Por Eduardo Videla y Horacio Cecchi
El disparo de un francotirador fue la orden que esperaban para actuar. A partir de allí, en apenas siete segundos, los �halcones� recuperaron a los rehenes y redujeron a los dos asaltantes que los habían mantenido cautivos durante tres horas. Ocurrió ayer en una estación de servicio de General Rodríguez, donde no hubo el derroche de balas de Villa Ramallo y, por eso, los tres cautivos �entre ellos un periodista� resultaron ilesos. Los delincuentes fueron detenidos y sólo uno de ellos resultó con una herida leve en una mano, mientras un policía recibió un balazo en una pierna. La prensa tuvo otra vez un papel protagónico: decenas de reporteros se ubicaron apenas a tres metros de los asaltantes, en la línea de fuego de los francotiradores, sin que la policía despejara la zona para mayor seguridad del operativo. Según dijo el fiscal Pablo Merola a Página/12, �la actitud de la prensa dificultó que el desenlace se produjera mucho antes�.
El final se desencadenó a las 15.12, pero la historia había comenzado cuatro horas antes, alrededor de las 11.30, cuando tres hombres asaltaron la fábrica metalúrgica �El quinto�, en la ciudad de Luján, y robaron unos 600 pesos. Los delincuentes escaparon en un Fiat Duna color crema hacia el Acceso Oeste, rumbo a General Rodríguez, perseguidos por varios patrulleros de la Bonaerense. Al llegar al cruce con la ruta 28, donde se encuentra un taller de mantenimiento de La Serenísima, uno de los patrulleros volcó y quedó fuera de combate, mientras que los ladrones se refugiaron en una estación de servicio EG3, pegada a la playa y los galpones de la empresa láctea.
Pero sólo dos pudieron ingresar a las oficinas de la EG3. El tercero quedó afuera y fue detenido por la policía, con una herida leve. Los otros dos tomaron como rehenes a un empleado de la estación de servicio, un camionero y un albañil. Eran aproximadamente las 12.15 y los delincuentes comenzaron a reclamar la presencia de la prensa. Cuando la policía comenzó a cercarlos, uno de los cautivos, el camionero, sufrió una descompensación cardíaca. Los ladrones ofrecieron liberarlo a cambio de dos chalecos antibala y fue entonces cuando ocurrió el primer despropósito: el fotógrafo del semanario El Civismo, de Luján, Martín Filpo, fue el encargado de acercar los chalecos, mientras el cronista de una radio local retiraba al hombre descompuesto. �Vos te quedás acá�, dijo uno de los ladrones, mientras apuntaba a Filpo con su pistola 9 milímetros y lo convertía en rehén.
La televisión transmitió en directo todo lo que siguió: el delincuente más joven, Diego Gabriel Guardo (23) se exponía ante las cámaras, a través de un ventanal, apuntándole al periodista y pidiendo a los gritos que se retirara la policía. Adentro, Jorge Luis Martínez (39), el otro captor, negociaba vía telefónica con un mediador.
El fiscal de Mercedes, Pablo Merola, encabezó el comité de crisis que se instaló a metros del lugar, y que integró el jefe del grupo Halcón, el oficial inspector Omar Arce. La negociación se extendió hasta que se desplegaron los francotiradores y tuvieron en la mira a los dos delincuentes. �Decidimos actuar porque ya no había más posibilidades de negociar y la vida de los rehenes estaba en peligro�, dijo Merola a Página/12.
Cada vez más desesperados, los ladrones exigían un vehículo y dos ametralladoras. �Hagan las cosas bien si no quieren que pase lo de Ramallo�, gritaba Guardo, mientras disparaba al aire con su 9 milímetros. �No me digan lo que tengo que hacer, que acá el delincuente soy yo�, desafiaba al mediador. La madre de Guardo, que se enteró del hecho mirando televisión, llegó hasta el lugar y se ofreció para mediar, pero la policía se lo impidió. Cronistas y camarógrafos seguían todo ocultos tras los surtidores, a tres metros de los delincuentes, tras burlar un cerco más bien simbólico: una tira de nylon sostenida por algunos policías. A las 15.10, los dos captores volvieron a exhibirse en el ventanal, con sus rehenes. Un minuto después, Guardo hizo su último disparo: se vio con claridad que la recámara de su pistola había quedado vacía. Era el momento de actuar. Un francotirador, ubicado en la terraza de un bar, situado a 70 metros de la estación de servicio, dio la señal a sus compañeros con un disparo de su fusil con mira telescópica. El policía Daniel Abaca, un halcón disfrazado de camarógrafo y mezclado con los periodistas, saltó a través del ventanal y redujo a Guardo. Al mismo tiempo, una granada de gas estalló dentro de la oficina y un grupo de elite ingresó desde atrás a la oficina. Martínez alcanzó a herir a un policía antes de que un francotirador le acertara en la mano y lo desarmara.
