Por Sergio Moreno
�Lo espero el 13 en la Casa Blanca, señor presidente�, fue el escueto saludo que Bill Clinton le dispensó a Fernando de la Rúa en Berlín, hace apenas dos semanas, cuando ambos se encontraron en la cumbre europea donde discurrieron sobre la �Tercera Vía�. Clinton tiene razones para esperar al presidente argentino: su país tiene algunos asuntos de interés para el Departamento de Estado y las empresas norteamericanas. En cambio, De la Rúa no lleva entre sus carpetas de trabajo exigencia alguna. Su objetivo es transmitir un mensaje claro al poder del país con más poder en el mundo para que, a su vez, ese mensaje llegue amplificado a los centros financieros argentinos, vulgarmente llamados establishment.
Todo indica que estos gestos que el presidente argentino realizará ante los hombres fuertes de la política y las finanzas de los Estados Unidos tendrán una acogida más que cálida. Y, por el contrario, no se asoman muchos costados ríspidos en los asuntos pendientes entre ambas naciones ya que los más conflictivos no forman parte de la agenda. Estos son:
Patentes: La disputa sobre el asunto �el interés de la industria farmacéutica norteamericana para que los laboratorios argentinos paguen los royalties por los medicamentos desarrollados en Estados Unidos� está en un tribunal de la Organización Mundial del Comercio. Esa es la razón por la que el tema ha salido de la agenda bilateral.
Narcotráfico: El deseo del Pentágono de que las fuerzas armadas de los países latinoamericanas participen en la lucha contra los narcos no será materia de discusión formal en este viaje. Prueba de ello es que ninguno de los funcionarios vinculados al área (el ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, y el secretario de Lucha contra el Narcotráfico, Lorenzo Cortese) integran la comitiva argentina. Es muy poco probable que el propio Clinton saque el tema en las dos horas y media que compartirá con De la Rúa, almuerzo mediante, el martes en la Casa Blanca.
Sólo un asunto resultará espinoso para el Presidente: el acuerdo de cielos abiertos pactado durante el mandato de Carlos Menem y por el cual las empresas aéreas norteamericanas pretenden cubrir vuelos de cabotaje en la Argentina. Tras su asunción, el gobierno de la Alianza intentó dar marcha atrás con el acuerdo. Anteayer, el encargado de negocios y virtual embajador norteamericano en Buenos Aires, Manuel Rocha, recordó públicamente que �hay algo que es sagrado para nosotros: lo acordado y lo firmado debe ser respetado�.
El presidente argentino supo armar una agenda funcional a lo que le interesa: hablar. Aunque sabido es que los norteamericanos son más proclives a confiar en los hechos y bastante menos en las palabras. Pero De la Rúa está preparado para eso. Desembarcará hoy con algunas medidas que tomó su administración en estos seis meses de gestión y lo dirá ante los funcionarios, empresarios y medios de comunicación adecuados.
El Presidente comenzará su rush esta noche, en el Waldorf Astoria, con una cena que brindará, bajo el patrocinio del Chase Manhattan Bank, con 30 poderosos empresarios y ejecutivos de fondos de inversión que deciden la suerte de los bonos argentinos en Wall Street y las bolsas mundiales. Mañana desayunará en la Reserva Federal con su titular, William MacDonagh y por la noche repetirá la cena, esta vez con Sandy Weil y William Rhodes, presidente y vice del Citicorp, y los principales directivos de empresas como General Motors, Chevron, Wall Mart, Cargill, Jonhson & Jonhson y Bell.
De la Rúa visitará las redacciones del Wall Street Journal y del New York Times y, ya en Washington, también la del Washington Post y concederá una entrevista a la cadena de noticias CNN. En la capital de la Unión, el capítulo económico culminará con encuentros no menores: con el jefe del Tesoro, Larry Summers, y con el vicepresidente del FMI, Stanley Fischer. A estos dos últimos también asistirán el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y el ministro de Economía, José Luis Machinea. Ante estos auditorios De la Rúa presentará:
La reforma laboral.
La desregulación de las obras sociales.
La desregulación del mercado de telecomunicaciones. Ayer, De la Rúa firmó el decreto (ver páginas 16 y 17) y, con la tinta aún fresca, lo mostrará a sus contertulios.
El ajuste de más de 2000 millones de pesos �realizado desde que asumió� para contener el déficit fiscal.
