EL
PAIS de Madrid
Por Lola Galán
Desde Roma
El terrorista turco Alí Agca, de 42 años, se preparaba anoche a abandonar la cárcel de Ancona (en la costa adriática de Italia) tras haber cumplido 19 años y un mes de la condena a cadena perpetua que le impuso la justicia italiana como autor del atentado contra el papa Juan Pablo II perpetrado el 13 de mayo de 1981. El presidente de la república italiana, Carlo Azeglio Ciampi, le concedió el indulto, reclamado decenas de veces por el terrorista turco, una vez obtenido el beneplácito del Vaticano.
Alí Agca se convierte así en el primer recluso de las cárceles italianas que se beneficia del indulto que la Iglesia Católica tiene previsto pedir coincidiendo con el Jubileo del 2000 (el día 9 de julio estará dedicado a los presos). No parece un hecho casual teniendo en cuenta que la historia de este hombre, antiguo �lobo gris�, organización terrorista turca de extrema derecha, está estrechamente ligada al Vaticano desde el 13 de mayo de 1981. Con su indulto, obtenido gracias a la �luz verde� de la Santa Sede, Juan Pablo II vuelve a apuntarse un �golpe� de efecto, de los que han hecho famoso su Pontificado. �Es un sueño, casi no puedo creérmelo�, comentó el recluso más famoso de Italia. �Le doy las gracias al Papa, al Vaticano y al presidente italiano�, dijo, y en este orden.
El 13 de mayo de 1981 Alí Agca hizo cuatro disparos de arma de fuego contra Juan Pablo II cuando éste recorría la Plaza de San Pedro del Vaticano a bordo de un �jeep� descapotable, saludando a los fieles. El Papa ha perdonado a Agca en varias ocasiones, la primera de todas, a los pocos días del atentado. La segunda, cuando acudió en persona a visitarlo a la cárcel romana de Rebibbia, en diciembre de 1983. Posteriormente, el Pontífice ha recibido en varias ocasiones a la madre y a un hermano de Agca (Adnan Agca), la última, el año pasado, ocasión que el Vaticano aprovechó para dejar en claro que la cuestión del perdón estaba en manos del Estado italiano.
Con el indulto de Agca se cierra uno de los episodios más misteriosos de la reciente historia italiana, el del atentado sufrido por Karol Wojtyla. Agca fue condenado por este delito a cadena perpetua en julio de 1981. Durante todo el proceso intentó defender la tesis de que había actuado en solitario dominado por una especie de esquizofrenia paranoica que le llevó a creerse una especie de redentor del Islam. Más tarde, en un segundo juicio celebrado en 1986, al despuntar la llamada �pista búlgara�, el terrorista turco admitió haber actuado como mero peón de una operación más amplia en la que figuraban varios ciudadanos búlgaros, entre ellos un empleado de las líneas aéreas Balkan Air, llamado Serghiei Ivanov, y cómplices turcos. La llamada �pista búlgara� presuponía la existencia de un complot para eliminar a Juan Pablo II �primer papa polaco que heredaba el trono de Pedro y el primer pontífice extranjero en más de 400 años de pontificados italianos�, detrás del que apuntaban los servicios secretos soviéticos. En el mismo proceso se descubrió que Agca no había actuado solo. Otro compatriota suyo, Oral Celik, tenía previsto intervenir en el caso de fallar los disparos de su compañero.
opinion
Por Alfredo Grieco y Bavio |
Lo sagrado y lo profano
En Italia, el tiempo sagrado y el tiempo profano siguen acompasados. En este año de Jubileo para la Iglesia Católica, el Papa reveló que el tercer y más terrible secreto de la Virgen de Fátima era el atentado cometido contra su vida; muy pocas semanas después, el gobierno italiano indultó al homicida fallido de 1981, el turco Alí Agca. La gracia presidencial es una confirmación tardía en el umbral del milenio, como si fuera necesaria, de la Caída del Muro y de los cambios de alianzas que ésta ha inducido. Musulmán de derecha aliado con los servicios secretos búlgaros (uno de los más ricos del bloque soviético en artilugios asesinos, como los paraguas que hicieron célebres los films de espionaje), Alí Agca era una figura característica de los años de Reagan y Thatcher en que la Guerra Fría se había recalentado. Durante la década de 1980, la nacionalidad del pontífice resaltaba más que hoy, cuando Polonia está en la OTAN y a las puertas de la Unión Europea. Para sus compatriotas, el pontificado era la continuación por otros medios de Lech Walesa y el sindicato Solidaridad, las protestas con obreros-mártires arrodillados, escuchando misa en un astillero. El atentado mismo fue interpretado como el último estertor de un imperio (�el imperio del mal�, según la nítida fórmula de Reagan) para el cual el ascenso de Juan Pablo II al pontificado había sido, por decir poco, una mala noticia. Veinte años después, la asistencia a misa ha disminuido en toda Europa �incluidos los ex hipercatólicos polacos, para quienes la religión ya no es más un arma de resistencia�. El papa ha declarado al continente europeo �tierra de evangelización�. Como antes fueron América, Africa, o Asia, cuyos Estados ex coloniales son los que hoy más sacerdotes proveen a una Iglesia cuyo clero decrece día a día. Lo que Alí Agca representó como peón de una �conspiración comunista� ha perdido para siempre su peligro. Es mejor contar con él como agradecido aliado, islámico y arrepentido. El acercamiento a otras confesiones es el expediente más prestigioso e inmediato con que cuenta la Iglesia Católica para sentar las bases de una internacional fundamentalista que ofrezca un frente religioso cerrado y común a los fenómenos llamados de �secularización�. Precisamente en estos días el Vaticano está librando en Roma una guerra local, en la que ganó varias batallas, para impedir que la comunidad lésbica y gay �un enemigo acorde con el aire de los tiempos� marche por la ciudad santa en el año santo y jubilar. El perdón de Alí Agca será otro argumento a favor de su posición. |
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