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ESTABAMOS MEJOR, CUANDO ESTABAMOS PEOR
Por Adolfo Pérez Esquivel


La expresión de un campesino frente a las políticas de ajuste, capitalización y privatizaciones refleja el sentir de los pueblos, que viven la exclusión social, el desempleo y el hambre.
Con la promesa del futuro, se está matando el presente y esto está llevando a la desesperación de la población que no puede alimentar a sus hijos, darles salud, educación y una vida digna, viendo día a día cómo se deterioran sus condiciones de vida.
Sin canales de participación y propuestas alternativas concretas, la angustia y la desesperanza está ganando a amplios sectores sociales; algunos han reaccionado a través de actos de violencia, como los vividos desde hace tiempo en diversas provincias y particularmente en el reciente paro general.
El Gobierno no podrá controlar la situación y los focos del descontento y reclamos sociales con medidas represivas, lo único que conseguirá es aumentar la violencia y agudizar los conflictos, pero no la solución de los problemas.
La actual conducción de la CGT oficial, durante 10 años de gestión del gobierno menemista, fue obsecuente y consecuente con las políticas de ajuste, se llamó a silencio cómplice y permitió la entrega de los recursos del país a manos de las grandes corporaciones extranjeras.
Pero hoy pretende hablar en nombre de los trabajadores y hostiga al gobierno de la Alianza, que ha recibido del gobierno anterior el campo minado de problemas, un alto deterioro social y la corrupción de funcionarios sin escrúpulos.
Algunos dirigentes sindicales alzaron su voz en defensa de los trabajadores y del pueblo en todo momento, como la CTA y el MTA, recordemos la Carpa Blanca de la Dignidad de los docentes, que fueron un ejemplo de lucha por la educación pública.
El Gobierno ha privilegiado aplicar las políticas económicas impuestas por el FMI y el BM, sobre la Deuda Social que tiene con el pueblo. Continuar esta situación, sin propuestas alternativas, es un suicidio político hacia delante y fuente de la agudización de conflictos sociales.
La progresión matemática de la situación que vive el pueblo es: “Más pagamos, más debemos y menos tenemos”. Nunca pagamos la supuesta deuda externa que aumenta día a día, en su progresiva mecánica incontrolable, de transferencia de capitales como pago de los servicios. El costo humano que el pueblo paga por esta situación de injusticia está reflejado en el aumento de la pobreza, el hambre y la exclusión social. El papa Juan PabloII viene reclamando poner fin a esta injusta situación, como también numerosas organizaciones nacionales e internacionales.
Parece imposible que en la Argentina haya niños desnutridos y carentes de cubrir sus necesidades básicas, basta recorrer el país y las zonas periféricas de la Capital, y aun en pleno centro de la Capital, para percibir el aumento de zonas marginales.
Hace más de 40 años, Josué de Castro publica una obra fundamental, que tiene vigencia hoy, La geografía del hambre. Decía que el hambre está en relación con las distorsiones económicas, agrupadas con el nombre de “subdesarrollo”, y que no es sino la expresión biológica de una enfermedad sociológica. Que la humanidad está principalmente dividida en dos grupos: el compuesto por los que no duermen porque tienen hambre y aquellos que no duermen porque tienen miedo a los que tienen hambre.
¿Hasta cuándo los pueblos soportarán la violencia estructural y la situación actual que los somete a la marginalidad, la pobreza y la falta de políticas sociales que atiendan sus necesidades básicas?
Es urgente que el Gobierno implemente políticas sociales de desarrollo y escuche el grito de los excluidos, de esos millones de niños que quieren sonreírle a la vida y la esperanza, de los ancianos que han aportado toda una vida de trabajo y hoy reciben jubilaciones que apenas les alcanzan para cubrir sus necesidades básicas, de miles de jóvenes a quienes, con la promesa del futuro, les han robado el presente.
“Estábamos mejor, cuando estábamos peor”, es el reflejo del país. Es necesario abrir el diálogo y sumar voluntades para resolver los problemas. Muchas empresas multinacionales tienen enormes ganancias, pero no distribuyen ni invierten en el desarrollo del país.
Los gobernantes deben “rendir examen”, permanentemente, ante el FMI y el BM. La soberanía ha desaparecido fagocitada por la “globalización de los mercados” y por la perversión de la deuda externa.
Es necesario que todos los sectores sociales y políticos piensen en su responsabilidad, tener claro que no es con la violencia social, ni con la represión del Estado como se solucionarán los problemas que afectan la vida del pueblo. Sino sumando esfuerzos y construyendo nuevos espacios de participación y resolviendo los problemas existentes.
Los derechos sociales, económicos y culturales son parte indivisible de la construcción democrática y los derechos humanos y, por lo tanto, espacios a construir por toda la sociedad.

REP

 

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