Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Cara a cara para sostener el último muro de Berlín

Mañana se encontrarán por primera vez los líderes de las dos 
Coreas. Aquí, la historia detrás de una separación de 45 años 
y de un chantaje que se produce desde la caída del Muro. 
Kim Jong-Il (izq.) dirige una Corea del Norte arruinada. 
Pero el sureño Kim Dae Jung hará todo para impedir su colapso.

Por Gabriel Alejandro Uriarte

t.gif (862 bytes) Mañana se celebrará una cumbre entre Kim Dae Jung y Kim Jong-Il, jefes de Estado respectivamente de Corea del Sur y Corea del Norte. Ese encuentro (que ocurrirá en la capital norcoreana de Pyongyang) no tiene precedentes en la historia de ambos países. Eso de por sí ameritaría describirlo como �histórico�. Sin embargo, la cumbre busca en gran medida impedir la realización de cierta historia. Para ser más precisos, la de �el fin de la historia�. En Europa, ese hito decidió el paso del ex bloque soviético a la democracia. Pero nadie espera que sea tan sencillo en Corea del Norte. Todo lo contrario. La implosión del país parecería ser el único resultado posible si se desmantela su (brutalmente stalinista) régimen. El tema de fondo de las negociaciones será entonces la supervivencia de Kim Jong-Il. Los otros asuntos �reunir a familias separadas, limitación nuclear, misiles balísticos� no serán más que la moneda de cambio. La importancia vital de que sobreviva el despotismo norcoreano se explica por los mismos motivos que causaron la división por 45 años de la península. 
El primer factor es indudablemente la guerra de Corea (1950-1953). Ella consolidó lo que antes había sido un arreglo que todos consideraban temporario. Corea había sido una colonia japonesa desde 1910. La derrota de Japón en 1945 dejó dos zonas de ocupación divididas por el paralelo 35. En el norte, los rusos creaban una República Popular de Corea con Kim IlSung como líder. En el sur, Estados Unidos establecía la República de Corea bajo el corrupto y despótico pero fervientemente anticomunista Syngman Rhee. Los gobiernos de ambas Coreas planeaban la reunificación, por medios militares si era necesario. Al final serían los norcoreanos los que en 1950 intentarían anexar por la fuerza a sus hermanos del sur. 
Paradójicamente, el conflicto terminó por legitimar al régimen surcoreano de Rhee. O, para decirlo de otro modo, deslegitimó a los comunistas como potencial liderazgo de una Corea unificada. Fue su propia culpa. Su ofensiva inicial logró ocupar brevemente la mayor parte de la península. La ocupación fue instructiva para los surcoreanos. Miles fueron encarcelados y muchos de ellos fueron ejecutados. Se estima que estos últimos ascenderían a 26.000 surcoreanos. En 1953, la guerra concluyó con el restablecimiento del paralelo 38 como frontera. Seguía siendo provisoria, dado que el acuerdo era un armisticio. Ambas partes seguían en guerra, pero declaraban un cese del fuego. Una que dura hasta el presente. El norte consideró que el revés era temporario. Su devastada economía se recuperó con sorprendente rapidez. Su ejército llegó a proporciones extraordinarias. En 1960, un millón de hombres (2,5 por ciento de la población), en 1987 1,25 millones, lo que lo hacía el cuarto ejército del mundo en tamaño. Pero esos mismos preparativos significaron que nunca conquistaría al sur. El enorme gasto militar distorsionó tanto la economía que le impidió competir con la más dinámica Corea del Sur, que llegaría a ser una de las principales potencias industriales del sudeste asiático. 
Pero el problema fundamental de Corea del Norte era el hermetismo de su régimen. Muchos dirigentes a menudo desconocen las decisiones de Estado. Se guardan muy pocos documentos y hay una constante desinformación hacia el exterior. Esto impidió que Corea del Norte explotara dos oportunidades históricas de unir la península, la primera con la caída de Rhee en 1960 y la segunda con el asesinato del general Park Chung Hees en 1970. En ambos casos el régimen de Pyongyang no terminaba de creer los informes que llegaban desde el sur. ¿Eran realmente ciertos o eran trucos como los que ellos mismos jugaban con tanta eficacia? En ambos casos, su dilación resultó en la continuada estabilización y crecimiento de Corea del Sur. Y las cosas sólo empeoraron para el norte. China suspendió sus envíos de petróleo en 1988, Rusia cortó el flujo de ayuda tras la caída del Muro de Berlín. Siguieron inundaciones y la destrucción de cosechas. Pronto comenzaría una hambruna que traería alrededor de dos millones de muertes. 
Con todo esto en mente, la caída del Muro debería haber resultado en que Corea del Norte se perdiera de vista. Dos motivos explican que continuaraatrayendo la atención. Uno es que la artillería de su gigantesco ejército sigue teniendo a tiro a la capital surcoreana de Seúl. Pero el factor más importante es su programa nuclear y de misiles balísticos. En 1998, fotos satelitales norteamericanas indicaban que Corea del Norte había construido un enorme laboratorio nuclear encubierto bajo una montaña. Poco después Corea del Norte lanzó un misil de prueba que penetró en cielos japoneses. Pyongyang fue aplacado con más ayuda económica y más comida para su hambrienta población. El chantaje ya estaba elevado a política de Estado. 
El presidente surcoreano Kim Dae Jung siempre estimó que no había otra alternativa que el soborno. Esencialmente, en eso consiste su política de �luz de sol� hacia el norte. Esta alentó una limitada inversión económica, un muy controlado turismo y un fuerte incremento de la ayuda financiera y de comida. La idea es alentar a Corea del Norte a adoptar un proceso muy gradual de apertura como en China o Vietnam. Los norteamericanos y los japoneses siguen de mala gana la estrategia. Es que todos concuerdan en que hay que evitar a toda costa un colapso norcoreano. No hay alternativas de poder en el �reino ermitaño�. Es el �querido líder� Kim Jong-Il, o el caos. Y nadie quiere el caos en un país armado con misiles balísticos y posiblemente con ojivas nucleares. Aun si la caída del régimen ocurre en calma, una hipotética reunificación significaría que una Corea del Sur recién salida de la crisis asiática deberá hacerse cargo de una economía en ruinas y una población al borde de la inanición. La posición actual del norcoreano Kim Jong-Il es entonces paradójicamente muy fuerte. Todos coinciden en que hay sólo una cosa peor a que siga gobernando: que no lo haga. 

 

PRINCIPAL