Por Horacio Bernades
En semanas más se estrenará en Buenos Aires La eternidad
y un día, la película que le permitió al griego Theo
Angelopoulos ganar, finalmente, la ansiada Palma de Oro en Cannes, luego
de haber estado muy cerca con La mirada de Ulises. Nacido en Atenas en
1936, hasta el estreno de La mirada... Angelopoulos era un desconocido
en Argentina, a pesar de que desde hace décadas está considerado
un maestro. Paradójicamente, ha sido el video el que le dedicó
más atención. Primero fue Megalexandros, film de 1980 que
editó hace unos años el sello Kinema. Y que, curiosamente,
se estrenó en cine bastante más tarde. Ahora, otro sello
pequeño (Gramado Videoediciones) acaba de lanzar El viaje de los
comediantes, que Angelopoulos presentó a mediados de los 70.
Se trata, sin duda, de un acontecimiento.
Tratándose del director griego, todo viene siempre en envase grande.
Grandes suelen ser sus aspiraciones, y grandes son también el tamaño
y la duración de sus películas. En La mirada de Ulises (1995,
editada por AVH) se tomaba tres horas para narrar, en clave más
o menos metafórica, la entera situación de los Balcanes,
y al mismo tiempo reflexionar sobre el status y el sentido de la imagen
cinematográfica. Todo en el marco de un juego de espejos con La
Odisea. En Megalexandros son otras tres horas, para contar un frustrado
intento de comunidad socialista, a comienzos del siglo XX en Grecia, y
con reflejos de la figura del héroe nacional Alejandro Magno. Anterior
a ella, El viaje de los comediantes (O Thiassos, 1975) dura cerca de cuatro
horas se edita en dos casetes y es la parte central de una
trilogía fílmica. Siempre con la historia, la política
y el mito por obsesiones centrales, esa trilogía arranca con Días
del 36 (1972) y cierra con Los cazadores (1977), abarcando 40 años
de historia griega. Como suele ocurrir en los films de Angelopoulos (sobre
todo en los de la primera época), El viaje de los comediantes es,
más que un film coral, uno con protagonismo colectivo. Hombre con
formación de izquierda, ex militante del Partido Comunista de su
país, Angelopoulos la filmó durante las postrimerías
de la dictadura militar conocida como el régimen de los coroneles.
Hay un primer grupo protagónico en El viaje de los comediantes,
y es una troupe de teatro ambulante que recorre los pueblitos de Grecia,
presentando un repertorio que se reduce a una única obra, un folletín
popular. Lo hacen desplazándose, no sólo en el espacio sino
también en el tiempo, entre 1936 y 1952. En lugar de la sucesión
temporal, Angelopoulos elige la circularidad, dando forma a un continuum
histórico, que tanto puede avanzar como retroceder.
Ese grupo protagónico entra en relación dialéctica
con los grandes acontecimientos históricos, reproduciendo en su
interior los conflictos que desgarraron a su país. Poniendo en
línea lo que Angelopoulos narra en forma circular, esos acontecimientos
tienen a la segunda guerra como eje. Y van desde la colaboración
con el fascismo hasta las elecciones en las que el mariscal Papagos, un
ultraderechista que había vencido al comunismo en la guerra civil
de fines de los 40, se presenta como candidato. Aquella guerra civil,
en la que partisanos de izquierda combatieron contra los monárquicos,
constituye el núcleo central del film y se ve reproducido en el
interior del grupo, donde hay partisanos, derechistas y hasta algún
soplón. A su vez, y a través de personajes llamados Orestes
o Electra, se plantea una segunda vinculación, en este caso con
la mitología griega.
Característicamente, el realizador cuenta su saga mediante larguísimos
planos secuencia, tanto en sentido temporal como espacial. Desde un único
emplazamiento de cámara, ofrece largas escenas sin corte, y las
observa, invariable y sistemáticamente, desde una posición
lejana. Así, más que personajes, lo que hay es un colectivo
humano anónimo absorbido por un paisaje que es el de su país.
La palabra paisaje debe entenderse aquí tanto en sentido
geográfico como histórico. En esos planos, el tiempotranscurre
de modo lento y majestuoso. Como todos los films de su autor, El viaje
de los comediantes es una obra absolutamente exigente, ambiciosa y de
extremo rigor estético. Absolutamente única, sin duda.
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