Por Cristian Alarcón
Desde Porto de Moz, Amazonia
La ira de Dios se agita sobre la ribera del río Xingú. Tiene la forma de una tormenta de verano que se cierne sobre Porto de Moz, ese pueblo en el que hasta no hace mucho la gente vivió de la caza, la pesca y los frutos, pero que, según advirtió un estudio, puede quedarse sin nada en pocos años. La ira de Dios se agita sobre la orilla como un simple reproche del clima que empapa sólo a los visitantes cuando el Amazon Guardian está llegando al municipio gobernado por uno de los más poderosos dueños de la foresta de esta región de 20.000 km2, un hombre que, siendo intendente, ha sido acusado de desforestar de un golpe mil hectáreas.
Al pisar tierra, tras la bienvenida de un hombre con la mirada de un patrón de patrones que baja de su 4x4 saludando a los chicos en patas, a las mujeres en calzas y a los hombres semidesnudos que descargan mercadería, se dibuja en sus calles de favela la ira de los conquistadores de la madera, que son la verdadera deidad amazónica. No sólo un cartel anónimo contra Greenpeace que se luce un par de horas es el dato que da idea real del trasfondo, sino las conclusiones de un informe científico que en 1996 ya advirtió que si se continuaba con la brutalidad exploratoria en menos de una década la rivera del Xingú se quedará sin árboles y sin peces, con lo que el hambre amenazaría este hermoso lugar como al Africa diezmada.
El barco llega a Porto de Moz después de más de un día de navegación desde Santarem, y se interna en el río Xingú, otro vasto afluente del Amazonas. Desde la cubierta el paisaje promete un pueblo de alegres pescadores y esos perfiles que aquí se recortan con cocoteros, arcadas coloniales y casas pintadas de colores. Sólo estirando la mirada hacia los extremos se ven montañas de maderas cortadas, un paisaje que según la gente del pueblo resulta mucho más abrumador en días comunes, en días en que no hay moros en la costa. �Fue escondida, hace una semana que aquí se preparan para la venida de Greenpeace�, le cuenta a este cronista un hombre al frente de una lancha en la ribera. La prueba del crimen alejada hacia el interior no impide que sea obvio que la región está al borde del colapso. Como tampoco la bienvenida que da Carson Campos, el intendente maderero, a los muchachos del Amazon Guardian impide que se trasluzca la ira de los depredadores en ese cartel colgado en una esquina donde se lee �Viva las Forzas Armadas. Fora Greempeace y Face�. Face es una ONG que trabaja con la mayoría pobre de Porto de Moz.
La velocidad de la destrucción se percibe apenas se atraviesan las calles del pueblo, y se llega al límite urbano donde en lugar árboles hay desolación. Los 17 kilómetros cuadrados sobre los que tiene control el municipio -.el resto es responsabilidad estadual� son tierra arrasada desde hace dos años. Hacia adentro la situación empeora. En 1996, un Comité de Desenvolvimiento Sustentable, que reúne los sindicatos locales, las organizaciones de mujeres, el Movimiento por la Soberanía de la Transamazonia y representantes de las 68 comunidades rurales del municipio, realizó un seminario en el que se presentó el resultado de una investigación del Laboratorio Agroecológico de Estudios de la Transamazonia �LAET�. Los científicos determinaron que de continuar la explotación de madera y la pesca predatoria en Porto de Moz, que comenzaron en la decada del 70 y se intensificaron industrialmente en los 80, los recursos forestales y los peces se terminarían en alrededor de siete años. Eso implica la pérdida de la comida que la mayoría de los 18 mil portomozenses rurales obtienen en forma sustentable desaparecerían.
El avance del corte descontrolado para la exportación de todo tipo de especies hacia Europa, Japón, Malasia y Estados Unidos, tiene medidas concretas, que aportan los dirigentes del Comité reunidos en la capilladel padre Ney Gemaqui: a una hora de navegación al sur, por Xingú, una compañía que tomó su nombre del río Acaraí, corta entre 450 y 500 metros3 por día, unos cien árboles diarios. �Son empresas que han llegado del este y del sur donde ya se les terminó la madera. Tienen tanto capital que abren caminos para sacar los troncos mejores y más anchos que la Transamazónica�, dice Idalino Núñez, el presidente del Sindicato de Trabajadores Rurales de la región. Idalino sonríe cuando el extranjero pregunta cómo se pueden sortear todos los controles y explica que una vez que una empresa logra un registro de propiedad de forma irregular, todo lo que viene le resulta fácil debido al raquitismo congénito de las
instituciones de control: IBAMA, Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables, e Iterpa, el Instituto de Tierras del Estado de Pará.
