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SILVINA REINAUDI Y CARLOS MARTINEZ, TITIRITEROS
“Quisimos salir de lo clásico”

Ambos provienen de Córdoba, y se dedican a los títeres desde fines de los �70. Tienen tres obras en cartel, tributarias de una evolución estilística que sirvió para renovar el género.

Por Inés Tenewicki
t.gif (862 bytes)  Son cordobeses y titiriteros. Se formaron como artistas populares en los movidos tiempos del Cordobazo, ganaron muchísimos premios, incluido el Martín Fierro por su programa de TV “Asomados y Escondidos”, que emitía la Universidad de Córdoba a fines de los setenta. Ya en la dictadura los echaron de la TV, se fueron de su provincia y se refugiaron en Buenos Aires. Aquí, Carlos Martínez formó el taller de títeres El Triángulo, en tanto que Silvina Reinaudi continuó con el grupo Asomados y Escondidos, con Roli Serrano, entre otros titiriteros. El año 2000 los encuentra ya no en la TV, pero sí en la cartelera de espectáculos para chicos: Martínez, en Liberarte, con nuevas versiones de El molinete e Historias del espejo, y Reinaudi con el estreno este fin de semana de Cucurucho de cuentos en el auditorio de la Universidad Popular de Belgrano. En entrevista con Página/12, ambos cuentan los entretelones de una historia de producción artística de casi 30 años, que fue pionera en la renovación del género.
–¿Por qué se dedicaron al público infantil?
Carlos Martínez: –Somos gente que se formó haciendo un arte muy vinculado con la política, y hubo todo un proyecto político y artístico que fue abortado por el golpe, y no sabíamos bien qué hacer. En mi caso, yo, que venía del teatro político universitario, no sabía qué decirle a los adultos, y me refugié en el trabajo para chicos después de conocer los títeres de Javier Villafañe. Volví a hacer cosas para adultos hace dos años.
–¿Y qué tiene para decirle hoy a los chicos?
C.M.: –El molinete habla de la libertad, de que nadie tiene derecho a manipular a nadie, valga la paradoja en un titiritero. La propuesta siempre fue tratar las cosas cotidianas con símbolos concretos. Lo que les decimos a los chicos es lo que les decimos a los padres. Pero a mí cada vez me cuesta más trasladarlo a un lenguaje para niños porque cada vez quiero más hablar con los adultos. Y hay cosas que los niños no entienden: el sexo, la política partidaria, cosas que no viven y no pueden comprender. Por eso me jugué con una obra para adultos: ¿Quién mató al titiritero?
Silvina Reinaudi: –No estoy de acuerdo en que trabajar para chicos sea una consecuencia de no tener en claro qué decirle a los adultos. Yo creo que todo lo que hicimos tiene una doble lectura. El molinete es muy profundo y tiene una lectura adulta del principio al final, si se lo quiere ver así.
–¿Cómo se inserta un titiritero escapado de Córdoba, en los inicios del gobierno militar, en la TV de Buenos Aires?
C.M.: –En Córdoba, el público nos llegó a conocer muchísimo por el programa que hicimos durante dos años. Por eso, recién llegado de Córdoba me llamaron de Canal 13, de un programa para adultos con Canela que se llamaba “Para crecer”. A la gente le encantó eso de que hubiera títeres en un programa para grandes, nos abrió las puertas y nos quedamos. Yo era del teatro independiente de la época del Cordobazo. Me fui de gira haciendo teatro político a Venezuela, donde conocí a Javier Villafañe, que vivía en Mérida, y ahí decidí quedarme a aprender a hacer títeres.
–¿Cómo pueden sintetizar la ruptura en el género que produjeron desde aquella época?
C.M.: –Tratamos de modificar el espacio tradicional del retablo, y jugar, por ejemplo, con el anverso y reverso de una especie de biombo con ruedas. Introdujimos la interactuación entre los títeres y los titiriteros. Salíamos del retablo con un muñeco en la mano y acá se escandalizaban, y por otro lado les encantaba. Se armaron dos bandos, los que decían que eso no eran títeres y los que sí. Otro de los puntos de contacto del estilo que compartimos con Silvina es tomarnos en solfa el oficio de la literatura para chicos. Nos reíamos del arte de narrar. S.R.: –Yo trabajaba en Córdoba con un grupo de teatro que se llamaba El Gato Descalzo, bastante innovador, rompedor de esquemas y muy fuerte en lo político. En la búsqueda de un idioma directo con los chicos, resultamos bastante rupturistas. Suena pretencioso esto de romper barreras, pero nosotros queríamos salirnos de lo clásico: el retablo cerrado, una historia que empieza y termina de una misma manera, personajes malos malísimos y buenos buenísimos. Aprovechamos lo neutro de un títere como Zoquete o el perrito Rito que, sin ser malos ni buenos, pueden reír, llorar, hablarle a un adulto y hacer reflexiones profundas.
–¿Por qué ninguno de los dos está actualmente en TV?
S.R.: –Hubo diferentes propuestas en estos años. En la mayoría íbamos con exigencias muy fuertes en cuanto a condiciones de trabajo, y nos echaban a patadas. A veces pienso que si hubiéramos sido menos principistas, menos inocentes, hubiéramos hecho pie en algún lugar que nos permitiría habernos insertado de otra manera. De todas maneras, yo participé en algunos programas: estuve en “Café con Canela”, después Roli y yo hicimos los títeres de Vivitos y coleando con Hugo Midón, después en Cablín. Pero luego entramos en la exclusión. La TV es el reino de la banalidad.
C.M.: –Cuando volvió la democracia, nos llamaron de ATC a Hugo Midón, Héctor Presa, Laura Devetach, Gustavo Roldán y a mí, y nos propusieron hacer parte de un programa de dos horas diarias que era terrible, no era muy televisivo y duró un mes. Y participé en otros que también duraron poco. Y hubo propuestas –algunas de programas con una gran producción– a las que les dijimos que no porque nos querían contratar gratis.

 

Buenos y accesibles
Tango para chicos, de Graciela Pesce, con la actriz Marisol Vecchi, los sábados de junio a las 16 en Oliverio Allways (Bauen Hotel), Callao 360 (5$).
La música en domingo: Momusi (Movimiento de música para niños) presenta este domingo a las 11 al grupo Caracachumba, sala E. Muiño del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551 6 piso (gratuito).
El niño de papel. Por el grupo de titiriteros del Teatro San Martín. Sábados y domingos a las 15.30, en el Teatro San Martín, Corrientes 1530 (4$).
La Cenicienta (danza, teatro, comedia del arte, mimo), los sábados a las 17 en el Centro Cultural Agronomía, Av. San Martín 4453 (2$).

 

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