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OPINION

 

La paradoja de Zenón

Por Julio Nudler

Aunque De la Rúa y Machinea sigan denunciando la grave situación fiscal que les legó Menem, las principales causas de la explosión del déficit en 1999 fueron exógenas: la recesión, determinada por la crisis mundial y la devaluación brasileña, y el aumento internacional de la tasa de interés.
Ante esa combinación de datos adversos, que la débil y endeudada economía argentina no puede contrarrestar, tampoco la Alianza, al continuar con el mismo programa económico, podría evitar un serio deterioro fiscal, o, si coloca como suprema prioridad el ajuste, debería asumir los costos de sucesivos paros obreros y estallidos sociales. En la base de todo este conflicto hay una política económica fracasada, cuyos éxitos parciales (estabilidad, apertura, mejoras de productividad) no alcanzan para darle viabilidad al sistema.
Como se vio claramente en los períodos 1992/94 y 1996/98, cuando la actividad económica crece, las importaciones explotan. Esto plantea una gran contradicción de la Convertibilidad y el tipo de cambio fijo: el programa necesita crecimiento para que se expanda la recaudación y cuadren las cuentas fiscales, de modo que el Estado tenga dinero para pagar íntegramente los intereses de la deuda, pero ese mismo crecimiento provoca un déficit comercial incontrolable, que se suma al rojo del balance de servicios. Ahora Economía está clamando por la reactivación, pero cuando la logre se hallará con un déficit externo infinanciable. Ya ni siquiera existe la situación de 1994 ni la de 1998, con picos de actividad y de déficit: es peor, porque se ha acumulado mucha más deuda. Además, los mercados recelan absolutamente de la Argentina, a cuyo extraño cepo cambiario ya le tomaron el pulso, mientras que la cantinela de las "reformas pro mercado" perdió audiencia.
Alguien ha dicho que esta asfixia económica paulatina le recuerda la paradoja de Zenón: algo se pierde cada día, una inversión, una fuente de trabajo, y aunque nunca suceda nada extraordinario ni enorme, como una corrida bancaria o una cesación de pagos nacional, con el tiempo se monta una crisis inmanejable. Se afirma entonces que la solución está en bajar el gasto público, aunque con ello no se ataca el problema verdaderamente grave y estructural del sector externo. También se confía en que con aumentos de productividad pueda compensarse la sobrevaluación del peso, sin considerar que en el resto del mundo la productividad también aumenta, y a veces a mayor velocidad. Finalmente, la solución más a mano es la de la deflación, pero en tal caso la imagen del país es la que captaron las cámaras el 9 de junio.

 

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