Por Romina Calderaro
¿Qué pasa con Domingo Cavallo? ¿Por qué
no habla? En su última aparición mediática, hace más
de un mes y medio, le comunicó al país que renunciaba al ballottage
con Aníbal Ibarra y pidió perdón por los exabruptos
del día de la elección porteña. Después, se
llamó a silencio. Es claro que sintió el golpe de la
derrota. Y se enojó mucho con él mismo por su reacción,
explicó a Página/12 un hombre de su entorno. Está
pensando. Quiere presentar una contrapropuesta económica a la gestión
de la Alianza, dijo otro. Pensó que iba a hacer una elección
mejor, y ahora no sabe para qué lado disparar, confió
un tercero. Y no faltan los que aseguran que Cavallo está muy
jugado con Ruckauf, a quien ve con frecuencia, y que también
habla con Carlos Lole Reutemann y con Eduardo Duhalde. Al margen
de la definición de su futuro político, el hombre enfrenta
problemas económicos: todavía no pagó la deuda que
acumuló en dos campañas consecutivas y varios de sus punteros
bonaerenses se pasaron a la UCeDé, enterados de que no recibirán
el dinero por los votos que obtuvieron en 1999 porque primero hay
que pagar.
El diagnóstico de la situación por la que atraviesa Cavallo
es sencillo: pensaba que iba a hacer una elección mucho mejor de
la que hizo, y le cuesta reponerse de la derrota. Ahora está en Paraguay,
donde piensa quedarse un par de días. Cuando está en Buenos
Aires, no descansa: se reúne con gente de su partido, camina por
su barrio y, sobre todo, sale a comer. La semana pasada almorzó con
Gustavo Beliz en el restaurante Prosciuto, que queda cerca de la sede de
Acción por la República (AR). En esa reunión, Cavallo
le dijo a su socio político que le parecía bien que, como
viene haciendo Beliz, teja alianzas con un sector del peronismo. Gustavo
puede profundizar un camino de vuelta al PJ; en cambio a Cavallo se le complica,
comentó un hombre de Encuentro por la Ciudad, la coalición
que conformaron los ex ministros de Menem para la elección del 7
de mayo y que ahora parece desdibujarse. La misma persona opinó que
ve a Cavallo muy jugado con Ruckauf, que es al único dirigente
dentro del PJ al que puede interesarle aliarse con él.
La alianza con Ruckauf recién podría vislumbrarse en el 2003,
si el gobernador se convierte en el candidato presidencial del PJ. A la
hora de las especulaciones, tan frecuentes en política, hay quienes
creen que Cavallo podría ser su compañero de fórmula.
Otros hablan de la posibilidad de que Fernando de la Rúa lo convoque
en caso de que se profundice la crisis económica.
Cavallo se replanteó la campaña, está evaluando
cuáles fueron los errores. Era necesario guardar un poco de silencio
después de dos elecciones consecutivas, confió un hombre
del riñón cavallista. Mientras tanto, el líder de AR
trata de reorganizar el partido a nivel nacional (ver recuadro), proyecto
que también se le complica. Es que un grupo de dirigentes bonaerenses
del partido abandonó hace pocos días las filas de AR y se
pasó a la UCeDé. El motivo: Guillermo Francos, el titular
del partido en la provincia, les dijo en una reunión que los dos
millones de pesos correspondientes a los votos que obtuvo Cavallo en el
distrito en 1999 iban a destinarse a pagar deudas de campaña. Para
los muchachos fue demasiado. Francos aseguró a este diario que no
le importa la deserción porque a esos tipos era mejor perderlos
que encontrarlos, pero reconoció que la deuda, que estimó
en unos tres millones de pesos. aunque todavía estamos haciendo
las cuentas, representa un problema para el partido.
Desde que Menem lo echó del Ministerio de Economía, el 26
de julio de 1996, Cavallo jugó un perfil alto. Primero ocupó
su tiempo, y las páginas de los diarios, con denuncias sobre lo que
él mismo denominó las mafias enquistadas en el poder.
Después creó Acción por la República, y fue
candidato a diputado. El año pasado peleó por la presidencia
de la Nación y sacó el diez por ciento de los votos. Las elecciones
fueron el 24 de octubre. El 25, Cavallo ya confesaba que quería competir
en la elección porteña. Aseguraba que quería con medirse
con Carlos Chacho Alvarez, alque definía como un
rival de fuste. La desilusión fue doble. No sólo tuvo
que competir con Aníbal Ibarra, al que siempre descalificó
por su edad y escasa gestión de gobierno, sino que Ibarra lo humilló
en las urnas. Con su triunfo, el frepasista logró que Cavallo pasara
a cuarteles de invierno, aunque sea por un tiempo.
