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El JUEVES SE ESTRENA �DULCE Y
 MELANCOLICO�, UN HOMENAJE DE WOODY ALLEN AL JAZZ
Bajo la sombra de Django Reinhardt

Como �Disparos sobre Broadway� y la legendaria �Zelig�, la nueva película del director de �Celebrity� es también una biografía apócrifa, en este caso de un virtuoso guitarrista de jazz de los años 30, que también era borrachín, cleptómano y gigoló.

Sean Penn como el genial guitarrista Emmet Ray, �el mejor después del gitano Reinhardt�. Samantha Norton es Hattie, un personaje con ecos de la Gelsomina de �La strada� de Fellini.

Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Si en Celebrity, su película inmediatamente anterior, Woody Allen se preocupaba por los devaneos de la fama y la frivolidad del mundo, ahora con Dulce y melancólico �que se estrena el jueves en Buenos Aires� su mirada se vuelve más introspectiva y nostálgica, como si esta nueva película fuera un puro gusto personal, una obra concebida en principio para su propio placer, la maravillosa excusa para filmar rodeado del jazz de los años 30, que siempre fue su música preferida. Nada hay en Sweet and Lowdown de la contagiosa alegría de Todos dicen te quiero, o del humor ácido, salvaje de Los secretos de Harry. Si hubiera que buscar un antecedente cercano para su trigésimo largometraje (¿habrá otro cineasta que filme con la misma regularidad matemática de Allen?; si hasta pareciera que el calendario podría regirse por la aparición de cada uno de sus films), ése sería sin duda Disparos sobre Broadway y, ya más lejos en el tiempo, el legendario Zelig. 
Como en esos dos títulos, Dulce y melancólico es también una biografía apócrifa, que bien podría ser cierta. La falsificación histórica siempre ha sido una constante en la obra de Allen y aquí se vuelve un tema central. Los títulos iniciales informan que la película estará dedicada a Emmet Ray, una figura oscura del jazz de los años 30, un guitarrista virtuoso opacado por la sombra enorme del gran Django Reinhardt y que habría grabado apenas unos pocos surcos para la RCA Victor, atesorados solamente por aficionados y especialistas. De hecho, son ellos quienes en principio tienen la palabra, empezado por Nat Hentoff �uno de los mayores historiadores del jazz� y el mismísimo Allen, que a la manera de un documental van dando cuenta del talento de Ray y de algunos de los curiosos episodios de su vida. A partir de ese punto de partida en el que ya es difícil distinguir la verdad de la impostura, Sweet and Lowdown evoca las paradojas y las angustias de la condición del artista, en un tono siempre dulce y menor, como sugiere el título del film.
¿Quién era, cómo era Ray? En palabras del propio Allen, se trataba de �un personaje fascinante, un hombre gracioso y al mismo tiempo patético�, una descripción que el bueno de Woody sabe que se ajusta muy bien a sí mismo. Como el protagonista de Los secretos de Harry, se trata también de un ser vanidoso y egoísta, que justifica todas sus acciones con la excusa de que es un artista y que su guitarra está antes que nadie en su vida. La gran diferencia sin embargo es que Emmet Ray no está interpretado por Allen y ni siquiera es una copia al carbónico como la que componía Kenneth Branagh en Celebrity. En un trabajo excepcionalmente sobrio y sentido, Sean Penn logra darle a su personaje una vida propia, distinta, como si Allen, sin dejar de hablar de sí mismo, se hubiera cansado un poco de su propia imagen en el espejo del cine. 
Como podría suponerse, no faltan las mujeres en la vida de Ray, y una de ellas es la dama sofisticada que compone Uma Thurman, que cada día más parece esculpida por Giacometti. Pero si hay un personaje femenino que se roba la película, ésa es Hattie, una humilde lavandera que Emmet conoce una mañana de sol caminando por la rambla de Atlantic City. Por algún motivo, Hattie no habla (�Quedó muda por un susto�, arriesga alguien) y se convierte en la Gelsomina de ese artista trashumante que es el Zampanó de la guitarra. En el prodigioso trabajo de la actriz inglesa Samantha Norton (un auténtico hallazgo de casting de Allen), no hay ninguna apelación directa a Giulietta Masina. Se diría, más bien, que su modelo fue la soledad metafísica que era capaz de expresar la máscara muda de Buster Keaton. Pero aun así, asoma un a través de ella un eco de La strada, como una vibración distante, que no debe extrañar en Allen, considerando que Fellini siempre fue una figura tutelar en su obra, como lo prueban las referencias a 81/2 de Recuerdos o la manera en que Celebrity evocaba La dolce vita.
Por supuesto, hay humor en Sweet and Lowdown, pero no es la nota dominante. Resulta francamente divertido observar a Ray regañar a sus pupilas (porque habría sido gigoló), robarse un cenicero (porque habría sido cleptómano), o verlo completamente borracho, trepado a una luna de utilería, incapaz de acertar con los acordes iniciales de �Sweet Georgia Brown�. También es sumamente gracioso un episodio en Hollywood, durante el rodaje de La tumba de la momia, con una escenografía de aires equívocamente árabes, mientras en la banda de sonido se escucha la gloriosa versión de �Caravana� (el clásico de Duke Ellington) grabada por Bunny Berigan y su orquesta. Aun así, el espíritu que predomina en toda la película es el del frondoso anecdotario del jazz, esas historias orales que han pasado de generación en generación y que tienen siempre un costado cómico, pero que en el fondo no son sino relatos legendarios, impregnados por la melancolía de una época que ya ha quedado definitivamente atrás. 
No se puede dejar de tener la sensación de que Sweet and Lowdown nació precisamente así, de los encuentros de Allen de todos los lunes con su banda de jazz, como si mientras ejecutaba el clarinete se hubiera impregnado de esas historias que circulan entre los músicos y de las que siempre hay múltiples versiones, algo que la película �en otra prueba de la maestría de Allen como narrador� tampoco descuida, ofreciendo en más de un pasaje el beneficio de la duda. Al fin y al cabo, ¿quién sabe nada de Emmet Ray? ¿Sería cierto que una vez le robó el reloj a Hoagy Carmichael y que por ello el compositor llegó tarde a una sesión de grabación? ¿O que cuando escuchaba a su maestro Django Reinhardt no podía parar de llorar? Para Allen, todo es posible, porque Emmet Ray no puede desmentirlo: parece haber desaparecido del mapa una noche cualquiera, mientras veía pasar los trenes de carga que salían de Chicago y pulsaba en su guitarra, pensando en Hattie, los tristes acordes de �Sweet Sue, Just You�.

