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Sobre cómo juzgar a los otros lleva a autojuzgarse

Luego del proceso del juez Baltasar Garzón contra represores argentinos y chilenos, un movimiento de intelectuales españoles impulsa un pedido de justicia para las víctimas de la dictadura franquista. Toman como modelo las comisiones de verdad formadas en su momento en Guatemala, Chile, Argentina y Sudáfrica.

Uno de los monolitos del franquismo, en un pueblo catalán.
Es en la catalana Barcelona donde se lanzó el pedido de justicia.


Por Lila Pastoriza 
Desde Barcelona

t.gif (862 bytes) Las firmas de los escritores Jorge Semprún y Manuel Vázquez Montalbán encabezan el �Manifiesto� de varios intelectuales e historiadores de renombre que convoca a los españoles a levantar la interdicción que pesa sobre su historia y su memoria, un cuarto de siglo después de la muerte del dictador Francisco Franco. Es un llamado a que el Congreso y los parlamentos regionales condenen moralmente a los responsables de los crímenes del franquismo y a que la Iglesia Católica pida perdón por su complicidad con la dictadura y la represión. El impulso a la formación de �una gran Comisión de la Verdad� y otras acciones que eliminen la �losa de silencio� impuesta por el pacto del olvido que selló la transición hacia la democracia fueron el corolario de las jornadas efectuadas en Barcelona en las que representantes de Guatemala, Sudáfrica, Chile y Argentina expusieron la experiencia de cada país y reconocidos estudiosos españoles analizaron los efectos de la represión franquista.
�Aunque inevitable e ineludible para el tránsito a la democracia en el contexto de los años �70, creo que el llamado �pacto del olvido� no deja de llevar consigo la inmensa injusticia que las víctimas, que tuvieron que silenciar sus penas durante casi 40 años, se vieron obligadas luego a seguir callando frente a los mismos vencedores o sus sucesores, que continuaban ocupando el espacio político�, señaló el prestigioso hispanista Paul Preston en el cierre del �V Memorial Octavio Pellissa� sobre Olvido, Memoria y Comisiones de la Verdad organizado por el Centro de Trabajo y Documentación de Barcelona, con el auspicio del Centro de Cultura Contemporánea que dirige el filósofo y periodista Josep Ramoneda.
En un país que aún mantiene monolitos, calles y estatuas que honran a Franco y a los �caídos por Dios y por la Patria�, el �Memorial� y las decisiones allí tomadas no pueden entenderse sin el impulso a la jurisdicción universal sobre derechos humanos logrado por el juez Baltasar Garzón, que instaló en la sociedad española preguntas cruciales sobre su propia historia. �Los procesos contra los represores argentinos y chilenos han incidido fuertemente en esta decisión de examinar lo aquí ocurrido�, precisó el geógrafo urbanista Jordi Borja, uno de los organizadores.
Conscientes de la necesidad de enfrentar las consecuencias perversas del pacto del olvido, los promotores del evento plantearon analizar los procesos abiertos tras las caídas de algunas dictaduras y en particular las experiencias de las �comisiones de la verdad� que allí se constituyeron, como aporte a la reflexión sobre la situación española. A esta tarea contribuyeron los guatelmatecos Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, y Alfredo Balcells, los sudafricanos Alex Boraine y Dumisa Ntsebeza, los chilenos Manuel Antonio Garretón y Héctor Contreras y los argentinos Diana Conti, subsecretaria de Derechos Humanos, Julio Strassera, ex fiscal en el Juicio a las Juntas Militares, y Eduardo Jozami, legislador del Frepaso.
Todos los expositores sobre el proceso español relacionaron �el exterminio de la historia y la memoria� con la construcción por el régimen de una versión propia y la brutal represión de los vencidos. �Se institucionalizó la venganza a gran escala con la izquierda derrotada�, señaló Preston, quien recordó que los interminables homenajes a los caídos �eran sólo a los caídos de un lado, a los que cayeron por Dios y por España�, mientras que para los vencidos �la paz de Franco significó el silencio del camposanto�. La represión, lejos de cesar con el fin de la guerra, se prolongó por 40 años. �Llegaron el desarrollo, el Opus Dei y el turismo. Pero ahí seguía el franquismo, hasta el final, hasta después de muertos, vigilando la transición política�, señaló el historiador Julián Casanova. 
