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MURIO AYER EL PRESIDENTE SIRIO HAFEZ AL-ASSAD
La paz retrocedió un casillero

El frente sirio-israelí de los procesos de paz en Medio Oriente presentaba avances: retirada israelí del sur del Líbano y anuncios de posible retirada siria de ese país. La muerte de Al-Assad abre una gran incógnita.

Los sirios salieron a la calle para llorar a su líder.
A la derecha, una de las últimas fotos de Hafez al-Assad.

Por Pablo Rodríguez

t.gif (862 bytes) La muerte no lo sorprendió completamente, pero sí lo tomó in fraganti en plena actividad: el presidente libanés Emile Lahud declaró acongojado que la voz del presidente sirio se cortó mientras estaban hablando por teléfono. Rodeado de rumores sobre una leucemia feroz, una diabetes fuerte y problemas de corazón, Hafez al-Assad murió ayer de un infarto a los 69 años. Las cataratas de lamentos se extendieron por Medio Oriente, Europa y Estados Unidos. Es que Al-Assad, el enemigo más encarnizado que tuvo Israel en su historia, el que gobernó con mano más que dura a Siria durante los últimos 30 años, parecía dispuesto por fin a abrirse a un frente de paz con su odiado vecino israelí. Y aunque este tipo de negociaciones siempre fueron proclives a espejismos de esperanza y a marchas y contramarchas eternas, la mayoría de los actores en el conflicto creían que ahora iba en serio. El sucesor de Al-Assad sería su hijo Bashar, de apenas 37 años, y el futuro es una gran incógnita: más allá de las declaraciones de compromiso sobre el avance del proceso de paz, fuentes israelíes aseguraron que de aquí en más puede pasar cualquier cosa.
Puesta en su contexto, la muerte de Al-Assad no podía ser más irónica. En primer lugar, porque hoy se cumplían exactamente 33 años del hecho más hiriente para la vida del líder sirio: el anuncio israelí sobre la toma de tres poblaciones claves de las alturas del Golán, como corolario de la derrota siria en la Guerra de los Seis Días. En aquel momento, Al-Assad era ministro de Defensa y las críticas le llovieron como piedras (ver nota aparte). Y en segundo lugar, porque anteayer Siria había hecho un anuncio clave: el gobierno estaba analizando retirar a los 35.000 soldados que tiene actualmente en el Líbano. Claro, este anuncio fue precedido por la aún más notoria retirada israelí del sur libanés, pero otros signos despejaban el panorama sobre el futuro real del proceso de paz con Israel.
Ayer mismo, mientras un sirio, un israelí o un libanés desayunaba, podía escuchar en la radio que el premier israelí Ehud Barak decía que había �una excepcional oportunidad para la paz� en Medio Oriente ya que �ahora hay una posibilidad de tranquilidad en Líbano y de reapertura de negociaciones, en situación más equilibrada, con Siria�. Y mientras tanto, el sirio podía leer en el diario Al Zawra, órgano del Ministerio de Defensa sirio, que �las palabras de la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, sobre la actitud siria en el Líbano invitan a pensar que Estados Unidos ha reconsiderado su postura respecto a Siria�. Albright se había entrevistado esta semana con el canciller sirio Faruk al-Chara en El Cairo. Estados Unidos y Siria siempre han sido enemigos (ver nota aparte).
El impacto en Siria fue notorio. Miles de personas salieron a las calles de Damasco a gritar �Alá es grande y misericordioso� blandiendo grandes retratos de Al-Assad. Otros miles de sirios atestaron las rutas que comunican a Líbano (un cuasi protectorado sirio) con Siria para homenajear a Al-Assad. El gobierno decretó 40 días de duelo nacional y muchos legisladores del Parlamento sirio rompieron en llantos cuando en una sesión extraordinaria se anunció la muerte del presidente. �Ojalá no estuviera en este lugar para tener que hacer este anuncio, pero la voluntad de Alá está por encima de cualquier deseo�, declaró el portavoz del Parlamento, Abdel-Kader Kaddora.
El Parlamento sirio realizó además tareas más urgentes: aprobó una enmienda a la Constitución por la cual se reduce de 40 a 35 años la edad mínima permitida para asumir el cargo de presidente. El casi seguro sucesor Bashar al-Assad tiene apenas 37 años. Y hasta hace seis, ni siquiera sabía que el destino le reservaría semejante honor. Estaba estudiando oftalmología en Londres cuando su hermano mayor Basal, sucesor natural de Hafez al-Assad, murió en un accidente. El presidente sirio lo llamó a Damasco, le facilitó una carrera militar y le dio un puesto anticorrupción (desde el cual Bashar organizó una verdadera limpieza) para que vaya adquiriendo roce con los menesteres políticos. Sin embargo, según muchos amigos íntimos, Bashar no está nada interesado en continuar con los roces. Considerando, además, que durante estos 30 años hubo muchas intrigas y hasta intentos golpistas contra Al-Assad, y que el mismo Assad integraba una minoría dentro de la nación musulmana (pertenece a los alawitas, una tribu que constituye apenas un 10 por ciento de la población), no parece que en el futuro sirio aparezca la palabra �estabilidad�.
Es por eso que todas las declaraciones, desde las del presidente norteamericano Bill Clinton a las del egipcio Hosni Mubarak, y desde el canciller alemán Gerhard Schroeder al presidente ruso Vladimir Putin, destacaron la figura de estadista de Al-Assad mientras rogaban para que la estabilidad en Medio Oriente no se derrumbe. Sin embargo, en Israel, la mayoría de los funcionarios y dirigentes políticos salieron a decir que la muerte de Al-Assad significa el comienzo de una nueva era en el proceso de paz. Eso dijo concretamente el canciller David Levy. El ministro de Transporte, Ran Cohen, recordó que Al-Assad fue el último de los líderes árabes que trataba de exterminar Israel� y el ex premier y premio Nobel de la Paz, Shimon Peres, señaló que Al-Assad pertenece a una época que había muerto antes que él. Sin embargo, Uri Saguy, designado por Barak para dirigir eventuales negociaciones de paz con Siria, aclaró que �hay un potencial de inestabilidad� en ese país que no amerita ninguna de estas expresiones.


