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Las �filmaciones encontradas� del viejo y querido Theo Angelopoulos

Un pequeño sello acaba de lanzar �El viaje de los comediantes�, una película realizada por el director griego en los años setenta.

Por Horacio Bernades
t.gif (862 bytes)  En semanas más se estrenará en Buenos Aires La eternidad y un día, la película que le permitió al griego Theo Angelopoulos ganar, finalmente, la ansiada Palma de Oro en Cannes, luego de haber estado muy cerca con La mirada de Ulises. Nacido en Atenas en 1936, hasta el estreno de La mirada... Angelopoulos era un desconocido en Argentina, a pesar de que desde hace décadas está considerado un maestro. Paradójicamente, ha sido el video el que le dedicó más atención. Primero fue Megalexandros, film de 1980 que editó hace unos años el sello Kinema. Y que, curiosamente, se estrenó en cine bastante más tarde. Ahora, otro sello pequeño (Gramado Videoediciones) acaba de lanzar El viaje de los comediantes, que Angelopoulos presentó a mediados de los ‘70. Se trata, sin duda, de un acontecimiento.
Tratándose del director griego, todo viene siempre en envase grande. Grandes suelen ser sus aspiraciones, y grandes son también el tamaño y la duración de sus películas. En La mirada de Ulises (1995, editada por AVH) se tomaba tres horas para narrar, en clave más o menos metafórica, la entera situación de los Balcanes, y al mismo tiempo reflexionar sobre el status y el sentido de la imagen cinematográfica. Todo en el marco de un juego de espejos con La Odisea. En Megalexandros son otras tres horas, para contar un frustrado intento de comunidad socialista, a comienzos del siglo XX en Grecia, y con reflejos de la figura del héroe nacional Alejandro Magno. Anterior a ella, El viaje de los comediantes (O Thiassos, 1975) dura cerca de cuatro horas –se edita en dos casetes– y es la parte central de una trilogía fílmica. Siempre con la historia, la política y el mito por obsesiones centrales, esa trilogía arranca con Días del 36 (1972) y cierra con Los cazadores (1977), abarcando 40 años de historia griega. Como suele ocurrir en los films de Angelopoulos (sobre todo en los de la primera época), El viaje de los comediantes es, más que un film coral, uno con protagonismo colectivo. Hombre con formación de izquierda, ex militante del Partido Comunista de su país, Angelopoulos la filmó durante las postrimerías de la dictadura militar conocida como “el régimen de los coroneles”. Hay un primer grupo protagónico en El viaje de los comediantes, y es una troupe de teatro ambulante que recorre los pueblitos de Grecia, presentando un repertorio que se reduce a una única obra, un folletín popular. Lo hacen desplazándose, no sólo en el espacio sino también en el tiempo, entre 1936 y 1952. En lugar de la sucesión temporal, Angelopoulos elige la circularidad, dando forma a un continuum histórico, que tanto puede avanzar como retroceder.
Ese grupo protagónico entra en relación dialéctica con los grandes acontecimientos históricos, reproduciendo en su interior los conflictos que desgarraron a su país. Poniendo en línea lo que Angelopoulos narra en forma circular, esos acontecimientos tienen a la segunda guerra como eje. Y van desde la colaboración con el fascismo hasta las elecciones en las que el mariscal Papagos, un ultraderechista que había vencido al comunismo en la guerra civil de fines de los ‘40, se presenta como candidato. Aquella guerra civil, en la que partisanos de izquierda combatieron contra los monárquicos, constituye el núcleo central del film y se ve reproducido en el interior del grupo, donde hay partisanos, derechistas y hasta algún soplón. A su vez, y a través de personajes llamados Orestes o Electra, se plantea una segunda vinculación, en este caso con la mitología griega.
Característicamente, el realizador cuenta su saga mediante larguísimos planos secuencia, tanto en sentido temporal como espacial. Desde un único emplazamiento de cámara, ofrece largas escenas sin corte, y las observa, invariable y sistemáticamente, desde una posición lejana. Así, más que personajes, lo que hay es un colectivo humano anónimo absorbido por un paisaje que es el de su país. La palabra “paisaje” debe entenderse aquí tanto en sentido geográfico como histórico. En esos planos, el tiempotranscurre de modo lento y majestuoso. Como todos los films de su autor, El viaje de los comediantes es una obra absolutamente exigente, ambiciosa y de extremo rigor estético. Absolutamente única, sin duda.

 

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