Por Daniel Guiñazú
Volvió a perder Oscar de la Hoya. Otra vez una decisión
cerrada y polémica lo dejó sin su título mundial
welter del Consejo. Fue Shane Mosley quien le ganó en las tarjetas
sin haberle ganado en el ring. Y a partir de lo sucedido en la medianoche
del sábado en el Staples Center de Los Angeles, es posible disparar
una serie de interrogantes respecto de lo que le pasa al Golden Boy. ¿Está
aburguesado? Su fortuna de 115 millones entre bolsas y contratos publicitarios,
¿ha mellado en su espíritu de combate y su hambre de gloria?
¿Por qué pierde, sobre el final, peleas que viene ganando
con comodidad? Su enfrentamiento cada vez más ostensible con el
Consejo por el tema de los aranceles, ¿pudo haber tenido algo que
ver con el veredicto?
Lo llamativo del caso es que frente a Mosley, a De la Hoya (66,450) volvió
a pasarle lo mismo que le pasó ante Trinidad. Después de
perder el primer asalto, del segundo al séptimo acumuló
ventajas claras a partir de un trabajo más efectivo, de una buena
distribución de golpes de izquierda, tanto a la cabeza como al
plexo y a los flancos de Mosley, y de un avance sostenido que forzó
el retroceso del ahora campeón del mundo. Al comienzo de la octava
vuelta, por lo menos en la tarjeta de Líbero, De la Hoya tenía
cinco puntos a favor y todo listo para definir el pleito en la medida
en que mantuviera su presión sobre Mosley (66,678) y siguiera llegando
mejor.
Sin embargo, como si su energía se hubiera interrumpido de repente,
como si no pudiera imponerse a la lógica fatiga que lo embargaba
después de 21 minutos de pelea intensa, De la Hoya
se detuvo. Dejó de hacer lo que hasta allí estaba haciendo
bien y tan buenos resultados le daba, le permitió a Mosley recuperar
actividad, velocidad y su buen rendimiento, pero nunca brillante, se fue
a pique. Tanto que de los últimos cinco rounds, no ganó
ninguno. Empató dos, perdió tres y en el 12º, Mosley
le embocó no menos de cuatro derechas voleadas que le mecieron
la cabeza y se lo llevó por delante como nunca antes. Al término
del combate, había un margen para De la Hoya (116-114 en la tarjeta
de Líbero) y hasta podía tolerarse el empate como premio
a la levantada de Mosley y al declive del Goldey Boy. Pero los jurados,
como en septiembre ante Trinidad, decidieron no reconocer los merecimientos
que De la Hoya había amasado en la primera mitad de la pelea, sobrevaloraron
el repunte final de Mosley y arribaron a una decisión dividida
(Lou Filippo dio 116 a 112 para Mosley; Marty Sammon 115-113 para De la
Hoya y Pat Russell 115-113 para Mosley) que vuelve a instalar la polémica
en lo más alto del boxeo mundial y quizás abra el camino
a un desquite para dentro de los seis meses venideros.
Quedó dicho en ocasión de la anterior derrota de De la Hoya.
Pero vale la pena insistir con la idea: el fallo de una pelea no se desprende
de un concepto general. Pero tampoco es el reflejo de lo sucedido en los
últimos asaltos. En un fallo honesto y correcto, no gana el que
termina dando la mejor impresión sino el que acumula más
puntos a su favor en la suma de cada uno de los rounds. Y ése volvió
a ser De la Hoya, más allá de que un trío de jurados
con poca memoria haya optado por quedarse con las últimas imágenes
que guardaron sus retinas.
No puede decirse que el Golden Boy haya sido robado: su victoria no fue
ni tan amplia ni tan incuestionable como para afirmar que fue víctima
de un atraco. Sí que los jueces, en una pelea cerrada, volvieron
a fallarle en contra. Como si su figura taquillera y carismática
careciera de protección. Como si no fuera tan bien mirada como
antes.
Quizás en todo este desenlace pudo haber tenido que ver la creciente
polémica entre De la Hoya, su manager Bob Arum y el Consejo Mundial
respecto del 3 por ciento de aranceles sobre el total de las bolsas que
la entidad que preside el mexicano José Sulaiman percibe para reconocer
una pelea por un título mundial. De la Hoya y Arum calificaron
de abusivo ese porcentaje y dijeron que ese dinero debería quedar
en manos de los propiosboxeadores o servir, al menos, para crear un fondo
a beneficio de los pugilistas menos renombrados.
Arum, incluso, en los últimos tiempos, está promoviendo
títulos de la ignota Asociación Internacional de Boxeo,
en un desembozado intento de reducir la importancia del Consejo. Pero
De la Hoya corrió los límites del enfrentamiento cuando
subió al cuadrilátero portando el cinturón de la
Asociación Internacional. Sulaiman, al borde del ring, no pudo
ocultar su gesto de fastidio por la osadía del campeón del
mundo más importante que tiene su organismo. Una hora más
tarde tronó el escarmiento: Mosley, un boxeador promovido por Cedric
Kushner, quien reivindicaba con sus brazos en alto el cinturón
mancillado del Consejo Mundial.
Pero, decisiones controversiales y visiones conspirativas aparte, algo
aparece claro en medio de la confusión. De la Hoya está
estancado. O por lo menos da la impresión de haber llegado a su
techo. Ya no marca diferencias abismales sobre el resto. Ya no saca ventajas
amplias en cuanto a técnica, velocidad, potencia y carácter.
Y le cuesta sostener el ritmo de pelea en los últimos rounds.
Es cierto que lo derrotaron dos de los diez mejores boxeadores de la actualidad
y que en ambas ocasiones puede alegar en su favor que los fallos lo perjudicaron.
Pero precisamente es en las peleas top donde se tiene la medida exacta
de la potencialidad de un boxeador. Y en las dos últimas que hizo,
ante Trinidad y ante Mosley, De la Hoya no aportó el plus que distingue
los campeones ordinarios de los fenómenos de todos los tiempos,
eso que todos dicen que es y que todavía no ha demostrado ser.
Ha perdido el otrora Golden Boy, dos de sus últimos tres combates,
señal de que hay algo que debe modificarse. ¿Será
que su rincón, con Robert Alcázar a la cabeza, no está
a la altura de las circunstancias porque lo único que se hace es
lo que De la Hoya dice que se haga? ¿O que, multimillonario y rodeado
de bellísimas mujeres, De la Hoya está aplacado y lo único
que le interesa ahora es reproducir su fortuna como cantante de ritmos
latinos? Las respuestas deberán aparecer pronto, no más
allá de la próxima pelea, si es que De la hoya quiere seguir
siendo el mejor de todos.
LA
PELICULA DE LA PELEA
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Al principio
pegó bien...
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...y
Mosley se quedó con el título de los welters CMB
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...después
se estancó...
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