La firmeza que mostró en su mensaje del viernes frente al paro nacional realizado por las tres centrales sindicales.
En política exterior hay momentos imprevisibles: son aquellos en los que los jefes de Estado se distienden y charlan entre ellos. Ello ocurrirá el martes 13, en la Casa Blanca, donde Clinton y De la Rúa se entregarán a un almuerzo que durará una hora y media. En esos momentos las agendas de nada sirven. Allí también se conversa de temas que exceden los acuerdos �De la Rúa podría hablar con Clinton sobre su paseo por el conmocionante Museo del Holocausto de Washington y su reunión con las principales autoridades de la comunidad judía norteamericana� y, también, de cuestiones de Estado. Tal vez se hable del voto argentino contra Cuba, solicitado por la secretaria de Estado Madeleine Albrigth, y ofrendado por la administración aliancista. Tal vez no.
Todo indica que, de no mediar inconvenientes, éste será un viaje corto y placentero que el Presidente hará a la más poderosa potencia del mundo, el más importante de su gestión, hasta ahora.
Por Raul Alconada Sempe*.
Recuperar la dignidad
La visita oficial de un jefe de Estado argentino a Washington es una de las escasísimas oportunidades que le permiten a una nación en desarrollo y periférica como la Argentina incluirse como país, e incluir temas, entre las prioridades de la agenda internacional de la primera potencia mundial, aunque más no sea durante la visita.
Y tratándose de la primera visita de un gobierno que puso fin a una década que se caracterizó por el alineamiento automático y por el escaso apego a las normas jurídicas, también será la ocasión propicia para recuperar la dignidad de una nación independiente, representada por un gobierno que actúa con honestidad y austeridad republicanas, e irrestrictamente en un todo de acuerdo con el estado de derecho.
Durante estas visitas cada uno de los presidentes sudamericanos deben asumir, además, la representación legítima de la región, y formar la convicción en sus interlocutores sobre la decisión irrevocable de avanzar en la consolidación y profundización del Mercosur.
Será importante que la Argentina procure profundizar la preocupación común que se tiene con Estados Unidos por el deterioro de la democracia en América latina, específicamente en Perú, Ecuador, Venezuela y Paraguay, al mismo tiempo que se ponga énfasis en la necesidad de preservar los principios de la no intervención y la no injerencia en los asuntos internos de terceros estados, y muy especialmente en los de Colombia.
Los fenómenos de marginalidad y exclusión sociales deberán incluirse en la agenda bilateral y continental, recordando que la propia administración Clinton ha denunciado, como una verdadera inequidad, que América latina es el continente que exhibe la mayor brecha entre ricos y pobres.
Por ello es imprescindible que los presidentes De la Rúa y Clinton, que junto con otros líderes mundiales reunidos en Berlín, realizaron un importante pronunciamiento sobre la búsqueda de alternativas progresivas, profundicen aquellos aspectos que dependen de las propias administraciones y de los países que cada uno representa, y se comprometan a revisar los aspectos más importantes que hacen al comercio internacional y al endeudamiento de las naciones en desarrollo, incluyendo en las prácticas comerciales y financieras los conceptos declarados de solidaridad y cooperación internacionales.
La Argentina tiene, por razones políticas, jurídicas y morales, la necesidad de combatir al narcotráfico y al terrorismo, como así también la de preservar el medio ambiente, y si bien es verdad que estas preocupaciones son comunes con Estados Unidos, muchas veces no se comparten ciertos criterios, y será una buena oportunidad, por lo tanto, para que ambos países puedan ponerse de acuerdo en avanzar en compromisos recíprocos.
Finalmente, no hay duda de que las calidades personales del presidente De la Rúa y del canciller Rodríguez Giavarini le han permitido a la Argentina recuperar la dignidad que caracterizó a los gobiernos de Yrigoyen, Alvear, Illia y Alfonsín. El pueblo argentino lo merece.
* Ex secretario de Asuntos Especiales de la Cancillería. |
Por Atilio A. Borón.
