Por Raúl Dellatorre
La vuelta a los planes de ajuste divide aguas en el frente empresario.
Por casi una década, el discurso privado estuvo hegemonizado por
un bloque dominante, en el que no se diferenciaban el sector financiero,
los grupos prebendarios de las privatizaciones y los holdings que se beneficiaban
en mercados monopólicos y sin control del Estado. Las cosas empiezan
a pintar diferente, cuando los grupos locales chocan con dificultades para
acceder al crédito externo, se han visto desplazados de algunas asociaciones
que explotaban servicios privatizados y ven depender buena parte de sus
resultados del mercado interno. Con una orientación más desarrollista,
constructores, ruralistas e industrialistas empiezan a nuclearse para confrontar
políticas con los grupos económico financieros más
liberal-ortodoxos.
Están empezando a arder las brasas tapadas por las cenizas,
fue la gráfica descripción que hizo un directivo industrial
sobre el debate abierto en el seno de la UIA. La central empresaria vive
su propia crisis de identidad, con dirigentes desacreditados por su anterior
vinculación con el menemismo y sectores empresarios que se alejan
porque no sienten que la entidad defienda sus intereses.
Pocas entidades como la otrora poderosa Copal (Coordinadora de Productores
de Alimentos) reflejan ese presente en forma tan marcada. Muchas de sus
principales empresas fueron capturadas por grupos internacionales (Danone,
Nabisco, Cadbury), que en su doble rol de fabricantes e importadores tienen
poca vocación por pertenecer a una entidad de defensa de los intereses
locales. En otros casos, como el de la Cámara de Procesadores Avícolas,
directamente optaron por retirarse de Copal en repudio a una postura que
no responde a sus urgencias. Alberto Alvarez Gaiani, presidente de Copal
y vice de la UIA, sufre las consecuencias de su excesiva identificación
con el ex presidente Carlos Menem en sus dos últimos años
de mandato. Ahora carga con el peso de la crisis y no puede disimularlo:
hace ocho semanas que no concurre a las reuniones de comité ejecutivo
de la central empresaria.
La apuesta realizada por una franja de la dirigencia empresaria, buscando
articular propuestas de políticas activas con la Cámara Argentina
de la Construcción y Confederaciones Rurales Argentinas, apunta a
recuperar un protagonismo para la central industrial que rápidamente
se le va diluyendo. Por lo pronto, han conseguido abrir un debate en el
que sus impulsores aseguran contar con el apoyo de todavía fuertes
grupos industriales: Techint, SOCMA, Arcor y los laboratorios nacionales
nucleados en CILFA, entre otros.
El agrupamiento con constructores y ruralistas es mal visto por los ortodoxos
de la UIA. Con Diego Videla como mascarón de proa (hace ya un par
de años dejó de ser empresario industrial para pasar a ocupar
un sillón en el directorio del Banco de Galicia), esta franja promueve
una alianza con la banca y los grupos económicos a cargo de los servicios
privatizados, justamente sobre los que apunta sus dardos el ala industrialista.
Esta propuesta tiene pocos pero poderosos respaldos en el seno de la UIA:
petroleras, petroquímicas y automotrices. Dejar todo tal como
está, podría ser la frase que resuma la propuesta política
de este sector. O, en todo caso, profundizar las líneas de acción
por si hiciera falta: más achique del Estado, más flexibilización
laboral y menos déficit fiscal.
Más que de ideas, es un debate de intereses. Con un mercado interno
deprimido, sectores altamente concentrados en grupos que son a la vez productores
e importadores y una economía fuertemente volcada hacia el sector
servicios (que también se ha concentrado), los grupos locales se
enfrentan a las mismas debilidades aunque con más espaldas
que la pequeña y mediana empresa. Ello los alinea de un mismo lado
del mostrador. Del otro lado, los grupos financieros y el capital concentrado
siguen siendo los beneficiarios del actual modelo. Unos y otros confían
en hacerpesar su influencia sobre el actual equipo económico. Hasta
ahora, los últimos tienen la cancha inclinada a su favor. Los primeros,
en cambio, sienten que el contexto ahora los favorece para iniciar de vuelta
el partido.
