Survivor�, que se emite una vez por semana siguiendo las aventuras de un grupo de modernos Robinson Crusoe en una isla malaya. El programa pone a prueba por un millón de dólares el instinto de supervivencia de los concursantes. En su segunda semana, �Surviror� se situó el miércoles como el programa de mayor audiencia con 16 millones de espectadores, de tal manera que la cadena CBS decidió que se repitiera el domingo. La atracción generada por estos 16 náufragos voluntarios abandonados en la isla malaya de Palau Tiga �de ellos sólo uno �sobrevivirá�, haciéndose millonario� tiene imantado a los menores de 30 años, según los estudios de rating. Este programa tendrá una versión argentina, de no mediar inconvenientes, conducida por Julian Weich.
�Survivor� (�Superviviente�) consiguió superar en audiencia esta semana al hasta ahora imbatible programa de la cadena ABC �¿Quién quiere ser millonario?�. La prensa especializada describe �Survivor� como una mezcla entre tres elementos: los �reality-show� , el programa �Real World� de la cadena MTV, que sigue todo el día a los ocupantes de una vivienda, y la novela de Daniel Defoe Robinson Crusoe. Pero ninguno de los primeros tiene un elemento introducido en �Survivor� por el productor Mark Burnett: �todas las imágenes rodadas son auténticas�.
Los 16 Robinson Crusoe fueron elegidos entre más de 6000 interesados que se sometieron a un proceso de selección que incluyó desde pruebas físicas hasta preguntas comprometidas, como si en alguna ocasión habían participado en un triángulo amoroso. Tras el fiasco de �¿Quién se quiere casar con un millonario?�, un programa de gran audiencia criticado porque sobre el novio pesaban acusaciones de abuso doméstico, las biografías de los 16 concursantes fueron comprobadas al detalle antes de su desembarco en la isla. Allí por toda compañía tienen la de los elementos naturales, incluidas ratas para desayunar.
La única parte construída de manera artificial en la isla fue el llamado �consejo de la tribu�, donde a lo largo de las 13 semanas quedará claro que el mayor enemigo de los concursantes son ellos mismos. Divididos en dos tribus y enfrentados por diferentes pruebas, cada semana los perdedores eligen a uno de su propio grupo para regresar a la civilización y abandonar la lucha por la supervivencia, el dinero y la fama. Desconocido y solitario hasta ahora, el lugar se convirtió en un nuevo foco de atención para el turismo con el rústico hotel que abre el próximo mes aprovechando lo que los �supervivientes� han dejado en sus playas y ofreciendo una experiencia similar a la de los concursantes. La diferencia es que, en lugar del millón de dólares, los turistas se marcharán de estas playas con una camiseta que diga �He sobrevivido a Pulau Tiga�.
�Cerca de la frontera�, un viaje
a ninguna parte, en tonos grises
Por Luciano Monteagudo
Eran, sin duda, tiempos difíciles. Buenos Aires en 1978, bajo el sitio de la dictadura militar, se presentaba como una ciudad cada vez más peligrosa para un periodista que quisiera expresarse con su propia voz. Eso es lo que advierte �un poco tarde, quizás, considerando que el golpe había sido en marzo de 1976� Esteban (Claudio Gallardou), que comienza a recibir amenazas anónimas a partir de una nota valiente, que se atreve a publicar con su propia firma. Su mejor amigo y compañero de trabajo, Mario (Víctor Laplace), le advierte que no son momentos para andar exponiendo la vida, pero Esteban casi no lo escucha. Su mujer lo acaba de dejar (por Mario, precisamente) y él arrastra una melancolía acorde con la noche eterna que se vive en el país. Sin embargo, cuando las cosas llegan a mayores Esteban decide subirse a un ómnibus y huir, sin rumbo fijo, como si escapara de la represión, pero también de sus fantasmas personales.
Ese viaje a ninguna parte es el motor de Cerca de la frontera, la opera prima de Rodolfo Durán, fogueado asistente de dirección (de Alejandro Doria, Miguel Pereira y Eduardo Calcagno, entre otros). El paisaje es el de La Quiaca, la última frontera a la que llega Esteban y que no puede cruzar sin arriesgarse a ser detenido. Se hospeda en la zona y, casi sin darse cuenta, se va quedando, como si hubiera encontrado un nuevo lugar de pertenencia. Allí va conociendo a distintos personajes, que sintetizan los conflictos de la época. Por un lado, a Don Javier (Alberto Benegas), un empresario hotelero con fuertes vínculos con las autoridades locales y dispuesto a usar en beneficio propio recursos naturales que son de todos. Por otro, a un cura de ideas muy personales sobre su misión evangélica (Ulises Dumont), capaz de desafiar al orden establecido y de rodearse de la madama del prostíbulo local (Leonor Manso) y de una joven militante política (Mirna Suárez), que no tardará en atraer la atención de Esteban.
Todo en Cerca de la frontera está expuesto con calidez, transparencia y honestidad, pero sin demasiados matices. Es verdad que la película evita caer en discursos panfletarios o bajadas de línea, pero es cierto también que en más de una oportunidad el film se hace obvio, reiterativo y monótono. El conflicto interior de Esteban resulta demasiado elemental y, para ser quien lleva sobre sí el peso del relato, a su personaje le falta sustancia dramática, pese a la nobleza de recursos que Gallardou pone a su disposición. Para Dumont y Manso es más fácil sacarle colores al cura y a la prostituta, pero aún así el film nunca alcanza a despegar de su uniforme gama de grises.
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