opinion
Por Claudio Uriarte

Israel está en peligro

El proceso de paz en Medio Oriente está en coma, y la seguridad de Israel está en peligro. La crisis no nace solamente de la muerte del líder sirio Hafez al-Assad (aunque este acontecimiento destaque, subraye y agrave ese estado). Más bien se debe a la política israelí en su sentido más amplio, en la dimensión donde las políticas externas se vuelven traducciones sublimadas de las internas. Además, y viniendo escasos 10 días después del catastrófico desbande del enclave israelí en el sur del Líbano (un virtual protectorado sirio), esa muerte no hace más que patentizar que la política externa israelí misma se encuentra en estado de desbande, y que el Estado que resolvió sus desafíos militares tan heroica como brillantemente parece hoy incapaz de lidiar con los problemas más grises y mezquinos de la paz. Motivos:
1) La evolución del cáncer de Al-Assad era considerada esencial al desarrollo del proceso de paz, desde Washington hasta Moscú y Jerusalén. El hecho no obedecía solamente a las cualidades de liderazgo de al-Assad, o a que personificara al último �hombre fuerte� y a la vez estadista de larga data del mundo árabe (luego de Nasser y Sadat en Egipto, o el rey Hussein en Jordania). Obedecía, más bien, a razones de políticas internas de Siria. Al-Assad en Siria era el jefe de una tribu, los alawitas, que no constituyen más del 10 por ciento de la población de ese país. Constituía, por ende, un reaseguro contra el fundamentalismo islámico (al que sin embargo maniobraba astutamente, por ejemplo en su protección a Hezbollah en el sur del Líbano). Además, y pese a sus innegables credenciales antidemocráticas y dictatoriales, era un político realista, que sabía apreciar el alto valor crediticio internacional del respeto a los tratados, como se mostró tras el acuerdo de separación de fuerzas en los altos del Golán negociado por Henry Kissinger tras la desastrosa ofensiva árabe de Yom Kippur contra Israel en 1973.
2) Al-Assad, sin embargo, estaba enfermo desde hace mucho, y su sucesor dinástico, su hijo Bashar (de 37 años), carecía tanto de la experiencia política necesaria para gobernar el país como de la legitimidad de haber librado dos guerras (la de los Seis Días, en 1967, y la de Yom Kippur en el �73), necesaria para acordar la paz con Israel, un tema centrado en la devolución de los altos del Golán capturados a Siria por el Estado hebreo tras la guerra del �73. A fin de legitimar su dinastía, al-Assad necesitaba recuperar ese territorio antes de morir. Y de hecho, fue el agravamiento de su salud lo que provocó la elevación unilateral siria del nivel de las negociaciones a comienzos de este año, cuando Al-Assad mandó por primera vez a un canciller sirio a dialogar con el primer ministro de Israel.
3) Sin embargo, Israel no supo responder adecuadamente. Aunque dispuesto a devolver el Golán (una posición estratégica en los �70, pero que ahora ha perdido valor ante las nuevas armas antimisiles, los nuevos satélites y sistemas de alerta temprana), el gobierno centroderechista del primer ministro laborista Ehud Barak se empecinó en insistir en la vuelta a un statu quo ante centrado en la frontera de 1973. Ignoró, así, las demandas sirias de compartir los recursos del lago Tiberíades, que no estaban del lado sirio en el �73 pero es esencial al desarrollo de las dos economías.
Y aquí aparece el problema, ya que Barak desperdició con los sirios las mismas oportunidades que está rifando con los palestinos. El primer ministro no hace estas cosas por estupidez o ignorancia, sino porque siente que acuerdos tan fundamentales como los que implican cesiones a enemigos de territorios dolorosamente conquistados requieren de un consenso nacional aceptable. Por eso, privilegia la participación en su gobierno de partidos religiosos minoritarios de derecha como el Shas, que sin embargo provocó esta semana la crisis más grave de su gobierno votando contra él en el Parlamento por una mera cuestión de asignaciones parlamentarias. La muerte de Al-Assad llega precisamente en el fin de semana que Barak había consagrado a pensar en qué hacer con esta crisis de gobierno, si ceder al Shas o gobernar con una minoría tácitamente apoyada por los parlamentarios árabes. Hacer esto último no era obviamente la solución ideal, pero puede volverse inevitable si el proceso de paz debe sobrevivir.

