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Por Adriana Meyer ![]() El 10 de febrero a las 11 de la mañana tres personas vestidas de traje y armadas entraron en la Tesorería de la Cámara de Diputados, ubicada en la planta baja del Palacio Legislativo. En ese momento había ocho personas que fueron maniatadas, entre ellas el diputado justicialista chubutense Manuel Corchuelo Blasco. Todo duró veinte minutos y ellos no parecían nerviosos sino muy profesionales, comentó luego el legislador. Los investigadores coincidieron en esa calificación para los ladrones, pero advirtieron que tanta precisión para dar el golpe había sido posible por la información proveniente desde adentro del Parlamento. El primero en ser detectado por las tareas de inteligencia de las que también participó la SIDE fue un empleado de apellido Zavala que trabajaba en la Dirección de Ayuda Social (DAS), la obra social de los empleados del Congreso. Quienes lo conocen comentaron a Página/12 que no es del riñón de Alberto Pierri (ex presidente de la Cámara baja), pero siempre fue protegido por su gente y era uno de los que iba a apretar a los deudores de la mesa de dinero de la Tesorería. Las escuchas telefónicas les permitieron saber a los investigadores que se planeaba otro golpe, pero no se concretó en el Congreso como pensaban, sino en la estación de servicio de Constituyentes y General Paz. El 11 de abril la policía frustró ese robo y en el enfrentamiento murió un ladrón. No era, sin embargo, la misma banda, pero Zavala participó en ambos. Allí secuestraron patentes oficiales del Congreso, dos autos robados y una picana. Zavala se comunicaba con un conocido delincuente que recién había salido de prisión de apellido Manzanelli, alias Manzanita. Ambos frecuentaban un restaurante en Puerto Madero y ostentaban un súbito incremento en su nivel de vida. El 26 de mayo fueron detenidos y la semana pasada Manzanelli fue reconocido por los cinco testigos que le vieron la cara durante el asalto. En el allanamiento a su casa la policía encontró credenciales del Congreso. Literas podría procesarlos en los próximos días. Hay otros dos detenidos pero no pertenecerían a la banda. Los fiscales federales Eamon Mullen y José Barbaccia investigan el funcionamiento de una mesa de préstamos que funcionaba en la Tesorería durante la década en que Pierri mandaba en el Congreso. Un ex empleado parlamentario de alta jerarquía confirmó a Página/12 lo que en el Congreso siempre fue un secreto a voces: en la Tesorería prestaban dinero a empleados de elevada categoría y les cobraban intereses altísimos. Si ahí funcionaba algo raro no nos cierra que esto haya sido un robo común, y las características del caso también son peculiares, especuló una fuente cercana a los fiscales. Sin embargo, otros investigadores abonan la teoría del asalto común. No van a robar un millón para ocultar un faltante considerablemente menor o para llevarse algún documento haciendo semejante despliegue, comentó otra fuente. El arqueo de caja realizado por las nuevas autoridades había arrojado un faltante de 8 mil pesos, pero en el expediente no consta el robo de documentación relacionada a presuntos ilícitos. |