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NI EL GOBIERNO DISCUTIO EL ALTO ACATAMIENTO DEL PARO
Cuando huelgan las palabras

Con la falta de transporte como herramienta clave, las tres centrales sindicales garantizaron el primer paro general conjunto contra De la Rúa.


Por Martín Granovsky

El paro fue tan abrumador que el Gobierno ni siquiera tuvo que apelar a la fórmula del “dispar acatamiento”. Fue a la huelga el 60 por ciento de los trabajadores, según el ministro del Interior Federico Storani, o un mínimo del 85 por ciento, según los dirigentes sindicales. El resultado fue suficiente para que el Presidente Fernando de la Rúa optara por combinar realismo en el diagnóstico y miniminización en el pronóstico: “El paro fue amplio e inútil”, dijo. Y mientras los sindicalistas reclamaban un cambio de política, el Presidente insistió en su nuevo argumento de que tiene un mandato entero para cumplir las promesas electorales. No aclaró si hablaba de cuatro años o de los ocho que sugirió el senador José García Arecha.
Los gremios estatales y los del transporte fueron los que dieron la garantía de que el paro se sintiera y se palpara en la calle como una protesta masiva. Naturalmente, los sindicatos pusieron el acento en el acatamiento y el Gobierno en los casi cien colectivos quemados en todo el país, supuestamente como forma de presión gremial a los remisos frente al paro. La última fue, también, la interpretación que podía obtener cualquiera que, sin salir a la calle, solo se informara por Crónica TV. “Paro con violencia, corte de rutas y ollas populares”, sintetizaba un cartel mientras la musiquita de Radio Colonia actuaba como banda de sonido del fuego en Avellaneda, los piedrazos en Neuquén y la basura tirada en el microcentro.
Como los colectiveros, los camioneros y los aeronavegantes están nucleados en la CGT disidente de Hugo Moyano, éste pudo aumentar su capital político en la interna gremial. También la Central de Trabajadores Argentinos de Víctor De Gennaro contribuyó decisivamente a la visibilidad del paro, por la adhesión mayoritaria de los empleados de la administración central y los docentes. Y esta vez incluso los sindicatos “gordos” de la CGT tradicional, que comanda Rodolfo Daer, pudieron decir que el paro fue importante también en los centros industriales. Si el paro fue exitoso por el descontento ante la situación económica, por la iniciativa de los gremios de industria, por la falta casi absoluta de transporte público o por todo eso junto es cosa imposible de discriminar, pero la propia respuesta pragmática del Gobierno le quitó sentido a las especulaciones.
“El futuro me dará la razón”, aseguró paternalmente De la Rúa en un mensaje grabado en su despacho de trabajo en la Casa Rosada. En diez minutos pronunció tres veces la palabra futuro, cargó las tintas sobre la herencia recibida de Carlos Menem, a quien evitó nombrar y pidió que se lo evalúe en su mandato completo. Antes de que Alejandra, la locutora preferida de Mariano Grondona, diera por cerrada la cadena de radio y tevé, De la Rúa terminó diciendo que él no causó “esta enfermedad de la Argentina” pero fue elegido para administrar el remedio.
Si De la Rúa delineó de ese modo su posición ante el paro, los dirigentes de la huelga también parecieron buscar cuidadosamente las suyas. Igual que el Presidente, cada uno de los jefes de las CGT se colocó como un humilde servidor de la fatalidad de la historia.
Moyano fue el vencedor magnánimo ante la derrota del otro. “No estamos eufóricos”, dijo. “Yo coincido con muchos hombres del periodismo y muchos funcionarios del gobierno en que nadie quería parar, el pueblo tampoco y nosotros tampoco, pero esta jornada de protesta es un reclamo de la sociedad.” Un camino que le gustó a la aliancista disidente Elisa Carrió, para quien “los trabajadores hacen paro no porque quieren el paro, sino porque quieren que se reflexione sobre el rumbo en materia económica y social”.
Daer fue el hombre supeditado a la evidencia del número. Puso el acatamiento en el 85 por ciento y trató de distinguir entre dos planos. “El Gobierno tiene la legalidad de la democracia, producto del voto de lagente, pero no tiene la legalidad de la política económica”, dijo. Su coequiper Armando Cavalieri dio una clase sobre válvulas de escape: “Este paro frena a la violencia; si no, nos esperan noches trágicas y se nos va a venir la gente encima”.
De Gennaro fue el más duro, y quien aprovechó para desplegar su idea de que el problema principal no es la deuda sino la concentración. Dijo: “La huelga no fue sólo contra el ajuste, sino que sirvió también para decir basta de shock de confianza a los mercados y sí shock redistributivo de la riqueza, que en nuestro país sobra”.
Durante todo el día, Storani planteó matices diferentes respecto de De la Rúa. Por lo pronto estableció la adhesión en un 60 por ciento, cuando después las cifras oficiales hablaron de 54. Y luego anunció que el “el Gobierno va a hacer un llamado al diálogo”. Aunque relativizó la fuerza orgánica de una invitación a las tres centrales porque dijo que “podemos llamar a cada sector en particular y convocarlos para que nos den su opinión”, igual avanzó más que De la Rúa, quien como diría Daer defendió la legalidad de los votos y la legalidad del ajuste y no anunció ningún diálogo especial. Siempre hay tiempo, claro. Como la dieta, el diálogo bien puede empezar el lunes. ¿Este lunes? Un lunes. ¿Pero cuál? La respuesta depende de otra pregunta: ¿De la Rúa quiere negociar la política económica?

 

Claves
Las centrales gremiales calificaron la huelga de exitosa.
El Gobierno estimó un acatamiento del 54 por ciento. Storani, del 60.
Los sindicalistas pusieron el piso de adhesión en el 85 por ciento.
El paro fue masivo entre estatales y trabajadores del transporte, terrestre y aéreo. Los docentes fueron otra clave.
Los dirigentes sindicales pidieron cambiar la política económica.
De la Rúa dijo que tuvo que ajustar por la herencia recibida de Menem.
El Presidente pidió que se le hagan reclamos no solo por los seis meses de mandato, que cumplirá justo hoy.

 

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