¿Qué se ha hecho hasta ahora para quebrar el silencio? Para el historiador y catedrático Francisco Moreno, �la verdad sobre la violencia franquista aún no se ha afrontado en serio. En los últimos 20 años se ha trabajado mucho, pero es insuficiente. Nos falta en España un Nunca Más y me temo que nunca se hará de manera completa. Hay una gran corriente subyacente en contra. Aquí partimos de una transición que no fue conquistada sino otorgada, que nos dejó un tácito pacto de silencio sellado por la derecha y también la izquierda. Claro que es un pacto que pueden sellar los políticos. E incluso la sociedad, si así le apetece. Pero de ningún modo nosotros, los historiadores. Tenemos el imperativo moral, intelectual y científico de estudiar el gran capítulo de la violencia del franquismo�. 
El hispanista Paul Preston insistió en la gran complejidad de la represión franquista: �La humillación y explotación de los vencidos fue hecha a través de una compleja interacción de violencia institucional, ideología, religión organizada, economía, privación social y hambre�. Para Preston, el ejemplo fue lo que sufrieron las mujeres: �Tal vez la prueba más importante de que la brutalidad franquista era tanto física como psicológica fue la ejercida contra las mujeres, en especial contra las viudas y esposas de prisioneros, en nombre de la redención�. 
El papel de la Iglesia, a la que hoy se reclama que pida perdón, fue señalado por todos los expositores. �Levantamos nuestro corazón al Señor y agradecemos a Ud. la deseada victoria�, dijo el entonces recién nombrado Pío XII, felicitando al Franco triunfante en un telegrama citado por Paul Preston, que resaltó que el Vaticano sigue beatificando a �víctimas de un solo lado� producidas por una guerra civil que �en 1939, para el clero más militante español, era una guerra religiosa�.
Carmen Molinero, estudiosa del impacto del franquismo sobre la vida cotidiana, con especial énfasis en la segregación de las mujeres, señaló que el control social ejercido por el poder religioso endureció más aún su existencia. �La única gran función de la mujer era la maternidad, el hombre debía hacer grande a la Patria y ella asegurar que esa Patria existiese. En la España nacional católica, el control social se envolvió en una capa de exaltación de la decencia que, según los inquisidores de entonces, se veía atacada por el pecado, asociado a la mujer y omnipresente.� Molinero describió algunas de estas grandes campañas anti-pecado, como la desarrollada contra el baile. �El baile es la raíz de incontables pecados y ofensivas contra Dios nuestro Señor que tiene prohibida la lujuria�, decía entonces el obispo Antonio Cardona, que subrayaba cómo el baile atentaba �contra la patria, la cual no puede ser grande y fuerte con una generación muelle, afeminada y corrompida�. 
El �Manifiesto� apunta a unir fuerzas hacia la condena moral de los autores de los crímenes y la restitución de la dignidad a las víctimas por parte de los parlamentos y del Congreso, el pedido público de perdón por la Iglesia y otras instituciones que apoyaron a la dictadura, el retiro de todos los símbolos públicos del fascismo, el fomento a la investigación histórica, la constitución de un organismo que la promueva y que muestre al mundo la realidad de la represión franquista.
A esta altura, hay objetivos que no pueden ya plantearse, como la persecución penal, pero aún así es necesario recuperar la memoria de esos años. �Para las víctimas, la reparación real es casi una quimera�, definió Preston, �aunque siguen en pie la posibilidad de justicia moral y la necesidad del reconocimiento de culpabilidades del régimen franquista, que son de enorme importancia para los vencidos y sus descendientes�.

 

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