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GARCIA FUE LIBERADO CON UNA FIANZA DE 5000 DOLARES
Y ahora vienen las canciones

Tras realizar un careo entre el músico y el principal testigo de la agresión al fotógrafo Hugo Ferreyra, el juez Adolfo Claverie fijó una caución para su liberación. Y Charly invitó a comer a los policías.

t.gif (862 bytes)  El rock de la cárcel terminó para Charly García: el juez Adolfo Claverie dispuso anoche la liberación del músico, previo pago de una fianza de cinco mil dólares. Mientras algunas fuentes aseguraban que el pago correría por cuenta del sello discográfico Universal, un empresario rosarino se presentó para ofrecer su auto en caución y con ello liquidar el trámite judicial. Una vez liberado, García decidió, en señal de agradecimiento por el trato recibido, invitar a comer a los policías que lo frecuentaron en estos dos días de detención: para ello, su manager Marcelo Lavalle hizo comprar comida y hacerla llegar a la Alcaidía situada en las calles Moreno y San Lorenzo del Gran Rosario. El juez Claverie fijó la caución luego de disponer un careo entre García y Daniel Figueroa, un ex policía que se desempeña como custodio de El Barrilito, un bar cercano al lugar donde se produjo la agresión al reportero gráfico Hugo Ferreyra. En el careo, Figueroa ratificó que el músico “agarró del cogote al fotógrafo y lo arañó todo”, y sobre la base de ese testimonio el juez decidió el pago de una suma para que el músico recuperara la libertad, aunque continuará la investigación sobre el hecho.
“El dice que yo estoy buscando plata, pero no es así. El está mal. No estaba en sus cabales esa noche”, aseguró Figueroa al salir del Juzgado Correccional de la Sexta Nominación, mientras García era trasladado nuevamente a la Alcaidía donde estuvo alojado desde el domingo de madrugada, cuando llegó de la Capital acompañado por un grupo de policías. En esa detención se produjo el clímax de este nuevo episodio-García, que comenzó el 14 de mayo: ese día, tras un show en un teatro de Rosario, Charly fue invitado al Bar Luna, donde cantó durante veinte minutos pero, sobre todo, se dedicó a insultar a los presentes y apostrofarlos como “rosarinos de mierda”. A la salida, García y su custodio Willy agredieron al fotógrafo de La Capital, quien hizo la denuncia en la Comisaría 3ª. El juez Claverie citó entones a Charly, quien no se presentó aduciendo “compromisos laborales”; fijada una segunda audiencia, el músico tampoco concurrió, aunque presentó un certificado médico por un cuadro de neumonía. Cuando García faltó sin ninguna justificación a la tercera audiencia, el juez Claverie –a quien en Rosario se define como “de perfil muy bajo y muy severo”– decidió imponerle al músico “una especie de sanción moral para que reflexione y cumpla con los requerimientos de la Justicia”, lo declaró en rebeldía y envió a la Capital un exhorto para hacerlo comparecer por la fuerza pública.
Más allá de la experiencia y su resolución final, García pudo volver a comprobar que, si bien el juez no tuvo contemplaciones por su ascendencia pública, su figura encuentra aguante allí donde esté. Y eso, claro, incluye –de manera nada sorprendente– la cárcel. Mientras esperaba la decisión de Claverie sobre el pedido de excarcelación formulado por su abogado durante la mañana, Charly recibió la enésima ovación de su carrera, esta vez de parte de los presos alojados en la alcaidía de Rosario: pertrechado con una guitarra que le acercó su asistente Gabriel Ganem, se dedicó a tocar sin pausa, convirtiendo al lugar en escenario de un nuevo show. Según dijo Ganem al llegar con la guitarra recién comprada, “en las horas que pasó en la alcaidía aprovechó para componer y tocar a pedido de los compañeros de celda. Charly está bien, está inspirado, está componiendo y con eso se entretiene”.
Ganem era uno de los únicos seis autorizados a visitar al músico, una lista que completaban su abogado Guillermo Vega, Javier Pedelaborde (el amigo al cual le estaba “haciendo el aguante” cuando faltó a la tercera citación) y su manager Marcelo Lavalle. Sin embargo, pasadas las 17.30 García recibió la visita de Nito Mestre, quien sólo dijo “vengo a visitar a un amigo”; cuando ya Charly iba hacia el careo con el custodio, sus allegados dejaron trascender que quizá el dúo se quedara en Rosario “para grabar algunos temas”, pertenecientes al brote de inspiración de García durante su detención. En sus dos días de cárcel, sin embargo, Mr. Say No More pudo mantener un status de estrella, no tanto por el lugar en el que fue alojado sino porque, con el correr de las horas, fue abordado por presos, guardiacárceles, funcionarios, empleados judiciales y cholulos varios que se llevaron una foto o un autógrafo. Y ahora, seguramente, vendrá el largo relato del mismo García sobre su nueva experiencia. Y encontrará la manera de que haga ruido.

 

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