 


 

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Si usted es un estudioso de la historia del jazz, estará al tanto de que Emmet Ray, el protagonista de Dulce y melancólico, nunca existió realmente. Pero podría haber existido. Emmet recuerda a muchos de los músicos de jazz que conocí en los años 40. Emmet Ray es, tal vez, peculiar, pero fiel al estilo de vida del jazz. En un punto de su carrera se encuentra viviendo del dinero ganado por un par de prostitutas, una práctica no del todo inédita en los círculos del jazz. A fines de los 40 en Chicago me encontré con varios músicos que eran �managers�, el eufemismo que Emmet prefiere usar en lugar del término proxeneta. Como muchas leyendas del jazz, Emmet es un antihéroe, pero su talento como guitarrista �que en la banda de sonido hay que agradecer al magnífico Howard Alden� compensa su multitud de pecados.
La primera pieza musical que se escucha en Dulce y melancólico es �When the Day is Done�, de Django Reinhardt, del año 1937. Como ha demostrado en sus elecciones musicales para muchos de sus films, la pasión de Woody Allen por el jazz es irradiada, estilísticamente, desde el estilo de clarinete de inspiración �New Orleans� que es tal vez el más cercano a su corazón. Previamente habíamos escuchado en sus bandas de sonido a Louis Armstrong, Ben Webster y Erroll Garner, por mencionar sólo algunos. Esta vez, con quien ha sido largamente su director musical, Dick Hyman, en la conducción (y a veces en el piano), Allen usa una rica mixtura de grabaciones del período así como interpretaciones flamantes a cargo de los guitarristas Howard Alden y Bucky Pizzarelli. Es posible escuchar el contagioso estilo de estos increíbles músicos en �Limehouse Blues�, �Sweet Georgia Brown� y �I�ll See You In My Dreams�. Alden también interpreta �Mystery Pacific�, de Django.
Al propio Reinhardt se lo escucha en las grabaciones originales de �Avalon� y de �Liebestraum�. El violinista Joe Venuti y el guitarrista Eddie Lang están representados por �After You�ve Gone� y hay selecciones por Ted Lewis, Sidney Bechet, Red Nichols, Bix Beiderbecke, Bunny Berigan, Henry Busse y el líder de banda británico Ambrose. A través de todo el film, la música aporta al humor y al pathos. En el que tal vez sea uno de los momentos más conmovedores del film, Emmet Ray (Alden) interpreta sin acompañamiento �I�m Forever Blowing Bubbles� mientras corteja a Hattie. Al final, la película está impregnada no sólo de la música, sino también del espíritu del jazz.
* Coautor junto a Leonard Fea-
ther, de The Biographical Encyclo-pedia of Jazz (Oxford Press).

 

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