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LA DERROTA ELECTORAL LO OBLIGO A BAJAR PERFIL
¿Qué es de la vida de Cavallo?

Después de su papelón en Capital, le llueven los problemas. Perdió protagonismo. Tiene conflictos con Beliz, peleas económicas con su tropa en la provincia. Sus contactos en el PJ. Su autocrítica. Su proyecto para el 2001.

Por Romina Calderaro
t.gif (862 bytes)  ¿Qué pasa con Domingo Cavallo? ¿Por qué no habla? En su última aparición mediática, hace más de un mes y medio, le comunicó al país que renunciaba al ballottage con Aníbal Ibarra y pidió perdón por los exabruptos del día de la elección porteña. Después, se llamó a silencio. “Es claro que sintió el golpe de la derrota. Y se enojó mucho con él mismo por su reacción”, explicó a Página/12 un hombre de su entorno. “Está pensando. Quiere presentar una contrapropuesta económica a la gestión de la Alianza”, dijo otro. “Pensó que iba a hacer una elección mejor, y ahora no sabe para qué lado disparar”, confió un tercero. Y no faltan los que aseguran que Cavallo “está muy jugado con Ruckauf”, a quien ve con frecuencia, y que también habla con Carlos “Lole” Reutemann y con Eduardo Duhalde. Al margen de la definición de su futuro político, el hombre enfrenta problemas económicos: todavía no pagó la deuda que acumuló en dos campañas consecutivas y varios de sus punteros bonaerenses se pasaron a la UCeDé, enterados de que no recibirán el dinero por los votos que obtuvieron en 1999 “porque primero hay que pagar”.
El diagnóstico de la situación por la que atraviesa Cavallo es sencillo: pensaba que iba a hacer una elección mucho mejor de la que hizo, y le cuesta reponerse de la derrota. Ahora está en Paraguay, donde piensa quedarse un par de días. Cuando está en Buenos Aires, no descansa: se reúne con gente de su partido, camina por su barrio y, sobre todo, sale a comer. La semana pasada almorzó con Gustavo Beliz en el restaurante Prosciuto, que queda cerca de la sede de Acción por la República (AR). En esa reunión, Cavallo le dijo a su socio político que le parecía bien que, como viene haciendo Beliz, teja alianzas con un sector del peronismo. “Gustavo puede profundizar un camino de vuelta al PJ; en cambio a Cavallo se le complica”, comentó un hombre de Encuentro por la Ciudad, la coalición que conformaron los ex ministros de Menem para la elección del 7 de mayo y que ahora parece desdibujarse. La misma persona opinó que ve a Cavallo “muy jugado con Ruckauf, que es al único dirigente dentro del PJ al que puede interesarle aliarse con él”.
La alianza con Ruckauf recién podría vislumbrarse en el 2003, si el gobernador se convierte en el candidato presidencial del PJ. A la hora de las especulaciones, tan frecuentes en política, hay quienes creen que Cavallo podría ser su compañero de fórmula. Otros hablan de la posibilidad de que Fernando de la Rúa lo convoque “en caso de que se profundice la crisis económica”.
“Cavallo se replanteó la campaña, está evaluando cuáles fueron los errores. Era necesario guardar un poco de silencio después de dos elecciones consecutivas”, confió un hombre del riñón cavallista. Mientras tanto, el líder de AR trata de reorganizar el partido a nivel nacional (ver recuadro), proyecto que también se le complica. Es que un grupo de dirigentes bonaerenses del partido abandonó hace pocos días las filas de AR y se pasó a la UCeDé. El motivo: Guillermo Francos, el titular del partido en la provincia, les dijo en una reunión que los dos millones de pesos correspondientes a los votos que obtuvo Cavallo en el distrito en 1999 iban a destinarse a pagar deudas de campaña. Para los muchachos fue demasiado. Francos aseguró a este diario que no le importa la deserción “porque a esos tipos era mejor perderlos que encontrarlos”, pero reconoció que la deuda, que estimó en unos tres millones de pesos. “aunque todavía estamos haciendo las cuentas”, representa un problema para el partido.
Desde que Menem lo echó del Ministerio de Economía, el 26 de julio de 1996, Cavallo jugó un perfil alto. Primero ocupó su tiempo, y las páginas de los diarios, con denuncias sobre lo que él mismo denominó “las mafias enquistadas en el poder”. Después creó Acción por la República, y fue candidato a diputado. El año pasado peleó por la presidencia de la Nación y sacó el diez por ciento de los votos. Las elecciones fueron el 24 de octubre. El 25, Cavallo ya confesaba que quería competir en la elección porteña. Aseguraba que quería con medirse con Carlos “Chacho” Alvarez, alque definía como “un rival de fuste”. La desilusión fue doble. No sólo tuvo que competir con Aníbal Ibarra, al que siempre descalificó por su edad y escasa gestión de gobierno, sino que Ibarra lo humilló en las urnas. Con su triunfo, el frepasista logró que Cavallo pasara a cuarteles de invierno, aunque sea por un tiempo.
Le queda al ex ministro un bloque de 12 diputados nacionales y veinte legisladores porteños que comparte con Beliz. Pero a Cavallo, hombre de probadas ambiciones, no le alcanza. En el 2001 se renueva la totalidad del Senado y la mitad de la Cámara de Diputados y podría disputar una banca senatorial por la Capital. “No lo apasiona la tarea legislativa, pero quizá tenga que presentarse por necesidad”, confesó uno de los suyos. Lo que necesita no es otra cosa que los fueros, sin los cuales tendría que enfrentar las cincuenta causas judiciales que tiene pendientes. Mientras, la alianza con Beliz continúa, pero sólo formalmente. “No podemos romper ahora. Pero el Encuentro fue una alianza meramente electoralista y no va a durar”, reconoció un importante dirigente... del Encuentro.

