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COMO SE INTENTARA EVITAR EL FRAUDE EN MEXICO
Con un solo Fujimori basta


El País de Madrid
Por Juan Jesús Aznarez
desde México D.F.

t.gif (862 bytes) El candidato a la presidencia de México por el gubernamental Partido Revolucionario Institucional (PRI), Francisco Labastida, pronostica que su principal contrincante, Vicente Fox, del conservador Partido de Acción Nacional (PAN), llamará a tomar las calles durante la jornada electoral del próximo 2 de julio, se proclamará ganador e impugnará el triunfo del oficialismo. El virtual empate entre los dos favoritos en las encuestas y el cruce de advertencias preocupa a la sociedad mexicana, temerosa de que una victoria por poco, sea desconocida por uno u otro bando y desencadene protestas violentas. Es en este contexto donde se suma otro temor, otra incertidumbre: cuánto habrá de fraude, práctica a la que el PRI es afecto, y cuánto podrán evitarlo los mecanismos ideados para fiscalizar el escrutinio. Días atrás, el candidato conservador recomendó a su rival del PRI que gane por más de diez puntos pues caso contrario, afirmó, su eventual victoria puede no ser creíble. 
El Instituto Federal Electoral (IFE), acordado por todos los partidos, tratará de evitar trampas, y asegurar que el escrutinio respete la voluntad popular. Ese organismo autónomo autorizó tres conteos rápidos a las empresas Gallup, Berumen y GEA, con una muestra proporcional del voto rural y urbano. Su objetivo es evitar que algún candidato cante victoria antes de tiempo. El escrutinio oficial del voto urbano será previsiblemente favorable a Fox, y más rápido en llegar a los ordenadores que el rural, tradicionalmente priísta, que progresivamente equilibrará los sufragios obtenidos por uno y otro. 
El IFE únicamente declarará fiable el triunfo de un aspirante cuando las tres casas encuestadoras coincidan nítidamente en sus proyecciones. �Si en un conteo rápido hay dos puntos de diferencia, el propio margen de error estadístico obliga a señalar que estamos ante una especie de empate técnico, y que hay que esperar a los resultados que dé el IFE�, explica su presidente, José Woldenberg. La declaración oficial del ganador corresponde de todas formas al Tribunal Electoral, que se pronunciará al respecto después de estudiar las posibles impugnaciones a los resultados.
El politólogo José Antonio Crespo, autor del libro Los riesgos de la sucesión presidencial, advierte sobre los riesgos de una pequeña diferencia entre el primero y el segundo �considerando la tradicional suspicacia electoral mexicana y el reconocimiento de algunas prácticas ilícitas, todavía insuficientemente acotadas�. Todavía se comenta con sorna la �caída del sistema� (informático) durante el escrutinio de las elecciones de 1988, ganadas por PRI y Carlos Salinas de Gortari (1988-94) y protestadas como fraudulentas por la oposición, observadores internacionales y el candidato perdedor, Cuauhtémoc Cárdenas, candidato presidencial por tercera vez al frente del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Las condiciones actuales son otras en México, y es improbable el fraude en los términos tradicionales porque se han establecido las cautelas técnicas y políticas para que no ocurra. Pero siete decenios de elecciones apañadas o bajo sospecha no se olvidan tan fácil, y una victoria raspada del PRI, las denuncias de coacción o compra de sufragios, pueden conducir a desórdenes callejeros. Si el 2 de julio hubiera un holgado porcentaje de votos entre Labastida y Fox, o viceversa, las eventuales adulteraciones dejarían de ser tenidas en cuenta, no se pondría en duda la fidelidad de veredicto oficial. �Es cierto que la legitimidad del ganador es total incluso si ganó por una pequeña diferencia, pero para esto se requiere una limpieza impecable�, agrega Crespo.

 

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