Ayer Israel tuvo, al menos, un motivo de celebración, uno de alivio
y otro de inquietud. Y dio una rotunda desmentida. Pudo celebrar que el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas confirmara la retirada de sus
tropas del Sur del Líbano, aliviarse por haber esbozado un acuerdo
que evitará la ruptura en la coalición de gobierno (el maridaje
del laborismo con el partido religioso Shas), y constatar una vez más
con alarma el estancamiento del diálogo con los palestinos. Las Fuerzas
Armadas advirtieron al premier Ehud Barak de la posibilidad de un conflicto
militar si el proceso de paz no avanza. Y el Ministerio de Defensa desmintió
una noticia publicada ayer por el británico Sunday Times, según
el cual Israel había efectuado exitosas pruebas nucleares submarinas.
Luego de intensas negociaciones con Rusia, el Consejo de Seguridad de la
ONU aprobó ayer de forma unánime el cumplimiento de la retirada
israelí del sur libanés. Esta votación allanó
el camino
para el estacionamiento de nuevas tropas de paz de la ONU en el Líbano
y la restitución a Beirut del control total sobre la región,
que desde 22 años estaba ocupada por Israel. El Consejo aprobó
así el informe del secretario general de la ONU, Kofi Annan, que
verificaba el repliegue israelí. La jornada estuvo sin embargo signada
por el pedido del representante ruso, en consonancia con la postura libanesa,
de suspender la votación porque aseguró la existencia de nuevas
informaciones que contradecían la confirmación de que
los israelíes abandonaron por completo la por ellos autoproclamada
zona de seguridad. Beirut enfrentó una intensa presión
internacional para aceptar la verificación de la retirada, pero también
encuentra una fuerte oposición interna, proveniente de la guerrilla
Hezbollah islámica, proiraní y prosiria, que amenaza
con reiniciar los ataques contra Israel si la ONU no detiene la invasión
israelí a territorio libanés.
El premier israelí suspendió ayer su reunión semanal
de gabinete para comprar tiempo y afinar así una propuesta con la
que recuperar la lealtad del partido ultraortodoxo Shas, que integra la
coalición de gobierno, pero amenazó abandonarla. Barak confía
en revelar mañana los términos del acuerdo, pero los diarios
ya anticiparon algunos detalles humillantes que el premier está bien
dispuesto a aceptar: subsidios extra y mayor autonomía para las escuelas
religiosas regenteadas por el Shas, y la creación de una nueva autoridad
de radiotelevisión que legalice las radios partidarias. El pacto
marca un nuevo éxito para Shas, que ha fusionado con astucia la teología
ultraortodoxa y la reivindicación del orgullo étnico herido
de los judíos de origen medioriental, tradicionalmente despreciados
por la élite de origen europeo. Con 17 diputados en el parlamento
israelí, el Shas es el segundo partido en importancia en la coalición
gubernamental.
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