Patricio Echegaray,
legislador de Izquierda Unida
Como el sobrino de Julia
La Tía
Julia de Mario Vargas Llosa escribió alguna vez un libro
sobre lo que su sobrino no se había atrevido a decir. Uno tiene
la misma sensación al opinar sobre lo que debería
decir nuestro presidente en su reunión con Bill Clinton.
Porque sabemos que sus palabras y sus gestos serán de subordinación
humillante, acorde a las relaciones carnales, ahora rebautizadas
como íntimas por el canciller Rodríguez Giavarini.
Un presidente
argentino con dignidad nacional debería denunciar la responsabilidad
del gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) por el nuevo orden mundial y
su sistema de dominación (Grupo de los 7, Otan, ONU, FMI, Banco
Mundial, etcétera), responsable de imponer el modelo neoliberal
que ha llevado al mundo, al continente y a nuestro país a una
situación de extrema injusticia y desolación.
Mil millones de personas pasan hambre en el mundo de la revolución
científico-técnica, cuatro mil millones viven en la pobreza.
Todo en beneficio de un proceso de concentración de la riqueza
que permite que 268 ricachones ganen tanto dinero como el 40 por ciento
de la población mundial. EE.UU. tiene que dejar de proteger a
los genocidas argentinos y debe abstenerse de intervenir en Colombia.
Sin embargo, la Argentina será sede del Operativo Cabaña
2000 que se hará en Córdoba con los ejércitos
de EE.UU. y de los cinco países del Mercosur más Chile
y Perú para preparar la eventual intervención en
Colombia.
Hasta aquí, la ciencia ficción, puesto que ningún
presidente de los partidos políticos tradicionales del país,
pasados al campo del neoliberalismo, está en condiciones de asumir
políticas que no sean las de la flexibilización y el ajuste
perpetuo.
Jorge Altamira, legislador
por el Partido Obrero
Que copie a Clinton
Desde que el
ex presidente Arturo Frondizi se rindiera al FMI antes de su viaje a
Washington, en enero de 1959, todos los que hicieron ese itinerario
tomaron los mismos recaudos: cumplir primero con las órdenes
del amo. También De la Rúa; el nuevo cruzado, decidió
primero, antes de partir, imponer la reforma laboral y decretar el ajustazo
y la privatización de la salud. Pero como ocurrió con
todos los que le precedieron, cuando le diga ¡Presente!
a Clinton, éste le advertirá que viene por más.
El diálogo entre ambos se reducirá a esas pocas palabras.
Clinton no le dirá a De la Rúa que
mientras
el FMI exige a Argentina profundizar la privatización de las
jubilaciones, él se opone a hacerlo en Estados Unidos con el
argumento de que ello desencadenaría un tremendo déficit
fiscal. Ese mismo déficit que sí fue provocado alevosamente
en Argentina y en cuyo nombre los progresistas de la Alianza le bajan
los salarios a los trabajadores. Clinton tampoco le dirá que
mientras su gobierno tiene un plan para reducir la deuda pública,
el gobierno argentino la aumentó canjeando bonos que sólo
exigían el pago de intereses por otros que requerirán
además la amortización del capital, y que en lugar del
6% anual devengarán el 13.5 por ciento o sea una tasa usuraria.
A De la Rúa le bastaría con copiar a Clinton para plantarse
ante las exigencias yanquis: recuperar el sistema jubilatorio para el
Estado (2800 millones de pesos anuales) y restablecer el aporte patronal
a su nivel tradicional (6000 millones al año), lo que eliminaría
el déficit fiscal. Si además cesara de subsidiar a los
pulpos económicos... Pero De la Rúa no fue a Estados Unidos
para informarle esto a Clinton, fue a decirle que la banca puede venir
por más.
Mario Campora, especialista
en RR.II. del PJ
Una premisa fundamental
El diálogo
con los EE.UU. debe ante todo reconocer una premisa fundamental que
está dada por la correcta evaluación de la década
del 90 durante la cual ha tenido vigencia mundial el propósito
de crear un nuevo orden basado en la democracia y en la economía
de mercado. El final de la Guerra Fría trajo el triunfo del capitalismo
y la promesa de la globalización de la riqueza para
incorporar a los países del ex bloque socialista y a los países
del Tercer Mundo al bienestar y al desarrollo.
Han pasado
diez años y la vigencia de esos dos valores cardinales del nuevo
orden mundial no han alcanzado una vigencia sino relativa. Esto es relevante
en particular respecto del Hemisferio Occidental donde el descontento
social y la fragilidad de las instituciones democráticas se hacen
evidente en varios países de América latina. La relación
de causalidad entre pobreza, violencia y autoritarismo es tan cierta
como la relación entre riqueza, paz y democracia.
Cuánto tiempo lleva y qué esfuerzo transformador es necesario
para trasladar un país del primer círculo de causalidad
al segundo, es un tema argumentable. Pero ciertamente no se podrá
avanzar si la economía de mercado es sólo para que los
países desarrollados puedan vender bienes y servicios y los países
en desarrollo vean caer los precios de sus productos y deban enfrentar
barreras comerciales infranqueables. No es suficiente el argumento que
se ha impuesto como explicación predominante de la pobreza que
sería la corrupción. Es increíble que en muchos
casos los mismos países pobres han comprado el argumento de la
propia culpa como fuente principal de su infortunio.
ARMANDO CARO FIGUEROA,
PRESIDENTE DE A.R.
Armar una agenda común
Los presidentes
De la Rúa y Bill Clinton ya tienen su agenda. De todos modos,
algunas cuestiones serían de interés común para
ambos presidentes. Como, por ejemplo, las que tienen que ver con el
diseño del nuevo orden político y económico mundial,
como el tratado que crea el
Tribunal
Penal Internacional. También el funcionamiento de las fuerzas
de paz, que bajo el paraguas de Naciones Unidas están en varias
regiones del mundo. Luego hay cuestiones que tienen que ver con la economía
regional: deberían tratar lo que pasa con el Area de Libre Comercio
de las Américas (ALCA). O sea, todo lo que interesa a las relaciones
bilaterales de Argentina y Estados Unidos. Porque necesitamos un fuerte
respaldo político de Washington para alentar las inversiones
extranjeras directas en el país. Habría que analizar el
proceso de liberalización del comercio mundial, en el que Argentina
tiene una posición firme en contra de los subsidios agrícolas.
Tenemos posiciones cercanas, pero igualmente se deben fijar coincidencias
en favor de la liberalización del comercio mundial.
La afirmación de la democracia en América también
debe ser eje del diálogo con Washington. Lo de Fujimori en Perú
es un tema que tendrían que tratar. Sobre esa situación,
ya hay un debate abierto en la OEA. Tal vez los dos presidentes deberían
coincidir en una posición común. ¿Cuál será
el papel político que tendrá la OEA en la consolidación
de la democracia en Latinoamérica? Esa y otros cuestiones, que
son de interés de Estados Unidos y seguramente serán planteadas
por Clinton, como las patentes de medicamentos y los cielos abiertos,
son importantes para cualquier diálogo argentino-norteamericano.