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Los restos del guerrillero que atentó contra Somoza

La viuda de Hugo Irurzún pidió al Paraguay la repatriación de los restos de su marido.

Por Victoria Ginzberg
t.gif (862 bytes)  El 17 de setiembre de 1980, el Mercedes Benz blanco de Anastasio Somoza –con el ex dictador nicaragüense y sus acompañantes adentro– quedó destrozado en una avenida de Asunción. El argentino Hugo Irurzún fue parte del grupo, del que también participó Enrique Gorriarán Merlo, que consumó el atentado. Cristina Bollatti se enteró en la cárcel. Hacía tiempo que no sabía nada de su marido, aunque intuía que estaba fuera del país. Irurzún fue apresado por la policía paraguaya y su cuerpo sin vida fue exhibido a la prensa. Pero cuando sus padres viajaron a recuperar los restos, la policía de Alfredo Stroessner los amenazó y los Irurzún volvieron a Argentina sin nada. Bollatti espera ahora, veinte años después, que un juez paraguayo le dé la posibilidad de encontrar el cuerpo de su esposo y enterrarlo en la Argentina.
Bollatti aguarda noticias de Asunción para poder hacer su duelo. “Como siempre digo: en este caso desaparecieron un cadáver no una persona”, reclama. A fin del año pasado la Cancillería argentina giró a la Embajada de Paraguay su pedido, que desde hace un mes está en manos de la Justicia. Irurzún y Bollatti se conocieron mientras estudiaban en Rosario. “Vivimos juntos toda la época estudiantil, el fervor político de fines de la década del 60 y el 70. Juntos empezamos a militar”, recuerda Bollatti. La mujer fue detenida en el ‘70 y salió en el ‘73. Un año después volvió a la cárcel por unos meses hasta que en agosto del ‘75 fue apresada y recién fue liberada en 1983.
“En aquellos años de cárcel, para mí como para las otras chicas que estaban conmigo, el calvario era esperar todos los días la noticia de la muerte. Desgraciadamente eso era lo más común... Finalmente en el ‘80 nos enteramos por los diarios”, dice Bollatti, que habla en plural porque compartía el cautiverio con su cuñada.
El cuerpo sin vida de Irurzún fue expuesto ante la prensa internacional, pero le fue negado a su familia. Cuando salió de la cárcel, Bollatti hizo denuncias e inició trámites, pero tampoco obtuvo respuesta de las autoridades paraguayas. “Ese silencio, esa cosa dura e impenetrable duró hasta que saltaron las actas”, manifiesta Bollatti. Las actas “saltaron” con el descubrimiento de los “archivos del terror”. A partir de allí, la Justicia de Paraguay no pudo negar información.
Según la versión oficial, Irurzún fue herido en un enfrentamiento y murió mientras lo llevaban al Policlínico Policial. Pero los papeles recuperados en los archivos paraguayos dicen que falleció en la jefatura del Departamento de Investigaciones luego de que una brigada policial lo encontrara en una casa ubicada en las calles Inagavi y 18 de Julio. Bollatti tampoco cree en esta versión: “Es increíble desde todo punto de vista, o mi marido se volvió loco y regresó a la casa que había sido alquilada especialmente para su estadía ahí. Yo creo que lo levantaron en la calle y lo llevaron a la casa para montar una escena”.
Con los datos de las actas del archivo del terror y la respuesta de un hábeas data iniciado por la familia, Bollatti se dirigió a la Subsecretaría de Derechos Humanos, en ese entonces a cargo de Alicia Pierini. La funcionaria delegó la investigación sobre el caso en Claudia Alegrini, quien, en julio de 1998, viajó a Paraguay.
En su pesquisa en Asunción, Alegrini llegó al cementerio donde estaría enterrado Irurzún y logró conversar con los sepultureros. Uno de ellos, que tenía cerca de veinte años en el ‘80 indicó el lugar donde supuestamente está el cadáver de Irurzún. “El pibe declaró que los milicos entregaron el cajón abierto, que él lo tuvo que cerrar. El lo miró, describió a Hugo, contó hasta la ropa que tenía en ese momento”, relata Bollatti. Sobre el lugar existe desde ese momento una medida de no innovar, pero la mujer espera la orden judicial para poder iniciar la recuperación del cuerpo de su esposo. Intuye que está cerca, pero sabe que aún puede estar muy lejos: “La gente del Equipo de Antropología Forense me aclaró que no podemos saber nada hasta ir, excavar y ver”.

 

 

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