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Un premio Nobel en las aulas de Ciencias Sociales

Desde este cuatrimestre, Adolfo Pérez Esquivel dicta en la UBA un seminario curricular sobre derechos humanos.

Por Cecilia Sosa

t.gif (862 bytes) ”¿Cuando estornuda Clinton, los argentinos nos resfriamos?”, provoca el profesor, sentado sobre el escritorio de un aula en la Facultad de Ciencias Sociales. El que balancea los pies frente a los estudiantes que colman la sala es Adolfo Pérez Esquivel. Por primera vez, desde este cuatrimestre, un premio Nobel de la Paz dicta un seminario curricular en la Universidad de Buenos Aires (UBA). “¿De qué hablamos cuando hablamos de derechos humanos?”, pregunta. “Creo que tenemos que hablar de lo que nos pasa aquí, en América latina –reflexiona tras un silencio–. Sólo así podremos comenzar a generar un pensamiento propio.” La materia se llama “Cultura para la paz y derechos humanos” y puede cursarla cualquiera de los 18 mil alumnos de la facultad. “Es increíble que él esté acá dando clase”, dice emocionada Claire, una norteamericana de 20 años, mientras se apura para ocupar un lugar en la primera fila.
El tema del día son los derechos humanos y la realidad latinoamericana, desde la posguerra hasta 1976. Pérez Esquivel abre la clase con una anécdota. “Hace unos días estuve en La Habana, en un encuentro de países tercermundistas. Había presidentes de Asia, Africa. Pero de Latinoamérica sólo fue uno: Hugo Chávez, de Venezuela. Por Argentina estaba el presidente de la Cámara de Diputados. Pero, en el momento de exponer, desapareció”, relata. Ante el atento silencio de los alumnos, reflexiona: “Es curioso. Es como si perteneciéramos a otro planeta, no sabemos dónde estamos parados”.
Algunos estudiantes llegan con demora. El profesor saluda y, como ya no quedan bancos desocupados, le ofrece a una alumna compartir su escritorio. Ahora se refiere al voto argentino contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. “¿Cuáles son los parámetros de un gobierno para determinar si en Cuba se violan o no los derechos humanos?”, se pregunta. “El año pasado –sigue– el ex presidente de Ecuador confesó que, si no acompañaba a Estados Unidos en el voto, su país perdía inmediatamente un crédito de 300 millones de dólares.”
–Profesor –interrumpe una estudiante, desde el fondo–, ¿usted cree que en Cuba no se violan los derechos humanos?
–No estoy hablando de eso –replica él–. Cuba tendrá muchas cosas que corregir. Pero el problema va más allá. El tema es si se trata de un pensamiento propio, si realmente hubo un análisis político o si se trata de una imposición. ¿O es que, cuando estornuda Clinton, los argentinos nos resfriamos?
En la clase hay muchos estudiantes norteamericanos: algunos asienten con convicción, otro esbozan una sonrisa incómoda. “No es una cátedra antinorteamericana –advierte Pérez Esquivel, más tarde, en diálogo con Página/12–. Queremos desarrollar una mirada hacia adentro y evaluar la propia complicidad en la dominación.”
Durante un breve recreo, el premio Nobel festeja que su materia sea ahora curricular (es decir, que se la reconozca como parte de una carrera) y atraviese todos las disciplinas que se enseñan en Sociales: “Los profesionales no se pueden formar como seres asépticos. Deben tener conciencia de su inserción social y cómo se llega a ella –comenta–. La cátedra es un ida y vuelta, me siento enriquecido con cada uno de los aportes de los alumnos. La idea es construir los espacios juntos.” Tras el break, la profesora Stella Calloni, adjunta de la cátedra, toma la posta y continúa la clase: habla sobre la Declaración de los Derechos de los Pueblos de Argel en 1976.
La materia puede ser cursada en forma optativa por los estudiantes de Sociología, Ciencias de la Comunicación, Ciencia Política, Relaciones del Trabajo y Trabajo Social. Los derechos humanos durante la dictadura, la apertura democrática, el trabajo de la Conadep, el juicio a las juntas, las leyes de Punto final y Obediencia debida y el indulto son algunos de los temas previstos en la primera parte del programa. Luego, sigue el desarrollo del Estado neoliberal, la violencia cotidiana, la construccióny reconstrucción de la memoria histórica, los actores sociales y los nuevos derechos. Al final del cuatrimestre, los derechos humanos serán analizados como límites al poder y las nuevas doctrinas de la seguridad. Como trabajo final, los alumnos deberán presentar un ensayo o un trabajo de campo. “Me gustaría que los estudiantes tomaran contacto con la realidad, que no hicieran sólo un trabajo intelectual”, sugiere Pérez Esquivel, casi con timidez. Eso sí, para aprobar hay que rendir dos parciales y alcanzar un siete.