El periodista salió caminando, tranquilo, en medio de los alaridos de los halcones, pero uno de los rehenes fue confundido con un ladrón y, esposado, conoció el rigor de los borceguíes policiales en las costillas. Para él, la pesadilla continuó hasta que aclaró que no pertenecía a la banda.
Según la policía, Guardo tiene antecedentes por robo calificado y tenencia de arma de guerra, y estuvo preso en Olmos. Martínez también estuvo en ese penal, por asalto a mano armada. El tercer delincuente, José Luis Palacios, (24) no tiene antecedentes.
Cuando todos se iban, el oficial Abarca explicaba lo que pasó por su cabeza cuando decidió actuar. �Pensé: todo lo puedo porque Cristo me fortalece�.
�Cortando clavos�
El caso de General Rodríguez tuvo un espectador privilegiado desde Nueva York, con conección directa con el ministro de Seguridad, Ramón Verón: el gobernador bonaerense, Carlos Ruckauf, que confesó haber estado �durante dos horas cortando clavos�. Ruckauf no tuvo más que palabras elogiosas para el operativo policial. Lo mismo ocurrió con su interlocutor directo: el ministro y comisario retirado Verón calificó de �altamente positivo� el accionar de los uniformados.
�Yo estaba de reunión en reunión, pero permanentemente recibiendo información de los acontecimientos�, sostuvo el gobernador. Ruckauf coincidió con el presidente Fernando de la Rúa en el viaje que realiza en Estados Unidos. Por su parte, al salir de la sede de la Delegación Departamental de Investigaciones de Mercedes, Verón afirmó que �el Grupo Halcón y la gente de la DDI que trabajó en este procedimiento demostró un gran profesionalismo. Tenemos que estar contentos porque terminó bien. Ustedes fueron testigos de la peligrosidad que demostraba esta gente y tuvimos muchísima suerte de haber terminado bien.� |
LOS PERIODISTAS PUDIERON LLEGAR SIN DIFICULTADES
Una valla instalada muy tarde
Por Carlos Rodríguez
Los periodistas, una vez más, tuvieron platea preferencial y durante tres horas siguieron los acontecimientos en un inusual cuerpo a cuerpo con los ladrones, lo que hizo posible, incluso, que un reportero gráfico fuera tomado como rehén. El fiscal Pablo Merola criticó la actitud de los hombres de prensa y los llamó a la reflexión: �Ustedes pueden asumir su propio riesgo, pero deben pensar que también ponen en riesgo la vida de los rehenes�. Fuentes policiales, tras admitir que manejaron �muy mal� el vallado de seguridad en torno del lugar de los hechos, argumentaron que una vez instalada la prensa en contacto casi directo con los ladrones �era imposible ensayar un desalojo porque el despliegue policial que se necesitaba iba a poner muy nerviosos a los delincuentes y el riesgo para todos hubiera sido muy grande�. A pesar de las deficiencias, el alto mando policial evaluó que el cierre del operativo fue �realmente magnífico� por la precisión de la maniobra y el mínimo riesgo que tuvo.
A las 12.30 de ayer, cuando el fallido robo tomó forma de toma de rehenes, los primeros en llegar a la estación de servicio Eg3, ubicándose a escasos tres metros de los delincuentes, fueron el fotógrafo Martín Filpo, luego tomado como rehén, y el periodista Mario Ludueña. Los patrulleros que persiguieron a los delincuentes se demoraron por el accidente que sufrió uno de los móviles, cuyos ocupantes sufrieron lesiones leves.
Luego tomaron posición en el lugar cerca de cien policías de seguridad y unos 40 integrantes del grupo Halcón. La policía hizo un vallado a unos 20 metros del lugar donde estaban los ladrones, pero el cierre no pudo abarcar toda la superficie necesaria y los periodistas podían pasar sin dificultad, mientras que los curiosos fueron mantenidos a más de 50 metros del centro de la acción. La presencia de la prensa desdibujó una de las premisas del accionar policial en estos casos: liberar la zona de personas extrañas al operativo y dejar abierta una vía de escape posible.
Anoche, el alto mando policial pensaba abrir un diálogo con los medios para evitar la reiteración de hechos como los de ayer. Voceros policiales ratificaron que en estos casos �la política es la de no facilitar autos ni permitir el movimiento de los rehenes, porque eso implica un riesgo mayor�, como quedó demostrado en Villa Ramallo y en el hecho ocurrido en el barrio porteño de La Paternal, con graves consecuencias para las víctimas. �No se dan facilidades, salvo que signifiquen un buen negocio: si entregan dos de los tres rehenes a cambio de un auto�.