Tema de Conversación
Más vale no hacerse ilusiones ni dejarse engañar por la pompa y la circunstancia que rodeará la visita presidencial, creyendo que a partir de allí se derivarán ventajas concretas para los argentinos. Los vecinos del Norte tienen una concepción muy diferente a la nuestra en materia de política exterior. John Q. Adams, uno de sus primeros presidentes, lo expresó con anglosajona franqueza: �Nuestro país no tiene amistades permanentes, tiene intereses permanentes�. El menemismo decidió arrojar por la borda este principio y con la ayuda de su legión de publicistas y lenguaraces hizo creer al país que bastaba con que el ex presidente hablara confianzudamente de �mi amigo George� o de �mi amigo Bill� para que Estados Unidos hiciera abandono del sutil proteccionismo permanentemente cultivado por sus gobiernos desde los albores mismos de la república y se abriese indiscriminadamente, como lo hizo la Argentina, a la entrada de nuestros productos; o que los representantes norteamericanos en los directorios del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional promovieran un trato especial para un país que, en los foros internacionales, le ofrecía el inesperado deleite de las relaciones carnales; o que un aluvión de inversiones norteamericanas en industrias de alta tecnología y orientadas hacia los mercados externos desembarcara en nuestras playas como mágica consecuencia de una partida de golf o de tenis oportunamente perdidas. Los ejemplos podrían multiplicarse para demostrar el fracaso de la política del �alineamiento automático� con Estados Unidos. Pese a nuestra humillante obsecuencia, la potencia hegemónica no ha dejado de defender sus intereses e inclusive de penalizar a la Argentina en cuanta ocasión le fuera posible, desde el tema de las patentes medicinales hasta la irritante renuencia de las autoridades norteamericanas a cooperar en el esclarecimiento de escándalos financieros cuyas pruebas son resguardadas por el �secreto bancario� estadounidense. Dados estos antecedentes, ¿qué le podría decir De la Rúa a Clinton? Yo me permitiría sugerirle que, como quien no quiere la cosa, le comente la viva impresión que le produjo la lectura de un reciente artículo del ex jefe del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos, general Barry McCaffrey, publicado en la Military Review. En ese trabajo, McCaffrey elogia sin atenuantes los �logros� de las reformas económicas neoliberales implementadas en la región �que permitieron más que duplicar las exportaciones norteamericanas hacia América latina y crearon cerca de 900.000 empleos de alta calificación para los ciudadanos norteamericanos�, mientras nuestras exportaciones se estancaban y la desocupación alcanzaba registros sin precedentes. Las razones del articulista podrían servirle a nuestro Presidente para señalarle a la Casa Blanca quiénes son los verdaderos beneficiarios de las reformas promovidas por el Consenso de Washington, las causas del creciente �malhumor� social que se extiende desde México hasta la Argentina, y explicarle la génesis de la peligrosa involución de nuestras democracias. Todo lo cual actualiza aquella célebre reflexión de Simón Bolívar cuando dijera que �los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias en nombre de la libertad�. Libertad de mercados, se entiende. |
Por Andres Cisneros*.
Construir sobre buenos cimientos
En principio hay que señalar que los encuentros entre presidentes de la Argentina y Estados Unidos forman ya parte del paisaje normal de nuestras relaciones exteriores; han perdido el aire de dramatismo, crispación o excepcionalidad de otras épocas, cuando los vínculos entre ambos países eran frágiles y estaban cargados de mutuas sospechas e incomprensiones. Hoy la Argentina forma parte del club de las democracias de Occidente y somos aliados deEstados Unidos. En el marco de esa confianza recíproca podemos tratar mejor tanto nuestras coincidencias como nuestros desacuerdos.
El encuentro entre los presidentes De la Rúa y Clinton se inscribe en esa nueva historia de nuestras relaciones y tiene la importancia de toda confirmación de un rumbo, que se sostiene como una política de Estado, más allá de las lógicas diferencias y matices que existen en la vida política argentina.
En el período anterior, mientras nosotros nos empeñábamos con énfasis en sacar a la Argentina del desalineamiento automático, todavía había aquí dirigentes políticos de relevancia que pretendían declarar persona no grata al presidente George Bush, de visita en el país.
Hoy Fernando de la Rúapuede ratificarel estrechamiento de la relación con Washington evitando aquel énfasis que, precisamenteporque se aplicó en su momento, ya no es necesario. El día que terminemos de entender que al interés nacional también se lo sirve valorando las acciones del adversario político y construyendo a partir de sus logros,habremos sentado las bases de una política exterior. La circunstancia de que junto al Presidente, en Washington, estén presentes distinguidos líderes parlamentarios y provinciales del Partido Justicialista, refuerza la idea de que ese mensaje se va abriendo camino.
