Por Mónica Maristain
Desde México
La idea surgió del inquieto y osado Jorge Mondragón, manager del explosivo grupo Molotov y responsable de la carrera de Gustavo Cerati en México. Así, la bocanada electrónica del ex Soda Stereo y el rugido folklórico de Café Tacuba se juntaron para llenar un Auditorio Nacional (20 mil personas) en el Distrito Federal: martes 13, granizo de verano, un país ardiendo entre los patrullajes del ejército en Chiapas, las elecciones presidenciales tan próximas y las inundaciones que casi hacen desaparecer a un pueblo entero, Chalco. En ese contexto fue esta especie de reunión cumbre de dos pesos pesados del rock latino, en rigor con más lazos de marketing que artísticos, y hasta con cierta dificultad para conciliar los públicos. Así pudo comprobarse al contrastar los gritos atronadores de las adolescentes que llamaban �divino� a Cerati, con el baile tímido y respetuoso de los aficionados a la banda del barrio Satélite. Bautizada Gira Bocanada Al revés, en obvia alusión a los recientes discos de Cerati y Tacuba, la gira sirve para acceder, al precio de una entrada, a dos discos que �cada uno con sus características� marcan momentos artísticos altos. Así lo podrá apreciar el público porteño los próximos 30 de junio y 1º de julio, cuando el tándem argentino-mexicano desembarque en Obras.
Cerati tiene un fanático en México. Lo llaman, entre otras cosas, el �padrino del rock en español�, y a Soda Stereo los aztecas agradecen haber terminado con la baja autoestima que les impedía construir su propia y potente historia en el género. Cerati �quien en el verano boreal estará actuando en una porción de la gira de Beck por Estados Unidos� llegó a México en un momento en que Bocanada va primero en ventas, y cuando ya casi nadie le discute su título de �maestro argentino del pop�. Aquí, el Principito etéreo, como también lo llaman, despacha sin complejos su glamour escénico, su música ligera y su elogiada sencillez fuera de los escenarios. Acompañado por una banda integrada por Flavio Etcheto en sintetizadores, Leo García en sintetizadores y guitarra, Martín Carrizo en batería y Fernando Nalé en bajo, al ex Soda le bastó entregar un par de canciones para dejar claro el tono. Gran pergeñador de climas, aunque se haya permitido el desborde de tocar la guitarra con los dientes, en su concierto mexicano llevó a lo máximo su propuesta estética de distancia y forma. Como él mismo canta en �Lisa�, quizá muchos de los momentos de su música pueden ser definidos por el concepto de �silencio visual� en el que los sonidos, lejos de estimular emociones, acentúan un universo múltiple de sensaciones.
�Paseo inmoral� y �Las apariencias engañan�, casi llegando al fin de su set, en medio del cual hubo espacio para temas donde pudo vislumbrarse el profundo compromiso que el argentino mantiene con la música electrónica, ahondaron el abismo entre el artista y un público inhabilitado para hacer pogo o para intentar acercarse al borde del escenario. Cerati es en México literalmente adorado. Y su propuesta estética refrenda esa condición de divinidad de la que el artista disfruta entre una gran masa de aficionados aztecas. Sus shows, con pantallas de video mostrando iconos informáticos, a su mujer Cecilia Amenábar tal como vino al mundo y a peces de rara especie en imágenes submarinas de gran belleza son como performances que no incluyen a los espectadores: más bien los dejan a un costado volando entre vahos de música liviana y gestos mecánicos de una posmodernidad bizarra y acaso ya pasada de moda. Noche de contradicciones la del Auditorio repleto: cuando los integrantes de Café Tacuba coparon el escenario para acompañar a Cerati, sólo Emanuel tocó la guitarra y el pequeño Nrü prestó su magnífica voz. Joselo y Quique optaron por parodiar los bailes cool de Bocanada, y el resto fue choque entre dos propuestas artísticas sin mayores puntos de contacto.
Con un �Gracias, México, hasta la vuelta�, condimentado con los gritos histéricos de las gargantas prodigiosas de las fans, Cerati se despidió y comenzó otra historia. Luego de la reciente gira acompañando a Beck por Estados Unidos, y teniendo como precedente un concierto al aire libre a principios de año que lanzó a más de 200 mil personas a la calle (quebrando el record del francés Manu Chao en el mismo escenario), ya perdió valor la polémica en torno de qué clase de música es la que hace Café Tacuba. Y basta ver lo que sucede en el Auditorio cuando suena �María� para darse cuenta de la significación que la banda tiene en su tierra.
