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HOY ES LA CITA PARA LA PRIMERA CUMBRE BILATERAL
Las dos Coreas cheek-to-cheek

Por Ignacio Cembrero
enviado especial a Seúl

t.gif (862 bytes)  Cuando el presidente surcoreano, Kim Dae-Jung, se aloje a partir de hoy en la residencia de huéspedes de Pyonyang (capital de Norcorea), es probable que no padezca ningún corte de luz. Pero los norcoreanos los sufren a diario. Si su líder, el comunista Kim Jong Il, ha aceptado celebrar a partir de hoy su primera cumbre con su homólogo prooccidental del sur es para intentar sacar a su país de la situación a que lo arrastró el desmoronamiento del bloque soviético.
Para la prensa internacional la cumbre que empieza hoy será virtual.
El régimen comunista no ha autorizado a los periodistas a cruzar el paralelo 38 para seguir en Pyongyang el primer encuentro entre los presidentes de Corea del Norte y del Sur, Kim Jong Il y Kim Dae-jung.
Durante las conversaciones preparatorias de la cumbre, los norcoreanos sólo se mostraron dispuestos a aceptar la presencia de 40 periodistas surcoreanos y a ningún representante de la prensa internacional.
Si Hungría fue en la década de 1970 la vidriera del comunismo en Europa, Corea del Norte lo fue en Asia. A principios de los ‘70 el nivel de vida de sus habitantes rebasaba el de la capitalista Corea del Sur, cuyo despegue empezó poco después hasta alcanzar hoy en día una renta per cápita comparable a la de Argentina y 12 o 14 veces superior a la del Norte. Con la descomposición de la URSS y sus “satélites”, a partir de 1989, la generosa ayuda que recibía el régimen comunista de Pyongyang desaparece y el país entra en recesión a principios de la década de los noventa. Una serie de catástrofes naturales, a partir de 1995, provoca el colapso.
Corea del Norte es hoy en día un país de 22 millones de habitantes, con un ejército de 1,1 millón y capaz de fabricar misiles de alcance medio. Pero es, ante todo, un país arrasado en el que gran parte de sus núcleos urbanos vive a oscuras por falta de electricidad, en el que los trenes apenas circulan por la misma razón, mientras los hospitales están casi vacíos porque carecen de combustible para la calefacción y no alimentan a los enfermos ni les proporcionan medicamentos.
Más grave aún, en los cinco últimos años la hambruna ha causado la muerte, según las fuentes, a entre dos y tres millones de norcoreanos –Pyonyang sólo reconoce unas 230.000 víctimas mortales–, mientras la escasa alimentación que han recibido decenas de miles de niños les dejará secuelas para el resto de su vida, según teme UNICEF.
Ahora, la situación ha experimentado una “ligera mejoría”, según David Morton, coordinador de la ONU para Corea del Norte, pero
la crisis no está “en ningún caso acabada”. En vísperas de la cumbre, la agencia de prensa norcoreana señala que el país padece ahora una gran sequía que ha dañado los arrozales y las plantaciones de maíz.
Durante años el régimen comunista practicó el chantaje para obtener ayuda. Puso, por ejemplo, en marcha un ambicioso programa nuclear que alarmó a Occidente. Aceptó, tras una larga negociación con Washington, detenerlo en 1994, pero logró a cambio la construcción en Corea del Norte de dos reactores nucleares, valorados en 4740 millones de dólares, que sufragarán EE.UU., Japón y la UE.
Los escasos réditos de esta táctica y los estragos de la hambruna incitan, aparentemente, a Pyongyang a cambiar de actitud para no naufragar del todo. La aceptación por su líder, Kim Jong Il, de la cumbre que le había propuesto Kim Dae-yung, es el aspecto más visible de su intento de romper el aislamiento en el que se halla sumido.

 

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