Creo quedebe subrayarse la circunstancia de que, a medida que avanzamos con sucesivos gobiernos democráticos, va ampliándose el campo de los consensos básicos entre las grandes fuerzas políticas argentinas, y se ensancha la plataforma de las políticas de Estado. Desde 1983 hasta ahora hemos incorporado a ese campo de consensos la institucionalidad republicana �consolidada con una reforma constitucional votada unánimemente por todos los partidos�, el respeto y defensa de los derechos humanos, la estabilidad monetaria y el equilibrio fiscal, el posicionamiento exterior junto a las democracias de Occidente, la construcción del Mercosur, la alianza estratégica con Brasil y Chile, la no proliferación... Esto marca la progresiva maduración de nuestra democracia: la sociedad argentina ya estaba cansada de que cada nuevo gobierno destruyera lo bueno que había hecho el anterior.
* Ex vicecanciller argentino. |
Por Carlos Escudé*.
El sentido de un viaje presidencial
Qué debe hacer Fernando de la Rúa en los Estados Unidos? Al mejor estilo de Guido Di Tella, el Presidente deberá seducir. El mayor problema que enfrenta la Argentina en este momento es la falta de seducción, y esto no es sino el resultado de la falta de convicción de nuestros gobernantes respecto de las acertadas pero reluctantes medidas que han tomado.
Por cierto, vista desde la perspectiva de indicadores objetivos, la Argentina parece cerca del punto de inflexión entre recesión y crecimiento. La balanza comercial volvió a ser superavitaria y la recaudación impositiva aumentó. El nuestro es un país cuyas instituciones políticas están sanas, cuyas reservas también lo están, y que goza de una estabilidad monetaria a prueba de embates especulativos. Su déficit fiscal, como porcentaje del PBI, está muy por debajo del máximo permitido por el tratado de Maastricht para la Unión Europea.
Enfrenta, no obstante, una pesada deuda externa, y sufre un grave problema financiero que agrava su relativo problema fiscal. Carece de capacidad de endeudamiento interno. Es un país crónicamente dependiente del capital extranjero para su crecimiento, y aunque la liquidez está retornando a los mercados de capitales, las consultoras hasta ahora se han negado a reincorporarlo a la lista de los mercados emergentes en los que conviene invertir.
México y Brasil ya regresaron al estado de gracia. La Argentina aún no, principalmente por un factor anímico del que es responsable, principalmente, su gobierno. La paradoja es que es el mismo gobierno que con coraje y patriotismo ha tomado las medidas necesarias para sanear la situación. Se necesitó coraje y patriotismo para gastar capital político aumentando impuestos; para convertirse en el malo de la película bajando los salarios públicos; para enfrentar un paro que no asusta a los mercados (que por el contrario evalúan positivamente la disposición del gobierno a asimilarlo), pero que le quita popularidad masivamente a una descorazonada Alianza.
Ahora que está hecho el gasto político, lo que el Presidente debe hacer en Estados Unidos es presentar su sonriente resolución de no dar marcha atrás, sino de continuar aplicando todas las medidas necesarias para alejar al país de la crisis financiera, avanzando con reformas pendientes, como una nueva ley de coparticipación y la desregulación de las obras sociales. De la Rúa deberá demostrar la convicción que le falta. Deberá �mentir� patrióticamente, haciendo creer que cree en lo que no cree hasta que le crean. Cuando le hayan creído será exitoso y no se arrepentirá.
Pero si en vez de ello, nuestro presidente inventara chivos expiatorios para nuestros males, el país pagaría el costo de reformas dolorosas sin cosechar beneficios. En otras palabras, el Presidente deberá abstenerse de hacer política interna en Estados Unidos. Deberá ser consistente, aún en el exterior, con su hasta ahora implacable y admirable falta de populismo. Para los miembros más progresistas de la Alianza esto lo convertirá en un ogro. Pero en el mediano plazo histórico argentino será un héroe.
No es una casualidad que los gobernadores justicialistas Reutemann y De la Sota se hayan pronunciado contra el paro. Frente a la crisis, la Nación requiere políticas de Estado, y el patriotismo de hombres como ellos y el Presidente las está materializando. Proyectada al exterior, esta convicción generará los flujos de inversión que terminarán con el peligro que enfrentamos.
* Experto en Relaciones Internacionales. PhD en Harvard. |
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