LOS CRITICOS
TAMBIEN SUMAN A SECTORES DE LA ALIANZA
A pelear antes que sea tarde
Por
David Cufré
Los alineamientos en
torno de la política económica cruzan al Gobierno
y al sector empresario. Existen tres grupos definidos en una puja
que empieza a ser cada vez más abierta. Por un lado, está
el ala ortodoxa, que hasta el momento logró imponer sus
programas y tiene llegada directa a Fernando de la Rúa.
Un segundo grupo plantea objeciones a las medidas adoptadas por
el equipo económico, pero lo respalda con el argumento
de que, si se presiona a José Luis Machinea hasta poner
en riesgo su estabilidad en el cargo, el reemplazante sería
un miembro del núcleo ortodoxo, como Fernando de Santibañes,
Ricardo López Murphy o Adalberto Rodríguez Giavarini.
El tercer sector, en formación pero con bases amplias,
es el que se va animando a confrontar abiertamente con la estrategia
económica oficial. Empresarios, funcionarios del Gobierno
y legisladores ocupan casilleros en estos lugares y se asocian
para defender sus posiciones.
La reaparición del Grupo Productivo, con un plan de acción
para reactivar el mercado interno y poner límites al establishment
financiero, es la primera acción coordinada del último
de aquellos sectores. La Unión Industrial, Confederaciones
Rurales Argentinas y la Cámara de la Construcción
intentan levantar la cabeza luego de seis meses en que soportaron
en silencio las políticas de ajuste, y retoman el discurso
productivista que habían enarbolado con fuerza en la última
etapa del gobierno menemista.
Sin plantear la salida de Machinea, pero dispuestos a discutir
sus políticas públicamente, aquel grupo es respaldado
por dirigentes del Frepaso y radicales. Algunos de ellos son los
legisladores Leopoldo Moreau, Elisa Carrió, Alicia Castro,
Alfredo Bravo, Jorge Rivas, Enrique Martínez y Marcela
Bordenave. Acompañan a este nucleamiento economistas como
Roberto Frenkel, Mario Damil, José María Fanelli,
Alberto Sánchez, Manuel Herrera y el presidente del INTA,
Guillermo Moore de la Serna. Desde el lado empresario, también
se ubican en la línea confrontativa las distintas cámaras
de pequeñas y medianas empresas y otras entidades ligadas
a la producción y el mercado interno.
El segundo grupo lo constituye el 90 por ciento de los bloques
de diputados y senadores de la Alianza. En lo ideológico
comparten los planteos del Grupo Productivo y de los dirigentes
políticos de la coalición que discrepan en público
con el Gobierno, pero su estrategia de acción es diferente.
En Diputados, hombres como Jesús Rodríguez y Raúl
Baglini operan en favor de Machinea para sostenerlo en el cargo.
Aunque les disguste acompañar las medidas de ajuste, entienden
que si le sacan el cuerpo al ministro de Economía, será
aplastado por la presión del ala ortodoxa y reemplazado
por uno de sus integrantes.
En esa línea se encuentran figuras de peso en el Congreso
como Darío Alessandro, Horacio Pernasetti, Juan Carlos
Passo y el presidente del bloque en el Senado, José Genoud.
Una abrumadora mayoría de legisladores comparte el alineamiento.
Su idea es discutir hacia adentro con Machinea, para convencerlo
de que cambie el rumbo de la ortodoxia y generar políticas
de contrapeso al establishment. Raúl Alfonsín eligió
ubicarse dentro de este arco, y Chacho Alvarez trabaja en sostener
a Machinea, fortalecer la figura de De la Rúa y disciplinar
a su propia tropa, lo que suele dejarlo pegado al tercer sector.
Este último grupo es monolítico. Desde el gobierno
lo integran Fernando de Santibañes, Ricardo López
Murphy, Juan José Llach y Adalberto Rodríguez Giavarini.
Además de disfrutar de llegada directa a De la Rúa,
este sector está asociado con los representantes de las
finanzas, las empresas de servicios públicos privatizadas
y los organismos multilaterales de crédito, como el FMI
y el Banco Mundial. Hasta el momento, sus opositores más
reconocidos públicamente fueron los sindicalistas. Ahora
empiezan a organizarse otros actores, y la primera muestra la
da el Grupo Productivo.
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