Por Cristian Alarcon,
Desde Santarem, estado de Pará
Internarse en la mata amazónica es sentirse definitivamente
pequeño al lado de esos árboles que tienen hasta mil años.
O fatalmente solo cuando se llega a un claro del bosque donde se arrasó
con la floresta. Como si se hubiera tratado de napalm, en una porción
no ha quedado nada, y sólo se ven amontonados los troncos que se
secan bajo el calor de 38 grados, porque al tener fallas en sus cortezas
o diámetros incorrectos, han quedado allí, inútiles
y abandonados. Claro que todo resulta ridículo, cuando el escenario
de la devastación es la Floresta Nacional de Tapajos, la primer
área protegida de la Amazonia brasileña que se abrió
con recursos internacionales a la explotación sustentable de la
madera. Después de varios años de intentos fallidos, una
empresa privada, la única que se presentó a la licitación
para intentar el programa piloto para la protección de las florestas
tropicales, comenzó a talar en noviembre. Duró poco. Dos
meses después quedó en evidencia que cortó 100 hectáreas
de árboles violando todas las condiciones de desarrollo sustentable,
causando, con los recursos para frenar la destrucción, un daño
aún
más irracional que la lógica de la ganancia de las multinacionales
que en los últimos 30 años han terminado con el 15 por ciento
de la superficie de la floresta amazónica.
La Flona de Tapajos, como se conoce a esta reserva, está a unos
80 kilómetros de Santarem, un puerto sobre el Amazonas que parece
una Asunción del Paraguay empobrecida. Hasta allí llega
un equipo de Greenpeace que integra la Campaña Amazon Guardian,
un recorrido en barco de casi todo el Amazonas brasileño, encarado
por la ONG como una prioridad global en la lucha por la preservación
del planeta. La campaña, basada en que el propio Estado brasileño
reconoce que el 80 por ciento de la madera exportada por el país
es de extracción ilegal, comenzó el 13 de marzo en Manaos
y terminará en el extremo este del gran río, dentro de tres
semanas. Durante este tiempo los 25 tripulantes del Amazon se han dedicado
no sólo a la denuncia de la extracción ilegal sino a destacar
y reivindicar las alternativas económicas compatibles con la preservación
del bosque amazónico. Uno de los pilares de lo que debería
ser una explotación racional de la madera es la aplicación
del programa de la Flona de Tapajos.
La experiencia de explotación de impacto reducido tiene una serie
de condiciones que deben ser supervisadas por los financiadores del proyecto:
IBAMA el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y la
ITTO -Organización Internacional de Madera Tropical, entidades
que aportan 1.500.000 dólares cada una. José Carlos Damasceno,
ingeniero forestal, coordinador de campo del proyecto por parte del organismo
internacional, explica la diferencia que debería existir entre
esto y el habitual modelo de exploración a escala industrial. De
manera global es distinto desde la planificación de lo que se cortará
del bosque hasta la forma de recolectar la madera. En principio es necesario
que se haga un inventario del ciento por ciento de lo que se vaya a explotar,
mientras que las compañías sólo hacen un muestrario
del diez por ciento de la superficie, cuando no ninguno, dice mientras
el grupo camina sobre las marcas profundas que ha dejado en la arcilla
el paso de los camiones que ingresaron en la Flona, hacia nuevas manchas
de deforestación.
El inventario del que habla Damasceno debe realizarse además con
un año de anticipación a la tala, algo que en este caso
no hizo jamás. Otra
de las irregularidades en la Flona es que cuando se trata de un bosque
como éste, del que cuelgan como en las películas de Tarzán
miles de lianas, es necesario con la misma antelación cortarlas
cuidadosamente, porque si no se lo hace, al derribar un árbol que
puede medir hasta 150 metros, la enredadera de lianas provoca la caída
de todos los que estánalrededor. Eso impide que se logre la base
de la extracción sustentada que es mantener siempre el diez por
ciento de lo que exista al momento de los cortes, seleccionado cuidadosamente
según los diámetros y las edades aquellos que quedarán.
Claro que para ello la empresa que realice el trabajo debe capacitar a
su personal, algo que recién en estos días Treviso Agropecuaria,
una subsidiaria de la brasileña Semex, realiza contrarreloj, para
aprovechar el fin de las lluvias de invierno que le permitiría
volver a la tala en dos semanas más.
En este caso no es suficiente esta capacitación apurada porque
se sigue trabajando irracionalmente, opina Marcelo Marquesini, el
ingeniero forestal de Greenpeace en la campaña, mientras muestra
cómo se ha salvado, por imperio de la suerte, un gigantesco itaúba
de 600 años. De pronto llueve tres minutos con sol, y en el regreso
a pie se siguen viendo las huellas que atraviesan la Flona protegida pero
devastada. Cuidado al volver al barco advierte un hombre de
Greenpeace, que estamos pisando un lugar contaminado de maquíns,
con unos 3O mil por metro cuadrado. Se deben pasar jabón especial,
explica, hasta que los cronistas caen en la cuenta que les están
hablando de una particular ladilla amazónica.
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