Si con Cerati el público se había dedicado a desplegar una pulsión histérica, con los oriundos de Satélite dio rienda suelta a una pasión irrefrenable que lo convirtió en un protagonista más del show. �No controles� pareció establecer un contrato de pasión entre Café Tacuba y su enardecido auditorio. Para cuando le dieron entrada a �La locomotora�, ya no había quién calmara al personal y a partir de allí todo fue una fiesta abierta y encendida en la que los integrantes de la banda chilanga (vocablo que hace referencia a los nacidos en la capital mexicana) se dedicaron a brindar una y otra vez con los espectadores. El Chapulín Nrü parecía querer salirse del escenario. Y en el medio de la fiebre, el público ni siquiera se sentó cuando el grupo ofreció un segmento instrumental, reflejo de una propuesta de alto vuelo contenida en su disco doble Revés/Yo soy.
�Dos niños�, �Esa noche�, �El baile y el salón� (del también notable Re), �La muerte chiquita�, �El Ave�, el consabido �homenaje sudamericano� (palabra de Nrü) con �Cómo te extraño� y la ya clásica y exquisita �El ciclón� conformaron un repertorio de amplio rango emocional y estético. Si, como dijo Víctor Hugo, la melancolía es el placer de estar triste, con Café Tacuba hasta aquellas canciones de desamor conllevan una vuelta de tuerca por el absurdo, como si su discurso se desdijera a sí mismo. Lo mismo sucede con los sonidos: melodías dulzonas anteceden a una furia casi punk, frecuencias metaleras propician el retorno a la mansedumbre de la voz, particularísima, del pequeño gigante de Satélite. Un aparte para él, el ex Cosme, el ex Anónimo, el siempre duende aindiado con sombrero de charro e indumentaria con resabios orientales, cuya entrega física no hace más que dejar boquiabiertos a quienes (todos) se preguntan cómo hace para cantar así y correr de lado a lado del escenario, ejerciendo una danza tan hermosa como inimitable.
El bis debía limitarse a �Chica banda�, �El espacio�, �Las Flores�, y �Pinche Juan�. Pero también hubo lugar para otro cruce con Cerati, esta vez para desatar un verdadero infierno con �Juego de seducción�: combinar lo que ya estaba sucediendo con un clásico de Soda Stereo fue una demostración de fuerza que levantó definitivamente a todo el Auditorio. Tanto como para que fuera necesario volver otra vez, esta vez con �Ingrata�, desatando otro delirio colectivo y provocando aun otro bis, �Chilanga Banda�, que Nrü cantó montado en una bicicleta. Los organizadores, seguramente agobiados por tanta intensidad, encendieron las luces del Auditorio. No fue tan mala idea: de no haberlo hecho, quizá el sol hubiera sorprendido a todos aún bailando.
De cómo soportarse mutuamente
Cada vez que le pedían a Gustavo Cerati una opinión acerca de Café Tacuba, respondía, casi matemáticamente: �Son demasiado folklóricos�. El año pasado se corrió en México el rumor de que el ex Soda Stereo no había querido conceder una entrevista conjunta con el cuarteto para un medio argentino argumentando que era mucho más conocido que los mexicanos. Por eso no dejó de sorprender la decisión de ambos de aceptar la propuesta de esta gira Gira Bocanada / Al revés, que comenzó en ciudad Juárez, prosiguió en el DF y concluirá en Buenos Aires, el 30 de junio y lº de julio. La motivación fue el marketing y lo que queda claro tras ver el espectáculo es que si bien no se excluyen totalmente, las propuestas artísticas tienen pocos puntos de contacto entre sí. Por eso, los shows aquí fueron llamativos: permitieron la expresión de dos formas por momentos encontradas frente a un público que hizo gala de una tolerancia envidiable. Si la música de Cerati es una bocanada de aire ligero, la música de Café Tacuba es el mal aliento de la profunda tierra latina. En la Capital Federal existen pulmones capaces de respirar ambas atmósferas, seguramente, pero acaso haya polémicas. Aquí, en las formas, Cerati fue número soporte de Café Tacuba, en la Argentina será al revés. |
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