opinion
Por Mario Wainfeld
�No tenemos moneda. No tenemos Banco Central. No podemos intentar políticas activas. ¿Qué nos queda?� �se pregunta y pregunta a Página/12 el alto funcionario del gabinete que, como tantos otros, es económicamente correcto, vale decir, neoliberal con pedigree y retórica progre. Página/12 no tiene tiempo de ensayar respuesta porque el funcionario �cuya fluidez denuncia que ha pronunciado su discurso una y otra vez� se contesta �emitir señales. Construir confianza. Al fin y al cabo un recorte de 540 millones para un PBI de 280.000 millones es más una señal que un ahorro importante. Un gesto para construir la confianza de los mercados sugiriendo que estamos dispuestos a hacer lo necesario para garantizar el equilibrio fiscal�.
Si el funcionario tiene razón, el Estado ya no sería una máquina de dominación ni una herramienta para cambiar correlaciones de fuerzas, apenas un emisor de señales, maquina Página/12 mientras atisba por la ventana la Plaza de Mayo bañada por un tibio sol de invierno.
Funcionarios enternecedores
El máximo engranaje de la máquina de emitir señales, uno de los más convencidos de que el Estado sólo puede emitir señales, el presidente de la Nación, visitó a su par (bueno, es una forma de decir) de los Estados Unidos. El saldo de su periplo sumió en el embeleso a su entorno más cercano, al del canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, y produjo una satisfacción algo menos estridente pero igualmente alta en el equipo del ministro de Economía José Luis Machinea.
Los laderos más cercanos a Fernando de la Rúa se convencieron �e intentaron convencer a propios y ajenos� de que el presidente argentino recibió de Bill Clinton un trato recontra VIP: tiempo record de diálogo a solas, gestos de amistad increíbles, legitimaciones únicas. El enviado especial de este diario a Washington, Martín Granovsky, matizó tamañas interpretaciones con irónica tolerancia el miércoles 14. Escribió: �Es casi enternecedor que los funcionarios digan esto. Y comprensible: nadie puede comparar lo que no vivió y a cada uno que llega le parece que el mundo empezó con su presidente�.
Pero el mundo no empezó con De la Rúa. Ni las relaciones carnales, se las llame como se las llame. Están muy frescos en la memoria de cualquiera que no sea vocero u obsecuente del Presidente los plácemes que recibían Carlos Menem o Guido Di Tella en el Norte mientras aplicaban políticas similarísimas a las de la actual administración.
Lo que comprensivamente subraya Granovsky es que nada hubo de fundacional ni de extraordinario en el trato al presidente argentino. Lo que no significa que haya salido con las manos vacías. Se llevó, claro está, un puñado de señales emitidas por Clinton y por el FMI. Señales de aval al oficialismo y en especial a su política económica, que serán computadas por los quisquillosos mercados, esos que sí mueven al mundo y cambian la historia. Por así decirlo.
Machi gana su interna
En el corto plazo esas señales fortalecen a Machinea para seguir aplicando su plan ortodoxo... en su interna contra los economistas ortodoxos que compiten por él no para aplicar una política distinta sino para ocupar su sillón. �Ahora Carlos Rodríguez y Miguel Angel Broda no hablan más�, se jactaban en Economía festejando haber conseguido legitimación de máximo nivel frente a sus colegas �de derecha�. Legitimación que, paradojas del siglo XXI, les permitirá seguir aplicando el mismo programa que proponen sus contendientes.
Mucho hizo Machinea para ganar su reputación y sacar ventaja frente a sus colegas ortodoxos dentro y fuera del Gobierno: impuestazo, reforma laboral, recorte de gastos incluyendo poda de salarios en el sectorpúblico, desregulación de obras sociales. Ha trajinado duro para cosechar su siembra: aval de los organismos internacionales y frío, mucho frío en los argentinos de a pie que tiemblan por la recesión y la malaria. Y una creciente dificultad para cosechar apoyos en las segundas líneas de la Alianza. Incluida buena parte de los legisladores nacionales de la coalición gobernante.