Le queda al ex ministro un bloque de 12 diputados nacionales y veinte legisladores
porteños que comparte con Beliz. Pero a Cavallo, hombre de probadas
ambiciones, no le alcanza. En el 2001 se renueva la totalidad del Senado
y la mitad de la Cámara de Diputados y podría disputar una
banca senatorial por la Capital. No lo apasiona la tarea legislativa,
pero quizá tenga que presentarse por necesidad, confesó
uno de los suyos. Lo que necesita no es otra cosa que los fueros, sin los
cuales tendría que enfrentar las cincuenta causas judiciales que
tiene pendientes. Mientras, la alianza con Beliz continúa, pero sólo
formalmente. No podemos romper ahora. Pero el Encuentro fue una alianza
meramente electoralista y no va a durar, reconoció un importante
dirigente... del Encuentro.
Retiro espiritual
liberal
Ascochinga, un pueblo de las sierras cordobesas,
fue lugar elegido por Domingo Cavallo para reorganizar el partido
después de la derrota del 7 de mayo. Allí se reunirán,
el primer fin de semana de agosto, unos 200 dirigentes de Acción
por la República. El objetivo es que de las jornadas surja
un documento que analice la situación actual de la Argentina
y proponga soluciones. La idea es que los dirigentes se dividan
en cuatro comisiones que trabajen en temas de desarrollo democrático,
economía, empleo y fomento a las pymes. Cavallo está
planeando también un viaje a Europa, para el que, comentó
un dirigente, habría logrado ponerse de acuerdo con sus
tres hijos y con su esposa Sonia.
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OPINION
Por Eduardo Aliverti
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Sabor a nada
Las visitas
presidenciales a Estados Unidos son un show de ficción
en el que todos los participantes son conscientes de estar teatralizando.
Pero actúan como si no lo hicieran, y es tan obvio que
suelen caer en el ridículo.
Cualquier periodista más o menos despierto puede escribir
los resultados de un viaje oficial al centro del imperio en el
avión de ida, o sin moverse de la Argentina. Las entrevistas
son siempre las mismas, tanto como los desayunos, almuerzos y
cenas. No varían tampoco los templos donde
cada jefe de Estado debe concurrir a ratificar su vocación
libremercadista. Los encuentros con la prensa conllevan preguntas
y respuestas que se conocen de memoria. Los empresarios que acompañan
a la comitiva presidencial son también los mismos en cada
periplo, igual que los anfitriones. Para no hablar de las declaraciones
al retorno, en el aeropuerto, que a esta altura ya podrían
formar parte de una suerte de comunicado fijo.
Naturalmente, cuando un esquema ideológico-operativo es
tan estructurado, aparecen las sobreactuaciones que persiguen
atenuar el rol de mero besamanos de este tipo de peregrinación.
Así, el encuentro Clinton-De la Rúa, previsto en
20 minutos (?), se extiende a media hora (??), se hablará
de los diez minutos agregados como una extraordinaria demostración
de que el severo protocolo fue alterado en vista del
interés concedido a la visita (???). El único y
recordado episodio que alteró la costumbre ocurrió
en marzo de 1985, en los jardines de la Casa Blanca, cuando Alfonsín
guardó su discurso en el bolsillo e improvisó una
respuesta a Reagan tras la encendida defensa que hizo éste
de la intervención estadounidense en Centroamérica.
Emotiva excepción que confirmó la regla. Altri tempi.
Desde entonces, sea que jueguen al golf o al tenis o que aprovechen
el domingo para ir a misa; fuere que hablen directamente de relaciones
carnales o que prefieran histeriquear un ratito, las delegaciones
oficiales argentinas no se muestran como otra cosa que indiecitos
del sur dispuestos a agachar la cabeza y escuchar exigencias de
más y más concesiones (muchas más, claro,
cuanto más se les concede). Es una repetición patética,
ante la que sí puede contestarse que la culpa es de quien
le da de comer al chancho.
En la historia de las relaciones internacionales, aun con ciertos
matices, no existe antecedente de país alguno que se haya
desarrollado sobre la base del sometimiento a otro, o a las normas
que otro pueda dictaminar o sostener. Pero la fascinación
que ejercen las palmadas en la espalda dadas por el amo es, evidentemente,
más poderosa que el ejercicio de la realidad.
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