El jefe de los Halcones, Omar Arce, también cuestionó a la prensa: �Era un problema para nosotros por una cuestión de seguridad. Quisimos sacarlos, pero no pudimos�.
�Me dijeron que si ellos
caían, caía yo también�
Por H. C.
�Boludo �dijo Andrea, incapaz de contenerse por más tiempo.
�Y bueno... qué querés... es mi trabajo �atinó a responder Martín.
Martín es Filpo, el fotógrafo del semanario El Civismo, de Luján, trasmutado en rehén por imperio de las circunstancias. Andrea es su novia. �Boludo� fue la primera palabra que le dijo, a través de un canal, después de tres horas de contener el llanto. La comunicación tuvo lugar escasos minutos después de que Filpo abandonara la escena como protagonista indemne y víctima de su protagonismo, para iniciar el lento retorno al rol informativo que le da de comer todos los días.
�Me dijo que me quedara tranquilo, que yo era su seguro de vida y que si ellos caían, caía yo también�, recordó Filpo una hora después, sentado en la redacción de El Civismo y a 15 kilómetros del lugar donde había permanecido en vilo durante las tres horas más largas de su vida. Alrededor de él, una nube de cronistas gráficos y radiales, fotógrafos, camarógrafos, periodistas anfitriones, familiares, amigos, curiosos y Andrea trataban de acomodarse dentro del pequeño despacho de la directora del diario. Detrás, contra la pared, una gran imagen de José Luis Cabezas hacía de fondo y respaldo del fotógrafo de El Civismo, devenido ahora en centro de la noticia.
Ayer, Filpo había sido enviado a cubrir la caída de la cruz de la Basílica de Luján, cuando por su celular recibió el llamado de Mecha Gigante, dueña y directora del semanario.
�Hay una toma de rehenes en General Rodríguez. Ubicate bien lejos y usá el teleobjetivo �le recomendó Mecha, conociendo la personalidad de su fotógrafo y tratando de prevenir problemas.
Filpo llevó el tele, pero la lente jamás le habría dado el acercamiento que logró de los hechos. �Eramos dos periodistas �sostuvo, refiriéndose a Mario Ludueña, de la Radio Universidad de Luján�. Uno de los rehenes sufrió un principio de infarto y los asaltantes aceptaron dejarlo salir a cambio de chalecos antibalas y exigiendo que fueran periodistas y no policías los que lo retiraran. Los dos aceptamos, yo llevaba los chalecos en mi mano. Cuando estaba ayudando a salir al rehén, uno de ellos me puso la pistola en la boca y me dijo �vos te quedás acá�.� Filpo quedó dentro de la escena, descolocado, y en la mira de decenas de colegas que empezaban a llegar al lugar. Cuando había pasado poco más de media hora, Mecha llamó al celular de Filpo.
�¿Cómo está todo por ahí? �preguntó la directora.
�Estoy de rehén...
�No jodas �atinó a decir Mecha, creyendo que se trataba de una broma.
�Estoy de rehén �insistió Filpo.
A partir de ese momento, todo Luján comenzó a seguir los acontecimientos desde una perspectiva diferente.
A los 15 años, Filpo ya trabajaba como cadete en el cable local. Cuando el cable fue comprado por otro grupo, todos quedaron en la calle. Martín y Andrea pusieron un kiosco para subsistir. Poco después, siguió el curso de la Asociación de Reporteros Gráficos y hace dos años comenzó a colaborar con El Civismo.
�Desde el momento en que me apuntaron perdí toda la noción del tiempo. Sólo pensaba en mi familia, en mi profesión. Me tenía muy preocupado mi cámara, que la había dejado afuera, a tres metros. Yo, sin mi equipo me sentía nada�, aseguró durante la apretada conferencia de prensa en Luján, atendiendo al mismo tiempo una radio por el celular, otra por el teléfono del semanario y respondiendo preguntas de un noticiero de tevé en vivo.
Cuando Halcones, policías de civil, uniformados, policías disfrazados de periodistas y periodistas se abalanzaron sobre el local, Filpo se escurrió entre una confusión de piernas, cuerpos y armas, por la misma ventana por donde había entrado. Alguien lo abrazó y lo llevó corriendo hasta sentarlo en el auto de una compañera del semanario. En uno de los asientos, lo esperaba, ansioso, su equipo. �¡Mi cámara!�, dijo Filpo, y le estampó unbeso. Paradójicamente, en su interior no había imágenes de aquella noticia que había recorrido el país durante tres horas.
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