Golpes bajos y guardia idem
El Parlamento argentino es, para el Gobierno, un territorio mucho más hostil que la Casa Blanca. En estos días los senadores peronistas se valieron no sólo de su superioridad numérica sino también de su mayor astucia y desparpajo y sorprendieron al oficialismo votando un proyecto de ley que limita el ajuste. Por si eso fuera poco dejaron sin efecto la rebaja salarial del personal de esa Cámara y tratan de quitarle al vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez el manejo administrativo del Senado. Una ofensiva brutal que encontró al oficialismo distraído y sin reflejos. Es cierto que los senadores peronistas dieron un giro copernicano respecto de la mansa acogida dispensada apenas una semana antes al jefe de Gabinete Rodolfo Terragno, a quien trataron con mano de seda. Pero no es menos verdad que, en el medio, ocurrieron al menos tres señales del Gobierno que �a un analista menos distraído y parsimonioso que Raúl Galván, jefe de la bancada aliancista� le hubieran anticipado lo que vendría:
Sumar a la comitiva presidencial a Eduardo Menem y Ricardo Branca, lo que dio ante los ojos norteamericanos una imagen de consenso y gobernabilidad pero que atizó la interna en el bloque senatorial del PJ y les picó espuelas a Augusto Alasino y Jorge Yoma para mostrar protagonismo.
Los gestos del Presidente, spot publicitario incluido, atacando frontalmente al peronismo político. Esa estrategia de confrontación frontal con la oposición, que tiene en el orillo la marca del publicista norteamericano Dick Morris, es fértil en campaña pero tiene contraindicaciones muy peliagudas en un escenario institucional donde el justicialismo tiene un peso nada despreciable.
Las declaraciones del propio De la Rúa, de Alvarez y de Terragno minimizando los alcances del diálogo político.
Con la oreja humedecida por tamañas señales, los senadores del PJ produjeron réplicas de improbable eficacia y nula seriedad haciéndoles flaco favor a las instituciones. Eso sí, descolocaron a un gobierno fascinado como Narciso por la imagen que le devolvían los espejos de Washington. El oficialismo sigue sin encontrarle la vuelta a un Congreso poblado por legisladores aliancistas remisos a bancar las decisiones de Machinea, senadores peronistas capaces de pegar debajo del cinturón y senadores oficialistas proclives a bajar la guardia.
Buenas ondas en Comodoro Py
El Poder Judicial, en cambio, hace renegar menos al Gobierno. La Corte Suprema falla en cuestiones de Estado como si hubiera sido digitada no por Rodolfo Barra sino por José María García Arecha. Y los jueces federales (a quienes De la Rúa citó en block a su residencia en un gesto de muy improbable republicanismo) le dan más de una satisfacción.
Una sala de la Cámara, antaño tildada de menemista, y Adolfo Bagnasco le dieron un alegrón a la Alianza mandando entre rejas a un �emblemático� del menemismo, Víctor Alderete. Una acusación consistente armada por la Oficina Anticorrupción sumada al fino olfato político y mediático de Bagnasco (que nada tiene que envidiarles en eso a muchos políticos) permiten deducir que Alderete será condenado con una pena severa. Lo queimplicará una suma en el haber simbólico del Gobierno, que festejó en sordina la noticia.
En algún momento el rédito de poner entre rejas a un ex funcionario menemista hubiera sido mayor para el Frepaso y en especial para el vicepresidente, uno de los impulsores del �FBI de la corrupción�. Pero la buena nueva llegó en un momento de aguas bajas del capital simbólico de Alvarez. El anterior viaje presidencial al exterior lo había encontrado en estado de gracia con la opinión pública y sus propias huestes. Ahora, puesto en el incómodo lugar de primer paladín de las medidas oficiales (que, casi es superfluo marcar, es su elección estratégica desde que decidió integrar la fórmula presidencial) Chacho atraviesa su momento más melancólico y fastidioso desde el 10 de diciembre. Se ha convertido en el imán de las críticas por izquierda al Gobierno. Muchas surgen del propio Frepaso, que pone la parte del león en el grupo de diputados díscolos.
Un escenario incómodo que movió a Alvarez a imponerse una tarea que suele incordiarlo: la de contener a su propia tropa. A eso apuntan los diálogos que viene eslabonando con los diputados frepasistas, costumbre que el vicepresidente no había fatigado durante su mandato. En diálogo con los menos díscolos de los díscolos Alvarez deslizó una consigna sutil y hasta equivoca, con algún tufillo a conducción peronista: �administrar la disidencia�. Habrá que ver si es posible �hacer política� (lo que piden los frepasistas a Alvarez y, a su vez, los �políticos� de la Alianza al ala economicista del Gobierno) en lo que parece un desfiladero muy estrecho. Habrá que ver cómo la actúan e interpretan en el futuro los frepasistas, su líder y el propio De la Rúa, un presidente que �como todos los presidentes� parece tener el oído más aguzado para escuchar los aplausos que los cuestionamientos. Y que �como hiciera apenas ayer su predecesor� pareció tocar el cielo cuando el gobierno norteamericano y los organismos internacionales premiaron su ortodoxia prodigando señales piadosas dirigidas a los mercados.
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