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¿Qué le pasa al Golden Boy De la Hoya?
No es oro si no reluce

En decisión dividida, perdió ante Shane Mosley y el título mundial welter del Consejo. Más allá del resultado, parece estancado, como si hubiera llegado a su techo. Ya no saca ventajas en técnica y carácter.

Por Daniel Guiñazú

t.gif (862 bytes)  Volvió a perder Oscar de la Hoya. Otra vez una decisión cerrada y polémica lo dejó sin su título mundial welter del Consejo. Fue Shane Mosley quien le ganó en las tarjetas sin haberle ganado en el ring. Y a partir de lo sucedido en la medianoche del sábado en el Staples Center de Los Angeles, es posible disparar una serie de interrogantes respecto de lo que le pasa al Golden Boy. ¿Está aburguesado? Su fortuna de 115 millones entre bolsas y contratos publicitarios, ¿ha mellado en su espíritu de combate y su hambre de gloria? ¿Por qué pierde, sobre el final, peleas que viene ganando con comodidad? Su enfrentamiento cada vez más ostensible con el Consejo por el tema de los aranceles, ¿pudo haber tenido algo que ver con el veredicto?
Lo llamativo del caso es que frente a Mosley, a De la Hoya (66,450) volvió a pasarle lo mismo que le pasó ante Trinidad. Después de perder el primer asalto, del segundo al séptimo acumuló ventajas claras a partir de un trabajo más efectivo, de una buena distribución de golpes de izquierda, tanto a la cabeza como al plexo y a los flancos de Mosley, y de un avance sostenido que forzó el retroceso del ahora campeón del mundo. Al comienzo de la octava vuelta, por lo menos en la tarjeta de Líbero, De la Hoya tenía cinco puntos a favor y todo listo para definir el pleito en la medida en que mantuviera su presión sobre Mosley (66,678) y siguiera llegando mejor.
Sin embargo, como si su energía se hubiera interrumpido de repente, como si no pudiera imponerse a la lógica fatiga que lo embargaba después de 21 minutos de pelea intensa, De la Hoya se detuvo. Dejó de hacer lo que hasta allí estaba haciendo bien y tan buenos resultados le daba, le permitió a Mosley recuperar actividad, velocidad y su buen rendimiento, pero nunca brillante, se fue a pique. Tanto que de los últimos cinco rounds, no ganó ninguno. Empató dos, perdió tres y en el 12º, Mosley le embocó no menos de cuatro derechas voleadas que le mecieron la cabeza y se lo llevó por delante como nunca antes. Al término del combate, había un margen para De la Hoya (116-114 en la tarjeta de Líbero) y hasta podía tolerarse el empate como premio a la levantada de Mosley y al declive del Goldey Boy. Pero los jurados, como en septiembre ante Trinidad, decidieron no reconocer los merecimientos que De la Hoya había amasado en la primera mitad de la pelea, sobrevaloraron el repunte final de Mosley y arribaron a una decisión dividida (Lou Filippo dio 116 a 112 para Mosley; Marty Sammon 115-113 para De la Hoya y Pat Russell 115-113 para Mosley) que vuelve a instalar la polémica en lo más alto del boxeo mundial y quizás abra el camino a un desquite para dentro de los seis meses venideros.
Quedó dicho en ocasión de la anterior derrota de De la Hoya. Pero vale la pena insistir con la idea: el fallo de una pelea no se desprende de un concepto general. Pero tampoco es el reflejo de lo sucedido en los últimos asaltos. En un fallo honesto y correcto, no gana el que termina dando la mejor impresión sino el que acumula más puntos a su favor en la suma de cada uno de los rounds. Y ése volvió a ser De la Hoya, más allá de que un trío de jurados con poca memoria haya optado por quedarse con las últimas imágenes que guardaron sus retinas.
No puede decirse que el Golden Boy haya sido robado: su victoria no fue ni tan amplia ni tan incuestionable como para afirmar que fue víctima de un atraco. Sí que los jueces, en una pelea cerrada, volvieron a fallarle en contra. Como si su figura taquillera y carismática careciera de protección. Como si no fuera tan bien mirada como antes.
Quizás en todo este desenlace pudo haber tenido que ver la creciente polémica entre De la Hoya, su manager Bob Arum y el Consejo Mundial respecto del 3 por ciento de aranceles sobre el total de las bolsas que la entidad que preside el mexicano José Sulaiman percibe para reconocer una pelea por un título mundial. De la Hoya y Arum calificaron de abusivo ese porcentaje y dijeron que ese dinero debería quedar en manos de los propiosboxeadores o servir, al menos, para crear un fondo a beneficio de los pugilistas menos renombrados.
Arum, incluso, en los últimos tiempos, está promoviendo títulos de la ignota Asociación Internacional de Boxeo, en un desembozado intento de reducir la importancia del Consejo. Pero De la Hoya corrió los límites del enfrentamiento cuando subió al cuadrilátero portando el cinturón de la Asociación Internacional. Sulaiman, al borde del ring, no pudo ocultar su gesto de fastidio por la osadía del campeón del mundo más importante que tiene su organismo. Una hora más tarde tronó el escarmiento: Mosley, un boxeador promovido por Cedric Kushner, quien reivindicaba con sus brazos en alto el cinturón mancillado del Consejo Mundial.
Pero, decisiones controversiales y visiones conspirativas aparte, algo aparece claro en medio de la confusión. De la Hoya está estancado. O por lo menos da la impresión de haber llegado a su techo. Ya no marca diferencias abismales sobre el resto. Ya no saca ventajas amplias en cuanto a técnica, velocidad, potencia y carácter. Y le cuesta sostener el ritmo de pelea en los últimos rounds.
Es cierto que lo derrotaron dos de los diez mejores boxeadores de la actualidad y que en ambas ocasiones puede alegar en su favor que los fallos lo perjudicaron. Pero precisamente es en las peleas top donde se tiene la medida exacta de la potencialidad de un boxeador. Y en las dos últimas que hizo, ante Trinidad y ante Mosley, De la Hoya no aportó el plus que distingue los campeones ordinarios de los fenómenos de todos los tiempos, eso que todos dicen que es y que todavía no ha demostrado ser.
Ha perdido el otrora Golden Boy, dos de sus últimos tres combates, señal de que hay algo que debe modificarse. ¿Será que su rincón, con Robert Alcázar a la cabeza, no está a la altura de las circunstancias porque lo único que se hace es lo que De la Hoya dice que se haga? ¿O que, multimillonario y rodeado de bellísimas mujeres, De la Hoya está aplacado y lo único que le interesa ahora es reproducir su fortuna como cantante de ritmos latinos? Las respuestas deberán aparecer pronto, no más allá de la próxima pelea, si es que De la hoya quiere seguir siendo el mejor de todos.

 

LA PELICULA DE LA PELEA

Al principio pegó bien...

...y Mosley se quedó con el título de los welters CMB

...después se estancó...

 

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