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Por Mariano Blejman Cuando Gonzalo Bonadeo ganó el mes pasado el Martín Fierro en el rubro mejor labor en programa deportivo en AM, su dedicatoria bordó un terreno que conoce al dedillo: el de la polémica. Otra vez enfrentó a los capitostes de la patria deportiva, sugiriéndoles que en ese momento no podían levantar sus cabezas del plato de comida, porque no se atreven a mirarlo a los ojos. En Rocangol, el programa que conduce en una radio que forma parte central de la patria deportiva, Bonadeo mismo está en el medio de una polémica: numerosos oyentes le piden que se remita a hablar de fútbol, otros aplauden sus incursiones en el terreno ideológico, o, directamente, en los terrenos políticos. Hijo de Diego Bonadeo, un abonado a las discusiones, Gonzalo lleva nueve años en radio y otros tantos en la televisión por cable. Llegó a este medio, pero en el aire, a fin de los ochenta de la mano de Marcelo Tinelli, en la primera troupe de amigotes de Videomatch. En esta entrevista habla de cómo es su siempre tirante relación con la empresa hegemónica en el negocio del deporte mediático. Inevitablemente, hasta cuando gana premios usted transmite la sensación de que no trabaja tranquilo en TyC. ¿Es a propósito o se le escapa? Más allá del caso de mi relación con TyC, que es rara, creo que sorprende porque no existe en el periodismo la actitud de decir lo que se piensa, y menos de los dueños de los medios. Cuando me pregunto si nosotros, los periodistas independientes, decimos siempre lo que pensamos, me respondo que no. Si yo cuestiono a Batistuta seguramente me van a putear. Si cuestiono a Palermo y digo que si él vale 20 millones, Batistuta vale 500, también me van a putear. En este medio, aunque parezca mentira, se considera innecesario decir lo que uno piensa. ¿Esos son los famosos supuestos códigos del periodismo deportivo? Los periodistas sobre todo los jóvenes tienen que aprender que no existe el antecedente de un jugador dándole la espalda a otro en beneficio de lo que le dijo a un periodista. Pongamos un ejemplo: viene un jugador A y le dice al periodista: El jugador B jugó falopeado. Si uno dice que A dijo que B jugó falopeado, B nunca lo va a aceptar. Ellos conocen su especie y saben quién es el bueno y quién el malo, pero no pueden encararlos de frente. Los periodistas miramos la situación y la analizamos de otro modo. Si hay jueces, maestras y presidentes corruptos, ¿por qué no hay árbitros corruptos? Hay cosas en el mundo del fútbol que deberían comenzar a decirse. Pero, ¿cómo es trabajar en TyC? La verdad que no sé. Si es por cuestiones de censura, ya me tendrían que haber echado. Una vez se me objetó que había dicho al aire que los ataques a las embajadas de Africa tenían que ver con el momento de Clinton y la Lewinsky. Todo fue más fácil un día después, cuando la CNN salió con versiones similares. Entonces allí fue más fácil mantener mi postura. A nosotros nos dijeron hace tres años que por problemas técnicos no podíamos transmitir desde la Carpa Blanca. Sin embargo, ahora Nelson Castro hace un programa desde La Quiaca, con el padre Olmedo. Me alegro por Nelson. Es bueno que se vaya sabiendo que el menemismo en el poder ha sido muy jodido. Porque además de esto, ha hegemonizado ese concepto de que hay que ser un winner. Con ese criterio estamos todos muertos, somos todos perdedores. Yo pienso que si Daniel Hadad es un winner porque gana mucho dinero con los medios desde una ideología despreciable y racista, prefiero ser un perdedor toda la vida. Realmente lo digo. Me encanta que los compañeros del colegio de mi hija escuchen a sus padres estar de acuerdo o en desacuerdo con el laburo público de su papá. Pero debe ser feo que tus hijas escuchen que sos un trucho, un tipo que miente o inventa. ¿Qué le dio la radio que no le da la televisión? La radio tiene una presencia interactiva. En la tele uno está todo el tiempo expuesto, mientras que la radio tiene ritmos diferentes. A nadie sele ocurrió estereotipar el ritmo de radio, puede ser vertiginoso o pausado y está bien. En la tele, durante los últimos 8 años han intentado exponer un ritmo televisivo vertiginoso. Y en definitiva ir rápido no quiere decir tener ritmo, e ir despacio no quiere decir no tener ritmo. Es una cuestión de cadencia. Ante la opción se prefiere el vértigo, que también puede ser impreciso. En la radio uno puede transmitir en pelotas y nadie se entera. ¿Cree que la radio corre algún riesgo de desaparecer? Antes, uno sólo escuchaba determinado tipo de música en la radio. Hoy, todo se puede bajar de Internet. La televisión transmite en vivo desde autos que van en marcha, y aun así la radio sigue teniendo una diferencia. En ese sentido no se va a quebrar. La radio tiene algo mágico que hace que le siga ganando a la tele, a Internet y a los diarios. ¿Y qué desventajas le encuentra? Hay menos plata. Sin embargo, los buenos programas duran mucho más tiempo en la radio que en la televisión. En la radio, en tanto uno se acomode a un presupuesto es mucho más viable seguir existiendo. ¿No tiene la sensación de que en el fútbol se pregunta demasiado y se responde muy poco? Parece imprescindible que así sea. Pero si son jugadores de fútbol, hay que dejarlos jugar. Hace menos de 100 años se objetaba el reportaje, y no se lo consideraba parte del periodismo, porque importaba lo que el tipo hacía, no lo que decía. La nota constante es un embole. River dice vamos a atacar y después no lo hace. ¿Para qué lo dice? Uno puede pensar que tal vez en la política mentir es redituable, porque al menos por un tiempo se puede seguir engañando a la gente. Las mentiras se descubren por los efectos posteriores. Pero en el fútbol uno dice voy a defender y si sale a atacar todo el mundo se entera. La mentira se descubre de inmediato. |