El cartel hostil permanece colgado durante el tiempo suficiente, pero no demasiado, como para permitirle a los dueños locales dejar andar la estrategia de acercamiento amistoso a la ONG global que continúa rumbo a Belén su campaña amazónica, su prioridad global para el año 2000. Porque es cierto que tampoco Greenpeace está en esta travesía con los tapones de punta hacia todo aquello que parezca un maderero. Ante la complejidad de la problemática, en la que las responsabilidades por el desastre ecológico van y vienen del gobierno brasileño a los empresarios como una papa que quema, los activistas a cargo de esta misión buscan escuchar e incluirlos, en una utópica concientización para que los métodos brutales de extracción de madera sean mudados a modernos sistemas de explotación sustentable. Así es que ese saludo de fazendero de Campos, es aceptado por el coordinador de la campaña, Paulo Adario, que da a entender que ellos no vienen en son de guerra.
Gerson Campos acepta el convite y se sube junto a una comitiva de familiares y amigos, a un bote que lo lleva al Amazon donde verá el mismo video y hará la misma recorrida que han hecho miles de caboclos �como se les dice a los locales� durante la campaña de Greenpeace en los paseos abiertos a la comunidad. Dueño de cuatro empresas, dos fazendas y dos madereras, 40 mil hectáreas con las que factura 300 mil dólares mensuales, un tercio de la producción de sector, Campos, sentado a la mesa del comedor del barco dice con cara de piedra que él está de acuerdo con el manejo racional de los bosques, lástima la burocracia. �A nosotros nos ven como los enemigos. Pero el problema es Ibama que tarda hasta un año para autorizar un proyecto sustentable�. A Campos se lo acusó en octubre de 1998 de desforestar de un solo saque mil hectáreas para instalarlas una de sus fazendas, ante Ibama. Pero Ibama encontró en su inspección sólo cien. Y si los técnicos que vinieron desde Belem, a 800 kilómetros de dificilísimo acceso, lo dijeron, pues no hay más a quién preguntarle.
Campos dice que nunca nadie del Comité, a quienes desconoce, le pidió una audiencia. En la comisión dicen que les contestó: �se equivocaron de puerta�. El presidente de la Asociación de Pescadores de Porto de Moz, Pedro Da Silva Maciel, plantea: �Nosotros no podemos conversar con él. Nosotros queremos preservar. Ellos quieren tirar abajo�. Los actuales grandes dueños de la tierra �vinieron en los ochenta y demarcaron miles y miles de hectáreas que convirtieron en suyas ilegalmente�, cuenta. Allí pusieron hombres armados que recorren fronteras de 50 kilómetros. �Si alguien entra lo matan. Yo sentenciado ya fui�, dice Idalino, que a esta altura de su pelea ya recibió demasiadas amenazas de muerte, peores, o parecidas.
PRETENDEN IMPULSAR UNA RESERVA BIOLOGICA
Cuando los ríos ya no traen más peces
Por C. A.
Pedro Núñez Da Silva es un hombrecito delgado de camisa planchada y
rolija raya en el pelo tras unos lentes de la década del 70. Es imposible imaginarlo al frente de una banda de pescadores furiosos porque en las aguas de las que siempre pudieron comer hace mucho que ya no encuentra peces. Pero allí está, avalado por otras organizaciones populares de la zona, al frente de una lucha dura contra los fazenderos y las empresas de pesca destructiva que con barcos de gran calado ahora llegan no solo al río Xingú, sino que se meten por los afluentes hasta los pocos lugares donde quedan de todas las variedades existentes en la Amazonia. Así es en el lago Urubú, una superficie de 500 hectáreas que en estos días se debate entre la depredación y su salvataje.
Las organizaciones sociales de Porto de Moz intentan que el legislativo local eleve a la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de reserva biológica. Algo difícil en tierras en que política y poder económico están más patéticamente ligados que en ningún otro sitio del país.
El lago Urubú está rodeado de la fazenda Aquiquí que tiene una larga historia, propiedad de un coronel �a la antigua�, José Juliu. �El dominó durante mucho tiempo toda la región. Todo el mundo aquí cumplía sus órdenes�, cuenta Da Silva, haciendo una retrospectiva en la que fue fundamental el traspaso de Julius, a la �familia de los turcos Michel�, que explotó la tierra desde mediados de los cincuenta con cría de búfalos, una especie que puede vivir en tierras inundables como éstas. En teoría la fazenda Aquiquí, después de quebrar en la década del ochenta, pasó a manos del Estado.
�Pero los herederos de los Michel la siguen manejando y alquilan la fazenda a otros�, explica el dirigente, que también integra el comité que intenta convertir el Urubú en una reserva a la que ya no entren los grandes barcos que hoy se llevan miles de kilos de peces de todas las especies hacia Manaos y Belén.
Los famosos herederos no sólo alquilan las tierras sino que además alquilan el agua, propiedad indelegable del Estado brasileño. �Van por el río Uí Uí, cuando van a salir del lago hay un puesto para pagar el 20 por ciento del valor del pescado�, detalla Núñez. El precio del pescado varía según la especie de 80 centavos 1,5 reales.
|