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EL PRI CERRO SU CAMPAÑA EN LA CAPITAL MEXICANA
A Dios rogando y con el mazo...

 

Mientras Fox y Labastida se atacan en los actos de campaña, sus equipos buscan el apoyo de la influyente Iglesia Católica.



Por Juan Jesús Aznarez
Desde México

t.gif (862 bytes)  “Sólo los que se sienten derrotados pregonan fraudes anticipados que sólo existen en su imaginación. Además, las elecciones se ganan con los votos de las mexicanas y los mexicanos, no con las empresas extranjeras.” Con esta doble alusión a su gran fantasma, el candidato del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), Francisco Labastida, cerró su campaña en México DF, frente a 100.000 personas reunidas en el Zócalo, la plaza central de la ciudad. Por su parte, el fantasma, Vicente Fox, candidato del Partido Acción Nacional (PAN), ex empresario de Coca-Cola y continuo denunciante de un hipotético fraude, dijo ayer en Xalapa que “el PRI-Tanic se hunde irremisiblemente”. Faltando dos semanas para las elecciones presidenciales, Labastida y Fox están empatados en las encuestas y, además de atacarse, buscan seducir al voto católico. Según una encuesta publicada por el diario Reforma, el 85 por ciento de los mexicanos confían “mucho” o “algo” en la Iglesia, contra un 24 por ciento en los partidos.
El conservador PAN parte con ventajas históricas en la disputa de los votos católicos, pues los fundadores del PRI prohijaron en los años ‘30 a gobernadores como el de Tabasco, Tomás Garrido, que ordenaba a sus subordinados saludarlo marcialmente al grito de “¡Dios no existe!”. El cacique se cuadraba al responder: “¡Ni ha existido!”. El funcionario, según los historiadores, llamó Luzbel a su hija, y pertenecía a la generación que apaleaba hostias consagradas hacia los pesebres de las mulas de tiro. Otros gobiernos estatales prohibieron el agua bendita por razones de salud.
Hoy, los políticos tienden puentes con las distintas iglesias tras el reconocimiento oficial de éstas hace ocho años, una vez reformado el Artículo 130 de la Constitución, pues las sotanas son un activo muy valioso. El católico practicante Fox, y más inesperadamente Cuauhtémoc Cárdenas, candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda, tercero en los sondeos de opinión), visitaron al papa Juan Pablo II. “No soy un político anticlerical”, dijo el hijo del general y presidente Lázaro Cárdenas, defensor de la educación laica y de la separación entre Iglesia y Estado. Antonio Roqueñi, juez eclesiástico, que representó legalmente a la arquidiócesis de México, sostiene que los políticos ya no pueden prescindir de las jerarquías religiosas. De hecho, nadie las ha atacado durante la campaña, aunque en privado no pocos cuadros de PRI quisieran a los púlpitos sumisos, silenciosos, como antes.
La relación entre los clérigos y los políticos fue discreta, pero ahora “todos los candidatos se bendicen y promueven con los obispos”, agregó Roqueñi. Aprovechando el espacio abierto, el Episcopado impartió doctrina arremetiendo contra el PRI en una pastoral política que calificó de pecado moral y grave ofensa a Dios los fraudes electorales atribuidos al PRI durante décadas. La feligresía, no obstante, votará dividida, pues no sólo la fe influye en su voto; también influyen consideraciones terrenales.
Desde su catolicismo de siempre, Vicente Fox difundió semanas atrás una declaración de intenciones, favorablemente acogida por el Episcopado, en la que ofreció cambios constitucionales en favor de una mayor influencia de la Iglesia en el Estado, en el sistema educativo y se pronunció contra el aborto. “El asunto del aborto es delicado y no lo va a tocar mucho en campaña”, comenta uno de sus colaboradores. El candidato, hábil a varias bandas, declaró que aunque la prohibición del aborto es absoluta por parte de la Iglesia, también lo es en el caso del divorcio y hay matrimonios que se anulan. Tampoco el priista Francisco Labastida perdió el tiempo en su objetivo de hacerse con el clero, y en la primera cena tras su renuncia a la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior), el 21 de mayo de 1999, para presentar su candidatura a la presidencia, invitó al cardenal Norberto Rivera y a siete de los más influyentes obispos de México. La respuesta de la Iglesia fue un documento titulado Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, que irritó sobremanera al PRI, que lo considera una dura crítica al modelo económico aplicado por el gobierno de Ernesto Zedillo.

 

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