 

Retiro espiritual liberal

Ascochinga, un pueblo de las sierras cordobesas, fue lugar elegido por Domingo Cavallo para reorganizar el partido después de la derrota del 7 de mayo. Allí se reunirán, el primer fin de semana de agosto, unos 200 dirigentes de Acción por la República. El objetivo es que de las jornadas surja un documento que analice la situación actual de la Argentina y proponga soluciones. La idea es que los dirigentes se dividan en cuatro comisiones que trabajen en temas de desarrollo democrático, economía, empleo y fomento a las pymes. Cavallo está planeando también un viaje a Europa, para el que, comentó un dirigente, habría logrado ponerse de acuerdo con sus tres hijos y con su esposa Sonia.



OPINION

Por Eduardo Aliverti


Sabor a nada

Las visitas presidenciales a Estados Unidos son un show de ficción en el que todos los participantes son conscientes de estar teatralizando. Pero actúan como si no lo hicieran, y es tan obvio que suelen caer en el ridículo.
Cualquier periodista más o menos despierto puede escribir los resultados de un viaje oficial al centro del imperio en el avión de ida, o sin moverse de la Argentina. Las entrevistas son siempre las mismas, tanto como los desayunos, almuerzos y cenas. No varían tampoco los “templos” donde cada jefe de Estado debe concurrir a ratificar su vocación libremercadista. Los encuentros con la prensa conllevan preguntas y respuestas que se conocen de memoria. Los empresarios que acompañan a la comitiva presidencial son también los mismos en cada periplo, igual que los anfitriones. Para no hablar de las declaraciones al retorno, en el aeropuerto, que a esta altura ya podrían formar parte de una suerte de comunicado fijo.
Naturalmente, cuando un esquema ideológico-operativo es tan estructurado, aparecen las sobreactuaciones que persiguen atenuar el rol de mero “besamanos” de este tipo de peregrinación. Así, el encuentro Clinton-De la Rúa, previsto en 20 minutos (?), se extiende a media hora (??), se hablará de los diez minutos agregados como una “extraordinaria demostración” de que el “severo protocolo” fue alterado en vista del interés concedido a la visita (???). El único y recordado episodio que alteró la costumbre ocurrió en marzo de 1985, en los jardines de la Casa Blanca, cuando Alfonsín guardó su discurso en el bolsillo e improvisó una respuesta a Reagan tras la encendida defensa que hizo éste de la intervención estadounidense en Centroamérica. Emotiva excepción que confirmó la regla. Altri tempi.
Desde entonces, sea que jueguen al golf o al tenis o que aprovechen el domingo para ir a misa; fuere que hablen directamente de relaciones carnales o que prefieran histeriquear un ratito, las delegaciones oficiales argentinas no se muestran como otra cosa que indiecitos del sur dispuestos a agachar la cabeza y escuchar exigencias de más y más concesiones (muchas más, claro, cuanto más se les concede). Es una repetición patética, ante la que sí puede contestarse que la culpa es de quien le da de comer al chancho.
En la historia de las relaciones internacionales, aun con ciertos matices, no existe antecedente de país alguno que se haya desarrollado sobre la base del sometimiento a otro, o a las normas que otro pueda dictaminar o sostener. Pero la fascinación que ejercen las palmadas en la espalda dadas por el amo es, evidentemente, más poderosa que el ejercicio de la realidad.

 

 

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