 

 
PERFIL DE UN DURO MUY HABIL
El León de Damasco, el Zorro de Medio Oriente

Por P.R.
�Sin Egipto no se puede librar una guerra. Pero sin Siria no se puede lograr la paz�. La frase que alguna vez pronunció Henry Kissinger ilustra la importancia de ese hombre, el sirio Hafez al-Assad, en el equilibrio de paz y guerra en Medio Oriente. �El Zorro de Medio Oriente� gobernó durante 30 años a su país alternando posiciones: siempre en contra de Israel, pero también en contra de Irak, siempre bajo la égida soviética, pero mirado con respeto y alguna que otra simpatía por Estados Unidos. Hacia adentro, �El Zorro� se transformaba en �El León�: en 1982, llegó a bombardear a una ciudad entera, Hama, por la presencia del grupo opositor Hermanos Musulmanes. Aplastó varias intrigas familiares en su contra por la sucesión del �trono� y salió apenas herido de dos atentados. �Es un líder de una época que murió antes que él�, resumió ayer el ex premier israelí y premio Nobel de la Paz Shimon Peres. Pero Al-Assad, duro en un tiempo de duros, parecía que se ablandaba cuando lo mató un infarto.
Al-Assad comenzó su militancia política ya a los 16 años: se afi-
lió al Partido Baath Arabe Socialista, el mismo que gobierna actualmente en Irak. En 1951 comenzó a cultivar la otra gran rama de poder: la militar. Ingresó en la Academia Militar de Homs, donde se graduó como piloto de las fuerzas aéreas con el grado de teniente. Fue uno de los cuatro fundadores, en 1960, del �Comité Militar Baasista�, y de allí en más inició una carrera muy rápida e intensa. Fue uno de los jefes de la revolución que en 1963 que llevó al Baath al poder. Después, ministro de Defensa luego de un golpe de Estado en 1966. Luego, uno de los jefes de otro golpe en 1968. En el ínterin, ocurrió el hecho más traumático de su carrera: Israel toma las Alturas del Golán sirias en 1967 y Damasco queda en la mira de las armas hebreas. Al-Assad es duramente criticado, pero se mantiene en el cargo. En 1970, a sus funciones de ministro de Defensa suma el de primer ministro, arresta a todos los opositores y se hace elegir presidente por referéndum popular en 1971. 
Al-Assad se puso bajo el manto soviético declarando a Siria �un Estado socialista�. Con armas y mucha asistencia económica, Al-Assad se abalanzó sobre el Líbano (integrante de la Gran Siria, según la retórica oficial siria) y se alió con Egipto en contra de Israel. Aunque ambos terminaron derrotados en la guerra de Yom Kippur en 1973, 
Al-Assad obtuvo entonces el reconocimiento dentro del movimiento socialista pan-árabe: su nombre aparecía junto a los egipcios Nasser y Anwar el-Sadat y con el palestino Yasser Arafat. Su objetivo era destruir el Estado de Israel. A tal punto, que se opuso al acuerdo de paz entre Egipto e Israel en 1979 y promovió entre los países árabes la ruptura de relaciones con Egipto.
Luego de la caída del muro de Berlín, Siria siguió manteniendo su poder. En parte porque el país es uno de las rutas mayores de la heroína, y en parte porque desplegó un tablero complejo en la región: cerca de Irán, a quien apoyó contra Irak y de donde venían las armas para el grupo armado Hezbollah en el Líbano, en contra de Irak (en la Guerra del Golfo se alió con los norteamericanos) y de Turquía, consolidando al Líbano como su protectorado y manteniendo a Israel a raya. 
Al-Assad sólo aceptó conversar con Israel si se hacía conjuntamente con Líbano, Jordania y los palestinos en la Conferencia de Madrid de 1991. Cuando Jordania y Arafat avanzaron por su cuenta, Siria se quedó �solo�. Sin embargo, a la luz de Estados Unidos (que en el tablero antiguo figuraba del lado israelí), Siria siempre representó al menos la contención del fundamentalismo musulmán, por lo que Al-Assad merecía ser tratado con respeto. Ese respeto lo obtuvo posteriormente él mismo: el Hezbollah, apoyado por Siria e Irán, y el propio Ejército sirio en el Líbano obligó a Israel, hace dos semanas, a salir del sur de ese país. A esa altura, ya se habían iniciado los contactos preliminares entre Israel y Siria. Ahora esperaban ser relanzados.

 

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