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PAGINA/12 RECORRIO LAS ZONAS DEVASTADAS DE LA AMAZONIA
Cuando los árboles no mueren de pie

 

En los últimos 30 años las madereras multinacionales acabaron con un 15 por ciento de la floresta amazónica. Este diario acompañó a una expedición de Greenpeace que recorre la zona, donde una empresa que debía participar de la explotación sustentable terminó participando de la devastación.


Por Cristian Alarcon,
Desde Santarem, estado de Pará

t.gif (862 bytes)  Internarse en la mata amazónica es sentirse definitivamente pequeño al lado de esos árboles que tienen hasta mil años. O fatalmente solo cuando se llega a un claro del bosque donde se arrasó con la floresta. Como si se hubiera tratado de napalm, en una porción no ha quedado nada, y sólo se ven amontonados los troncos que se secan bajo el calor de 38 grados, porque al tener fallas en sus cortezas o diámetros incorrectos, han quedado allí, inútiles y abandonados. Claro que todo resulta ridículo, cuando el escenario de la devastación es la Floresta Nacional de Tapajos, la primer área protegida de la Amazonia brasileña que se abrió con recursos internacionales a la explotación sustentable de la madera. Después de varios años de intentos fallidos, una empresa privada, la única que se presentó a la licitación para intentar el programa piloto para la protección de las florestas tropicales, comenzó a talar en noviembre. Duró poco. Dos meses después quedó en evidencia que cortó 100 hectáreas de árboles violando todas las condiciones de desarrollo sustentable, causando, con los recursos para frenar la destrucción, un daño aún
más irracional que la lógica de la ganancia de las multinacionales que en los últimos 30 años han terminado con el 15 por ciento de la superficie de la floresta amazónica.
La Flona de Tapajos, como se conoce a esta reserva, está a unos 80 kilómetros de Santarem, un puerto sobre el Amazonas que parece una Asunción del Paraguay empobrecida. Hasta allí llega un equipo de Greenpeace que integra la Campaña Amazon Guardian, un recorrido en barco de casi todo el Amazonas brasileño, encarado por la ONG como una prioridad global en la lucha por la preservación del planeta. La campaña, basada en que el propio Estado brasileño reconoce que el 80 por ciento de la madera exportada por el país es de extracción ilegal, comenzó el 13 de marzo en Manaos y terminará en el extremo este del gran río, dentro de tres semanas. Durante este tiempo los 25 tripulantes del Amazon se han dedicado no sólo a la denuncia de la extracción ilegal sino a destacar y reivindicar las alternativas económicas compatibles con la preservación del bosque amazónico. Uno de los pilares de lo que debería ser una explotación racional de la madera es la aplicación del programa de la Flona de Tapajos.
La experiencia de explotación de impacto reducido tiene una serie de condiciones que deben ser supervisadas por los financiadores del proyecto: IBAMA –el Instituto Brasileño de Medio Ambiente– y la ITTO -Organización Internacional de Madera Tropical–, entidades que aportan 1.500.000 dólares cada una. José Carlos Damasceno, ingeniero forestal, coordinador de campo del proyecto por parte del organismo internacional, explica la diferencia que debería existir entre esto y el habitual modelo de exploración a escala industrial. “De manera global es distinto desde la planificación de lo que se cortará del bosque hasta la forma de recolectar la madera. En principio es necesario que se haga un inventario del ciento por ciento de lo que se vaya a explotar, mientras que las compañías sólo hacen un muestrario del diez por ciento de la superficie, cuando no ninguno”, dice mientras el grupo camina sobre las marcas profundas que ha dejado en la arcilla el paso de los camiones que ingresaron en la Flona, hacia nuevas manchas de deforestación.
El inventario del que habla Damasceno debe realizarse además con un año de anticipación a la tala, algo que en este caso no hizo jamás. Otra
de las irregularidades en la Flona es que cuando se trata de un bosque como éste, del que cuelgan como en las películas de Tarzán miles de lianas, es necesario con la misma antelación cortarlas cuidadosamente, porque si no se lo hace, al derribar un árbol que puede medir hasta 150 metros, la enredadera de lianas provoca la caída de todos los que estánalrededor. Eso impide que se logre la base de la extracción sustentada que es mantener siempre el diez por ciento de lo que exista al momento de los cortes, seleccionado cuidadosamente según los diámetros y las edades aquellos que quedarán. Claro que para ello la empresa que realice el trabajo debe capacitar a su personal, algo que recién en estos días Treviso Agropecuaria, una subsidiaria de la brasileña Semex, realiza contrarreloj, para aprovechar el fin de las lluvias de invierno que le permitiría volver a la tala en dos semanas más.
“En este caso no es suficiente esta capacitación apurada porque se sigue trabajando irracionalmente”, opina Marcelo Marquesini, el ingeniero forestal de Greenpeace en la campaña, mientras muestra cómo se ha salvado, por imperio de la suerte, un gigantesco itaúba de 600 años. De pronto llueve tres minutos con sol, y en el regreso a pie se siguen viendo las huellas que atraviesan la Flona protegida pero devastada. “Cuidado al volver al barco –advierte un hombre de Greenpeace–, que estamos pisando un lugar contaminado de maquíns, con unos 3O mil por metro cuadrado. Se deben pasar jabón especial”, explica, hasta que los cronistas caen en la cuenta que les están hablando de una particular ladilla amazónica.

 

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