 

La reelección del rector

El Consejo Superior de la UBA reeligió a Horacio Sanguinetti como rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Sanguinetti continuará la gestión iniciada en 1983 con el objetivo –según dijo a este diario– de “mantener e incrementar la excelencia del colegio”. Uno de sus proyectos es “atender con especial dedicación a los alumnos de 5º año, ayudarlos a definir vocaciones, aprender y practicar técnicas de investigación y docencia”, explicó quien también es profesor titular de Derecho Constitucional.

EL DATO
Jornadas de diseño

Desde hoy y hasta el jueves se realizarán las Jornadas Universitarias de Diseño de Interiores en la Universidad de Palermo. Se presentarán trabajos, productos, tendencias, nuevos materiales y producciones alternativas. También habrá mesas redondas con la presencia de destacados diseñadores del país. Las actividades, que son libres y gratuitas, están dirigidas a estudiantes y profesionales. Inscripción previa en Mario Bravo 1050, 4963-1179/80, interno 1510, [email protected].

 

OPINION
Por Mario Barletta *

Aportes y gestos en la universidad

Las sociedades latinoamericanas se enfrentan a un desafío similar al de hace cien años, cuando los Estados nacionales alcanzaban su plenitud: el desafío de hacer frente a los problemas que plantean las dinámicas sociales excluyentes. En aquel momento era la exclusión política: nuestra universidad es hija del movimiento democratizador que dejó atrás al sistema oligárquico. Hoy, el tema es la exclusión social, que ha dejado a millones de argentinos a la intemperie de la marginalidad y la pobreza. La universidad no puede mirar hacia otro lado: debe asumir un rol protagónico. En los últimos años, los universitarios hemos sido contundentes en nuestra oposición a las políticas oficiales basadas en recetas neoliberales recesivas y en grandes negociados, que condujeron a una crisis extrema cuyas consecuencias sociales son patéticas. Al mismo tiempo, las universidades nacionales han sufrido años la desatención del Estado: se pulverizó el sistema de educación superior, se promovió su mercantilización, se atentó contra su autonomía y se desaprovechó el potencial del conocimiento científico y tecnológico para el desarrollo nacional. En otros países emergentes, una universidad de 25.000 alumnos -como la Universidad Nacional del Litoral (UNL)– cuenta con 150 millones de pesos para funcionar; la UNL cuenta con sólo 45, y publica, enseña, investiga, transfiere conocimientos, realiza innovaciones, difunde cultura. En este contexto es justo reconocer que este gobierno nacional ha dado algunas señales en el ámbito educativo que lo diferencian del anterior: no presenciamos ya la Carpa Blanca; no se recorta ya el presupuesto para educación. Pero no es suficiente. El Consejo Superior de la UNL manifestó su profunda preocupación por la grave crisis socioeconómica y por las poco alentadoras perspectivas que se vislumbran en el país. Por ello ha resuelto adherir a la conformación de un Fondo Solidario, con el aporte del 10 por ciento de los sueldos de sus autoridades, destacando que sólo deberá destinarse a financiar propuestas de asistencia y promoción social dirigidas a las necesidades de cada región. Pero esta decisión quedará sólo en un gesto si no la acompañan otras políticas. Una institución comprometida con el medio debe repensarse en función de los desafíos que le plantea su comunidad y su tiempo. No podemos desconocer que el sistema de educación superior tiene zonas críticas y que es imprescindible hacer transformaciones. Así, la UNL está emprendiendo un Plan de Desarrollo Institucional, donde todos los actores sociales se involucran para construir un proyecto que apunta a mejorar la calidad. Calidad en la misión social que la universidad debe c